Massa le saca humo a Instagram
El ministro/candidato hizo una serie de anuncios en originales microvideos, que la realidad y la inflación se encargaron de disipar
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Fue un domingo de gloria para Sergio Massa: el sueño del pibe, tenernos en vilo con sus videítos intermitentes durante gran parte de un día con la ilusión de la buena nueva de platita fresca para todos y todas. Una lluvia bienvenida de $730.000 millones de pesos, que por su sola voluntad y sin consultar con nadie derramaría sobre los bolsillos sedientos de los argentinos.
Pero tres días más tarde, en una semana nada santa, el ministro de Economía tuvo su miércoles de ceniza cuando, como corolario de la rebelión en masa de catorce distritos, empresarios e intendentes que se resistían a poner de sus bolsillos lo que Massa pretendía repartir (ya sea porque lo estaban otorgando en paritarias o, simplemente, porque carecían de ese dinero), el Gobierno bajó a cero el valor de las promesas massistas al anunciar que no habría castigos para aquellos que no hicieran realidad lo ordenado por el falso tigrense (nació en San Martín, aunque buena parte del periodismo político se empeña en relocalizar su cuna).
Grave e innecesario paso en falso en el que volvió a dejar expuesto su debilitado talón de Aquiles: la falta de credibilidad. Pero, además, dejó a la vista su carencia de uno de los principales atributos que los electores persiguen a la hora de votar: el principio de autoridad y de obediencia. En vez de avanzar, retrocedió otros cuantos casilleros por prometer plata con la que no contaba. Y si hubiese contado con ella como funcionario estatal, mal la podría haber distribuido como candidato, esa malsana dualidad en la que se empeña y que hasta ahora solo parece jugarle en contra.
Si su estrategia hubiese salido bien, la fallida experiencia dominguera habría sido materia de estudio en las facultades de Comunicación. A Álvaro Alsogaray, cuando era ministro como Massa, hace varias décadas, le encantaba hacer anuncios los domingos para que brillaran más en medio de la escasez de noticias propias de esa jornada. Sergio repitió ahora la estrategia de su primer maestro en la política (recordar que hizo sus primeros palotes en la Ucedé) para copar el centro de la escena. Solo le faltó remixar la frase “Hay que pasar el invierno”.
Pero no lo hizo de la manera habitual, concentrando todos los anuncios en un único mensaje. Apeló a intermitentes envíos en video, de medio minuto a minuto y medio de duración. En total fueron trece, lo que demuestra que al hombre se lo podrá acusar de muchas cosas, pero no de supersticioso. A manera de spots publicitarios de campaña, Massa presentó, uno por uno y por separado, los supuestos alivios con distintos montos de dinero que había craneado para los jubilados, las pymes, las exportaciones, el agro, los monotributistas y para trabajadores en casas particulares.
Vestido de sport, al aire libre, contra un fondo verde de plantas y musicalizado emotivamente, aunque dejando colar el piar de los pájaros del sonido ambiente, para lograr un marco aún más distendido, el candidato de Unión por la Patria habló de sumas fijas para trabajadores privados y estatales, de créditos a tasas bajas, suspendió aumentos en la medicina prepaga y se refirió al acuerdo de precios, entre otros temas. En el planteo del llamativo dispositivo se sintió la mano experta de su asesor Antoni Gutiérrez-Rubí, que alienta mensajes breves y personalizados.
Como en un espejismo, Massa amagaba repartir plata que la Nación no tenía y que tendrían que poner gobernaciones, intendencias, empresarios y hasta particulares (en el caso del personal doméstico), un mero acto de demagógico voluntarismo que ni siquiera consultó antes con aquellos, para al menos chequear si estaban en condiciones de oblar sus salvadores bonos. Aun saliendo bien el operativo reparto, la inflación en ciernes ya de dos dígitos se encargaría rápidamente de evaporar sus beneficios.
Lo original del caso es que eligió la red Instagram como punto de partida para lanzar esos micromensajes cada una hora aproximadamente, replicados en sus cuentas de X (ex-Twitter) y TikTok.
La elección no es casual: Instagram es la red mayormente identificada con contenidos positivos, sin las asperezas de X ni la dispersión adolescente y bullanguera de la red china. Datito de color: si la cantidad de seguidores que tiene Massa en Instagram se transformaran en votos el 22 de octubre, volvería a quedar tercero, como en las PASO. Son 223.000 las personas que lo siguen. Patricia Bullrich más que lo dobla, con una audiencia de 574.000 usuarios, y ni que hablar Javier Milei, con sus 2.700.000 seguidores, cifra que lo convierte en un auténtico influencer.
No se notó para nada que el mal paso afectara a Massa. El jueves, al anunciar el Previaje 5, prometió que “va a haber Previaje 6, 7, 8, 9 y 10...si nosotros seguimos”. Vender humo es su especialidad.