Massa, el conquistador decidido a quemar sus naves
El designado ministro de Economía se propondría estabilizar antes que distribuir; inesperados apoyos en pos de que la coalición gobernante recupere competitividad electoral
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Que Sergio Massa se jugará a todo o nada su futuro en el Ministerio de Economía lo confirma el hecho de que no solo ha presentado su renuncia a la presidencia de la Cámara de Diputados, sino también a su banca de legislador. Al igual que el conquistador Hernán Cortés antes de marchar sobre Tenochtitlán allá por 1519, Massa ha ordenado destruir las naves como una señal de que no hay marcha atrás ni reaseguro para él si las cosas no salen como espera. Y sabe que si lograse estabilizar la economía, estará más cerca de su sueño presidencial.
Las ambiciones massistas no deberían tardar en estrellarse contra los deseos de Cristina Kirchner y del camporismo, a quienes Massa no dudó en hostigar durante un largo período de su bamboleante carrera política. Pero lo cierto es que la supervivencia de la coalición gobernante está hoy tan amenazada por la realidad que nadie puede estar conjeturando con lo que podría ocurrir dentro de alrededor de un año en materia electoral.
La vicepresidenta debería estar desde ayer, con el inicio del alegato en su contra del fiscal Diego Luciani, más preocupada por su situación ante la Justicia y cualquier respiro en términos socioeconómicos capaz de volver a darle competitividad electoral al peronismo gobernante debería ayudarla a calmar su ansiedad, sean quienes sean sus artífices.
En Massa, la debilidad puede ser su fortaleza. No hay encuesta de opinión pública que no muestre que su imagen está por el piso. La consultora Zuban Córdoba le asigna una imagen negativa del 67,5% y una imagen positiva del 29,8%. Jorge Giacobbe & Asociados muestra una brecha aún mayor entre la imagen adversa y la favorable: 68,1% contra solo 9,1%. Siempre se podrá estar peor, pero esos niveles tan bajos parecen un excelente punto de partida, en tanto le permitirán al exintendente de Tigre arriesgar muy poco por una apuesta muy grande.
El designado superministro de Economía asegura que viene a estabilizar antes que a distribuir. Sus consignas son orden, planificación y coordinacion. De allí la importancia del mayor volumen de respaldo político que tendría a partir de ahora la conducción económica, para poner fin a los cortocircuitos que imperaron hasta la renuncia de Martín Guzmán.
Para avanzar hacia la estabilización de la economía con los actuales niveles de inflación proyectados en más del 80% para todo 2022, Massa sabe que será necesario frenar el déficit fiscal y subir las reservas del Banco Central.
Entre sus primeros gestos por ese lado, ya hizo llegar su pedido al Congreso para que se congele el tratamiento de todo proyecto de ley que implique aumentar el gasto público; entre ellos, estaría la iniciativa por el Salario Básico Universal y el proyecto kirchnerista de ingreso complementario para superar la indigencia. Y probablemente habrá más señales de la vocación de Massa por cumplir con las metas fijadas ante el Fondo Monetario Internacional (FM).
La duda pasa por cuál será el grado de apoyo de Cristina Kirchner y su séquito frente a las medidas de estabilización que pueda pergeñar Massa. El cristinismo no plantea un plan, sino una utopía, consistente en bajar el déficit subiendo el gasto público, disminuir los subsidios sin aumentar las tarifas de servicios públicos; atraer inversiones manteniendo los cepos cambiarios y crear empleo sin reducir los impuestos al trabajo. No por nada la vicepresidenta ha dicho alguna vez que la Argentina es el lugar donde mueren todas las ideologías.
A esa utopía cristinista, se suma la resistencia que alguna vez hizo pública Alberto Fernández a los planes económicos. Una confesión que formuló ante un medio periodístico internacional y que todavía está pagando en términos de desconfianza inversora.
La coalición gobernante, desde el mismo momento en que Fernández ganó las elecciones de 2019, ha estado signada por la confusión de roles y por los conflictos de poder. La desorganización y la falta de coordinación, alentada por los ministerios loteados y por los controles cruzados en no pocas áreas de la administración pública, dieron lugar, con el tiempo, a un proceso de desintegración del Frente de Todos.
El tiempo dirá si la llegada de Massa al gobierno ayuda a frenar ese proceso de desintegración o si, por el contrario, lo profundiza definitivamente. Pero como muestra de la flexibilidad ideológica a la que a veces conduce la desesperación por el miedo al eclipse político, ahí están las palabras del dirigente piquetero Luis D’Elía: “Hay que apoyar a Massa porque tiene buenas relaciones con el establishment y con la Embajada de los Estados Unidos. Y porque es la última bala”.