Sergio Massa: crónica de un ángel caído
Al peronismo se le está disolviendo la figura que, según varios de sus dirigentes, era la más taquillera frente a las próximas elecciones presidenciales. Se trata del ministro de Economía, Sergio Massa, envuelto en una nube negra de pésimos datos económicos y de serias sospechas sobre su sensibilidad moral para administrar los recursos del Estado (y no solo del Estado). En rigor, Massa fue siempre una fantasía de peronistas y de no pocos empresarios nacionales, que tienen históricos lazos con el ministro. Sin embargo, nunca las encuestas de opinión pública señalaron una caída de su alta imagen negativa, una referencia fundamental para encarar el ballotage que requiere de más del 50 por ciento de los votos. Esa fantasía se está convirtiendo en utopía tras la difusión de los últimos datos económicos. La inflación de febrero fue del 6,6 por ciento, pero lo más grave se esconde en otras estadísticas. Por ejemplo, la inflación de la canasta básica familiar (los productos imprescindibles que la gente común necesita para vivir todos los días) fue del 8,6 por ciento. La inflación viene creciendo sin parar desde noviembre pasado, durante los últimos cuatro meses. La mezcla de inflación alta, sequía y escasez de dólares está espoleando otro fenómeno: el de una aguda recesión de la economía. Economistas privados estiman una caída del PBI de este año del 3 por ciento, por lo menos. La sequía y la gripe aviar convertirían en inútil ahora hasta un nuevo “plan platita” preelectoral, porque la gente no tendría qué comprar. Verduras, frutas, carne, pollo y huevos están escaseando. El anterior “plan platita”, el de 2021, no les evitó una derrota humillante en las elecciones legislativas de ese año.
El precio del dólar paralelo (el único al que tiene acceso la sociedad) se acerca dramáticamente a los 400 pesos. Alberto Fernández heredó un dólar a 60 pesos en el peor momento del gobierno de Mauricio Macri. El intendente de Avellaneda, el hiperkirchnerista Jorge Ferraresi, acaba de confesar que “Massa asumió un día antes de que nos vayamos en helicóptero”. Otros peronistas dicen que “Sergio nos salvó de una Asamblea Legislativa”. Quieren decir que la situación era tan terminal que el presidente renunciaría; que Cristina Kirchner seguiría su camino porque nunca se haría cargo de semejante crisis, y que la presidenta provisional del Senado, Claudia Ledesma Abdala, convocaría en ese caso a la Asamblea Legislativa para que eligiera un presidente hasta la conclusión del actual mandato presidencial. Nadie puede establecer con precisión si la crisis política y económica de julio del año pasado fue tan grave como la pintan, pero en todo caso fue responsabilidad de toda la nomenklatura gobernante (incluidos Alberto Fernández, Cristina Kirchner y el propio Massa). Las alarmas retrospectivas son menos importantes que las preguntas que deben hacerse con lógica política. ¿Es posible la elección como presidente de un ministro de Economía con una inflación del 110 por ciento anual, que en otros países se llamaría hiperinflación; en un país con severa recesión, y con el precio del dólar (la única moneda que les importa a los argentinos) fuera de control? Improbable, si no imposible. La esperanza blanca de no pocos empresarios argentinos, que el ministro frecuenta (y ayuda), es ya la esperanza desierta de los desahuciados.
Se supo en estos días, además, que el ángel caído tiene muy poco de ángel. La empresa que la AFA contrató para la venta de entradas al partido de la popular selección argentina de fútbol con Panamá, el próximo 23, resultó propiedad de funcionarios o exfuncionarios estrechamente vinculados a Massa. Un negocio multimillonario. Para peor, el sistema tecnológico para la venta por internet de entradas no pudo ser peor. Todo es muy frágil. Según reveló el periodista Carlos Pagni en LA NACION, la empresa de agua AySA, que preside la esposa de Massa, Malena Galmarini, llamó a una licitación para la provisión de elementos químicos hecha para beneficiar al empresario Mauricio Filiberti, que ya es el proveedor casi monopólico del imprescindible cloro a la compañía de agua potable. Filiberti es socio de los empresarios Daniel Vila y José Luís Manzano, otros amigos de Massa, y los tres compraron Edenor poco después de que asumiera el actual gobierno. “Los Massa son un matrimonio político y empresario como los Kirchner”, dice un político que los conoce de cerca.
“Los Massa son un matrimonio político y empresario como los Kirchner”, dice un político que los conoce de cerca
Edenor tuvo un mejor desempeño (aunque registró también algunos cortes de luz) durante los días de calor africano que vivieron los argentinos y que dejó sin electricidad a miles de personas. Pero no fue obra de Filiberti, Vila y Manzano, sino de las inversiones que hizo su anterior dueño, Marcelo Mindlin, luego de que el gobierno de Macri aumentara las tarifas. Un porcentaje inmenso de cortes correspondió a la empresa Edesur, a la que el gobierno culpa hasta de violar derechos humanos. Edesur le respondió que discutan antes qué pasó con las tarifas. No deja de tener razón. Una facción política, el kirchnerismo, que intervino durante 15 años en los precios o congelamientos de tarifas no puede desvincularse de sus consecuencias. Edesur es propiedad de la italiana Enel, pero ésta ya había anticipado que se irá del país y que está buscando un comprador. Más vale que la dejen ir, porque el kirchnerismo perdió todos los juicios en los tribunales internacionales de empresas extranjeras a las que nacionalizó, expropió o confiscó. Massa es también el ministro de los cortes de luz, porque la Secretaría de Energía depende de él y es él quien mantuvo la política populista de tarifas de lo Kirchner.
Paralelamente, se conoció una denuncia penal de la Coalición Cívica que echó un manto de sospechas sobre la honestidad del gobierno en la administración del gasto social. Sucedió en los mismos días en que el centro de la Capital se había convertido en un infierno insoportable por las protestas de los movimientos sociales de izquierda. Varios diputados del partido que lidera Elisa Carrió se presentaron ante la Justicia para denunciar que gran parte del dinero destinado a la ayuda social va a las cooperativas y unidades de trabajo del Movimiento Evita, una organización social muy cercana a Alberto Fernández. Denunciaron fundamentalmente a Emilio Pérsico, el líder del Movimiento Evita, que es, al mismo tiempo, un alto funcionario del Ministerio de Desarrollo Social, que es el que distribuye esos recursos estatales. Los organismos de control y fiscalización de la administración de esos recursos están también en manos de dirigentes del Movimiento Evita. El círculo se cierra, perfecto. Los legisladores estimaron que cerca de 4000 millones de pesos fueron a cooperativas y unidades de trabajo de ese movimiento y que nadie sabe qué se hizo con ese dinero. Un agujero negro donde van a parar multimillonarios recursos del Estado. El propio Ministerio, en manos de la albertista Victoria Tolosa Paz, es una dependencia hermética en cuanto a la información sobre qué se hace ahí con el dinero público. Los diputados señalaron que una unidad de trabajo, por ejemplo, recibió en diciembre de 2021 unos 200 millones de pesos de esa época (400 millones actuales), pero no se conoce dónde funciona esa unidad ni quiénes trabajan. Los recursos que recientemente Tolosa Paz les sacó a la izquierda, sobre todo al Polo Obrero, más de 200.000 planes sociales, fueron redistribuidos hacia cooperativas del Movimiento Evita. El único dirigente del Movimiento Evita que no fue denunciado ni está bajo sospecha es Fernando “Chino” Navarro, porque este cumple funciones políticas cerca de Alberto Fernández. El Movimiento Evita es el único respaldo político destacado que tuvo el Presidente en sus peleas con Cristina Kirchner. Por lo que se ve, ese apoyo es caro y lo paga el Estado.
La dependencia de Alberto Fernández del Movimiento Evita exhibe la debilidad presidencial. La vieja fantasía de muchos peronistas de que Massa podría ser un buen candidato presidencial muestra la orfandad electoral del peronismo. Massa les dice a algunos que será candidato presidencial y a otros que será el futuro jefe de la oposición. Quién lo sabe. ¿Quién puede estar seguro de la palabra de alguien que en pocos años pasó de ser aliado de Margarita Stolbizer a caer en brazos de Cristina Kirchner, varias veces denunciada por corrupción por la misma Stolbizer? El estómago de Massa resiste la bueno, lo malo y lo peor.