Mascotas y tráfico ilegal: la realidad detrás de los tiernos videos virales
En las redes sociales proliferan los videos que muestran animales silvestres en situaciones domésticas, pero pocos saben que detrás de estas imágenes se esconde una problemática alarmante: el tráfico ilegal de vida silvestre y sus consecuencias irreparables para los ecosistemas y las especies.
Este delito es el cuarto negocio ilícito más lucrativo a nivel mundial y una de las principales amenazas para la biodiversidad. En la Argentina, más de 135 especies se ven afectadas por esta actividad y, al menos, 20 están en peligro de extinción. Sin embargo, el impacto no se detiene en los ecosistemas; los animales, extraídos de su hábitat natural, también sufren daños irreparables en su salud física y comportamental, comprometiendo su supervivencia y bienestar.
¿Qué implica el tráfico ilegal?
De cada 10 animales capturados, solo uno sobrevive al proceso de captura y transporte. Esto no solo provoca una reducción drástica en las poblaciones silvestres, sino que también genera riesgos zoonóticos al exponer a los animales a ambientes y especies con las que no deberían interactuar.
Entre las víctimas más comunes del tráfico en la Argentina están las aves, que representan el 78% de los casos registrados en el Centro de Recuperación de Especies Temaikèn (CRET). Especies como el cardenal amarillo, tortugas terrestres, monos carayá, carpinchos son capturadas y se ven obligadas a adoptar comportamientos que no son propios de la especie.
La campaña #NoSoyMascota, impulsada en Argentina por Fundación Temaikèn, Instituto Jane Goodall Argentina y WCS Argentina, y liderada a nivel global por la AZA-Wildlife Trafficking Alliance y el International Fund for Animal Welfare (IFAW), pone un rostro a estas estadísticas.
Historias reales como la de un carpincho que, tras ser alimentado con galletitas y harinas en un hogar, desarrolló serios problemas para adaptarse a una dieta adecuada, o una tortuga africana que fue encontrada en una calle de Mendoza, muy lejos de su hábitat natural en el Sahara, ilustran el daño que el mascotismo causa a la fauna silvestre. También son tristemente comunes los casos de loros que viven en hogares, privados de sus complejas necesidades sociales de su especie.
Estas historias son solo algunos ejemplos del daño que el tráfico y el mascotismo causan en la fauna silvestre. Todos sufrieron problemas irreparables en su salud y comportamiento, lo que les impidió regresar a la naturaleza.
El rol de las redes sociales
Las redes sociales han exacerbado esta problemática. Videos que muestran animales silvestres en situaciones domésticas no solo los descontextualizan de su hábitat, sino que también fomentan el deseo de tenerlos como mascotas. Esto ocurre porque los usuarios desconocen que estas prácticas son ilegales y dañinas.
Es fundamental que las plataformas y los creadores de contenido asuman un rol responsable en la difusión de imágenes que pueden generar un impacto negativo en la fauna silvestre.
¿Qué podemos hacer como sociedad? El cambio comienza con la información. Es esencial comprender la diferencia entre un animal doméstico y uno silvestre. Mientras que los primeros han evolucionado para convivir con los humanos, los segundos necesitan su entorno natural para desarrollar comportamientos esenciales para su supervivencia.
Además, podemos tomar acciones concretas:
1. No comprar animales silvestres: la demanda alimenta el tráfico.
2. Denunciar: ante cualquier situación sospechosa, las autoridades deben ser notificadas.
3. Pensar antes de compartir: evitemos viralizar contenido que perpetúe mitos o fomente la demanda de animales como mascotas.
4. Participar en campañas: iniciativas como #NoSoyMascota buscan informar y sensibilizar para generar un cambio de paradigma.
Un compromiso con la biodiversidad y el bienestar animal
Desde Fundación Temaikèn, en conjunto con nuestros aliados, trabajamos para reducir el impacto del tráfico ilegal de fauna silvestre y proteger los ecosistemas que sostienen la vida en nuestro planeta. Creemos que el cambio empieza en cada uno de nosotros: elegir con responsabilidad lo que compartimos en redes sociales, informarnos sobre las consecuencias del mascotismo y actuar para desalentar estas prácticas son pasos concretos hacia una convivencia más respetuosa con la naturaleza.
Cada acción cuenta. Al transformar nuestras percepciones y hábitos, podemos pasar de ser espectadores de esta problemática a agentes de cambio, promoviendo una relación armónica entre las personas, los animales y el ambiente.
Director de Operaciones Zoológicas y Centro de Recuperación de Especies de Fundación Temaikèn