Más federales y latinoamericanos
El próximo año se conmemorará el bicentenario de la Declaración de la Independencia en Tucumán en 1816. Le tocará al nuevo gobierno celebrar los 200 años de historia como nación independiente, y es de esperar que las líneas estratégicas en materia cultural de la nueva gestión correspondan, de alguna manera, a una nueva era en la definición de los objetivos de la Nación, porque ¿dónde, si no es en las políticas culturales, podrán definirse esos objetivos nacionales?
La conmemoración del bicentenario de la Revolución de Mayo estuvo ligada, de alguna manera, al mismo espíritu de 1810: centrado mayoritariamente en la ciudad de Buenos Aires, con acento en lo social, lo participativo, lo inclusivo y la plena recuperación de las libertades individuales, en el marco de una revalorización del espíritu latinoamericano.
La nueva evocación deberá marcar ahora un hito en aquello que hizo fuertes a las Provincias Unidas desde su nacimiento, destacando las políticas destinadas al fortalecimiento del pacto federal que dio origen a la Nación argentina, no siempre suficientemente reflejado en las instituciones nacionales, particularmente en el ámbito cultural, educativo y el de la comunicación social, y también en el de su proyección internacional.
¿Cómo querrán verse los argentinos dos siglos después de haber declarado la Independencia ante "la faz de la tierra"? ¿Como el país de los hombres libres (así se llama, por ejemplo, Burkina Faso), como una república interétnica como Bolivia o como las nuevas Provincias Unidas?
Todas estas definiciones cobran un nuevo valor en un mundo en permanente cambio, cuya velocidad de modificación parece ahora confirmar la predicción del Perón de los últimos años, cuando hablaba de "la hora de los pueblos" y también del tiempo de los continentalismos.
Los sucesos de España, Grecia y la crisis europea, así como la emergencia de los grandes bloques continentales, China, la India, Brasil, América del Sur, parecen darles razón a vaticinios que, cuarenta años atrás, parecían altamente improbables. En medio de la noche de la dictadura, veíamos nuestro futuro más cercano a la desunión y a la sujeción a las potencias del mundo que a la autodeterminación que se le arrancó al determinismo histórico al que parecíamos destinados.
Citando al Marqués de Sade en su llamado a los franceses, deberíamos decir: "¡Argentinos, un esfuerzo más para ser republicanos!", y quizá también más auténticamente federales y latinoamericanos, dos temas centrales a la hora de definir políticas culturales y educativas.
¿Y cuáles serían las herramientas? Para ser más federales habría que trabajar con seriedad en políticas de descentralización, como lo hizo Francia, como lo hizo España, como lo hace México, y olvidarse por un rato del puerto para establecer, mediante un pacto federal de cultura, una nueva relación con las provincias y las regiones a partir de nuevas reglas, nuevas instituciones descentralizadas y un presupuesto que reflejara este cambio.
El centralismo es un mal de la Argentina que reproduce su destructiva acción en el interior de las propias provincias, que lo sufren endémicamente. Cuando algunos funcionarios-poetas hablan de "las culturas" para referirse, seguramente, al respeto a la diversidad, se olvidan de la necesidad de elegir ciertos valores compartidos por una sociedad que debe privilegiar unos con respecto a otros, para cumplir sus objetivos comunes. Como se planteó con toda claridad en la polémica entre Habermas y Ratzinger: el posmodernismo no crea ciudadanía. El Preámbulo de la Constitución del 53 es bastante elocuente al respecto, así como las primeras denominaciones de la que luego fue República Argentina: Provincias Unidas, Confederación Argentina.
¿Y para ser más latinoamericanos? Ahí habría que combinar la acción de las políticas culturales con los medios de comunicación (al menos los oficiales), la política exterior y la educación, ya que estos valores se instalan en una sociedad a partir de una decidida promoción de ellos; no se dan por casualidad.
¿Cómo hicieron los europeos para fundar esa ciudadanía antes inexistente, la condición de europeos, entre pueblos que se habían enfrentado a lo largo de los siglos? A través de los intercambios estudiantiles, la educación primaria, el programa Erasmus de becas y residencias universitarias.
En ese aspecto aún estamos en pininos. El medio audiovisual y la música son los que llevan la ventaja, pero no en todos los campos ni en todas las regiones. Un verdadero cambio en las políticas culturales debería apoyarse activamente en dos líneas de fuerza: el federalismo y la descentralización, y la regionalización dentro de la integración.
Es en las políticas culturales donde nuevamente se puede volver a dar la oportunidad de redefinir los destinos de una sociedad que sigue esperando alcanzar la libertad que se proclamó en Tucumán en 1816.
San Martín, que viajó desde Cádiz a Londres, y de allí a Buenos Aires y Mendoza y Santiago de Chile y Lima con un cargamento de 11 cajones de libros que finalmente donó a la Biblioteca Nacional que creó en el Perú, tenía bien claro el sentido político que la cultura iba a representar para esa nueva sociedad: "Las bibliotecas destinadas a la educación universal son más poderosas que nuestros ejércitos para sostener la independencia americana". Y el que lo decía era un militar.
Músico y especialista en políticas culturales