Más que un diálogo político, una alianza para el desarrollo
Las condiciones de existencia en la sociedad argentina, tanto en lo material como en lo social y lo institucional, muestran un deterioro que ponen en riesgo la convivencia y hasta la vida misma, por el nivel de inseguridad alcanzado. Las causas pueden ser muchas, pero su raíz debe buscarse en un estancamiento económico que ha llevado al desempleo, la informalidad, los malos servicios del Estado y un crecimiento exponencial de la pobreza y de la inseguridad. Resultado de fracasos de la clase política que viene gobernando desde hace décadas.
Frente a esta situación, algunas voces proponen un diálogo entre gobierno y oposición. Sin embargo, y no descartando algún intercambio coyuntural para superar emergencias institucionales, parece claro que se necesitan medidas más estructurales para superar el estancamiento económico para llegar a una sociedad moderna, equitativa y con una robusta movilidad social ascendente. Y nada de todo eso es compatible con la concepción política y la orientación económica que prevalecen en el Frente de Todos, ejecutadas como una cruzada de odios, mentiras y actos dolosos.
En lo económico ha primado una óptica socializante que ha perdido sustento teórico y que ha mostrado históricamente que lleva a la destrucción de la economía y las instituciones. El sustento teórico se perdió ya cuando Marx, ya maduro, revisa su pensamiento volcado en El Manifiesto Comunista y escribe en el Prefacio a la Contribución a la crítica de la Economía Política. En cuanto a la historia, los casos de Cuba y Venezuela muestran que socializando los medios de producción y combatiendo al capital sólo se alcanzan crisis humanitarias y falta de libertades.
Pero hay una razón más elemental para descartar un diálogo en serio con las fuerzas dominantes en el gobierno actual. El subdesarrollo y la pobreza que estamos viviendo son utilizados por esa fuerza política como una estrategia que les permiten tener cautiva a una porción importante del electorado a través del asistencialismo, el empleo público y otras formas de cooptación. No es casual que este gobierno mantenga fuertes lazos con aquellos gobernadores provinciales que practican una política explícita de rechazo a las inversiones privadas, de manera que el desempleo y la pobreza consecuentes lleven a la expulsión de población de sus provincias, para quedarse con un número al que pueden cooptar electoralmente a través del empleo público y el asistencialismo. Los fondos para ese asistencialismo que hace posible esa cooptación vienen del gobierno nacional, los que se ven compensados con el apoyo incondicional de los congresales de esas provincias a todo atropello a la racionalidad y a la ética administrativa por parte del gobierno nacional.
Todo esto muestra que la superación de este deterioro generalizado a partir de una salida del estancamiento económico es una tarea que sólo puede ser llevada adelante por un frente político integrado por todas aquellas fuerzas que acepten este desafío, incluidos grupos peronistas no kirchneristas, y con una dinámica de constitución y funcionamiento muy lejos de la que el Pro impuso dentro de Cambiemos. Un frente cuyo programa incluya políticas concretas de estímulo a las inversiones privadas para hacer posible un desarrollo económico con alta productividad, capaz de generar empleos dignos bien remunerados, cumpliendo con una legislación moderna que respete al trabajador; que genere recursos genuinos a través de una eficiente recaudación impositiva; que promueva la movilidad social ascendente ligada al esfuerzo y al mérito, y que cuide del medio ambiente. La modificación del actual sistema de coparticipación federal debe ser una prioridad que incentive el desarrollo económico de las provincias y borre las anomalías feudales a las que ha dado lugar la forma de llevar a la práctica las ideas del federalismo.
Sociólogo. Club Político Argentino