Martín Seijo, el impulsor de un teatro político a contramano del revisionismo histórico K
Creador de la Compañía de Funciones Patrióticas, pone en escena la historia argentina para mostrarla como una construcción
En más de un sentido, la suya es una propuesta a contramano. En una época marcada por la polarización, opta por un teatro político que no sea "ni oficialista ni opositor porque sí"; frente a las airadas discusiones en torno al revisionismo histórico o las frecuentes -y solemnes- alusiones al pasado que impregnan el discurso oficial, genera obras que intentan bucear en la historia con la misma intensidad con que se ríen de ella. En un mundo, en fin, regido por la lógica de la ganancia, rinde culto al "gasto improductivo" que alguna vez defendió Georges Bataille y promueve funciones que, en su gran mayoría, se presentan una sola vez, con rigurosa entrega de programa en mano y posterior refrigerio para los espectadores (con el consecuente "derroche" de recursos de producción, investigación, escritura, ensayos... y el inevitable riesgo del resultado desparejo).
Quien inició, hace unos 5 años, esta particular búsqueda se llama Martín Seijo y el grupo teatral que dirige, la Compañía de Funciones Patrióticas, se dedica, precisamente, a rememorar las fechas patrias desde la lejana impronta del acto escolar y el mucho más apremiante gesto del humor político.
Básicamente desconocida para el gran público, la Compañía se nutre de una red de seguidores forjada en el boca en boca, en la eventualidad de las cadenas de mails y en la aceptación del desparpajo como otra forma de recrear la historia. "La idea es desmontar el estereotipo, ver que hay varias historias oficiales en lugar de una sola -describe Seijo-. Es verdad que a veces hay una historia que es hegemónica y se mantiene varias décadas, pero luego va cambiando, mutando. Lo que queremos es mostrar que ahí hay una construcción. Y que si se la naturaliza se pierde todo tipo de reflexión posible."
Seijo estudió Ciencias de la Comunicación y Ciencias Políticas, además de realizar cursos de actuación, dramaturgia y dirección: probablemente en esa formación tan diversa se explique la mirada de un autor que tanto puede recurrir a textos literarios o históricos medianamente clásicos (de El Gigante Amapolas , de Alberdi, o Los siete platos de arroz con leche , de Lucio V. Mansilla, a Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina , de Ramos Mejía), como basar sus trabajos en información periodística o, incluso, jugar con diversos formatos mediáticos.
Solemnidad versus reflexión
El año pasado, con motivo de la celebración del Día de la Bandera, vinculó la figura de Manuel Belgrano con la polémica en torno del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego. La obra se llamó 37º Congreso de Revisionismo Histórico Nacional y, a modo de prólogo, contaba con la proyección de un breve documental donde conocidos investigadores, políticos y periodistas aparecían dando su parecer, a favor y en contra, de la creación del Instituto Dorrego. Para la obra en sí, que recreaba un desopilante debate entre historiadores de un futuro medianamente cercano, Seijo se inspiró en una noticia cubierta por los diarios de 1902: el descubrimiento, durante las tareas de exhumación de los restos de Manuel Belgrano para luego sepultarlos en un mausoleo, que dos de sus dientes habían sido robados.
"Eso me dio pie para imaginar una historia en la que uno de esos dientes era usado para clonar a Belgrano y presentarlo en un congreso de historiadores, dentro de 50 años -se ríe el autor-. Lo de los dientes es una anécdota mínima, cierto. Pero igual habla de la relación que la política tiene con los cuerpos... Esa cuestión necrológica extraña que tenemos; eso de que no podemos dejar en paz a ciertos muertos de la política, siempre viendo qué tienen escondido, si hay que armarles un altar para que estén todo el tiempo expuestos o si son un botín de guerra. En un ensayo donde trabaja categorías políticas a partir de, entre otros referentes, Hamlet y Edipo, Eduardo Grüner dice que cuando se retiran los cadáveres, empieza la política. En la Argentina eso todavía no está claro."
Ahora bien, ¿cómo mantener la línea de la mirada humorística cuando, a veces, las temáticas pueden tocar zonas tan duras como las de la muerte, la violencia o los efectos letales de la corrupción? "Lo del humor no fue una decisión determinante -va a responder Seijo-. Se fue dando así, supongo que por esto de no caer ni en lo solemne ni en la bajada de línea. De todos modos, a mí me parece que hoy se ha perdido el humor vinculado con la política. En general se cae en las parodias o las imitaciones que no van mucho más allá. No hay espacio para la crítica ni para reírse de sí mismo. Pero el humor tiene que ver con salirse de la mirada ingenua, contribuye a que se deje de dar por natural algo que no lo es. Si hay posibilidad de reírse, es porque también hay posibilidad de cambiar algo o llevar a que se vea de otra manera."
Desde su punto de vista, estos objetivos quedan más allá de las posibilidades de quienes ejercen el poder: "Todo gobierno populista seguramente es solemne. También hay gobiernos solemnes que no son ni populistas ni populares ni nada... son represores. Lo que pasa es que yo creo que ningún gobierno puede ser popular, sino más bien un ámbito para construir. Si los gobiernos se asumieran como medios para llegar a fines virtuosos, a lo mejor las cosas se resolverían de otro modo. No se hablaría tanto, tampoco. ¡Y yo no haría lo que hago!".
Seijo reconoce algo así como una iniciación en el pensamiento político en las sobremesas familiares y en una temprana participación -al filo de la infancia y de la mano de su padre- en aquella manifestación espontánea de la Semana Santa de 1987, cuando una multitud se reunió en Plaza de Mayo para dar su respaldo al gobierno de Raúl Alfonsín. Si esa matriz, equidistante de las filiaciones partidarias, pero decididamente jugada por los valores democráticos, marcaría su mirada, un texto del siglo XIX orientaría su búsqueda en los terrenos de la historia, el teatro y la política. Cuando leyó El gigante Amapolas , de Juan Bautista Alberdi, vio en esa crítica a Rosas que también es crítica a los unitarios, el modo en que el humor podría ser un medio no sólo para aludir a la política sino para trasponer distintos momentos históricos. Una farsa de 1842, que mostraba a un grupo de hombres incapaces de mirar más allá de sus pequeños problemas, aterrados ante la sola presencia de un gigante de paja, le marcó un modelo de trabajo que luego se ampliaría a la lectura de textos históricos y la investigación en archivos como los de la Biblioteca del Congreso.
Hace unos tres años, Adriana Rosenberg, directora de la Fundación Proa, descubrió en una sala de teatro independiente lo que Seijo y su grupo estaban haciendo. Desde entonces, las presentaciones de las Funciones Patrióticas se hacen en el auditorio del espléndido edificio de La Boca.
"Se trata de activar cierta mirada crítica -sintetiza Seijo-. Colaborar en decir que no hay que tomar un partido extremo por una causa o por otra. Porque evidentemente desconocemos muchas facetas de los personajes históricos; hay cosas que no se van a poder reconstruir nunca. Lo mismo pasa con los personajes del presente. Entonces, lo primero es tomárselo con humor y luego analizarlo de modo que cada uno pueda aportar cierta discusión, cierto diálogo".
Perfil
Nombre y apellido: Martín Seijo
Edad: 36 años
- Formación
Estudió Comunicación, Ciencia Política y teatro. Integra el Area de Comunicación, Artes Escénicas y Artes Audiovisuales de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. - Compañía propia
Tras varias experiencias como director teatral, hace cinco años creó la Compañía de Funciones Patrióticas, que se presenta en la Fundación Proa.