Martín García, el cruzado K que dirige la agencia estatal de noticias
Publicista de larga trayectoria en el peronismo y hoy ultrakirchnerista declarado, Martín García es el nuevo titular de lTélam, un canal clave para la difusión del discurso oficial al que llegó, dice, para darle una impronta nacional, popular y patriótica: no cree en la objetividad periodística y se declara militante primero, después periodista
El plato es gris y antiguo, lleva dibujados los rostros de los fundadores del justicialismo y sobresale en una biblioteca con espacios aún por llenar. “Y eso no es nada. Acá abajo voy a juntar dos fotos: el abrazo de Perón y Evita, y el de Néstor y Cristina. Va a quedar bárbaro”, dice con una media sonrisa Martín García mientras señala un estante y se acomoda en el sillón de su despacho, a escasos quinientos metros de la plaza de Mayo.
En el octavo piso del edificio de la agencia de noticias Télam hay un enorme ventanal con vista al río. Allí, y desde hace poco más de un mes, trabaja el experimentado publicista y dirigente de la comunicación peronista al que la presidenta Cristina Kirchner ubicó al frente de la agencia oficial de noticias, en reemplazo de Martín Granovsky.
Como resultado de un extraño mix entre un discurso del primer peronismo y el uso diario de las nuevas tecnologías, García comenzó a desplegar tareas que podrían resumirse en una curiosa pero inflexible toma de posición: basta de periodistas profesionales en el sentido liberal del término, bienvenidos los militantes para contar con sus palabras lo que él denomina la “revolución del Bicentenario”. Es decir, las gestiones del anterior y el actual gobierno kirchnerista. Y eso a pesar de que en su currículum aparecen menemistas como Claudia Bello y el ex presidente Adolfo Rodríguez Saá, de quien fue vocero de campaña.
“Los profesionales son como las prostitutas, escriben mentiras en defensa de los intereses de los que les pagan. Los militantes, en cambio, escribimos la verdad al servicio del pueblo. Soy primero militante, después periodista”, dice García a LA NACION sin que le tiemble la voz y sin preocuparse por la incomodidad que podrían causar sus palabras.
A los 65 años, y sumado desde 1973 al PJ (su pasado reconoce militancia anterior en el Frente de Izquierda Popular de Jorge Abelardo Ramos), García presenta credenciales más que suficientes para ser fiel difusor de las ideas kirchneristas.
Fundador de la red nacional y popular de noticias Nac & Pop y de la agrupación Oesterheld, en homenaje al guionista y escritor desaparecido en la última dictadura militar, su prédica está cargada de críticas a los “monopolios periodísticos”, la oposición política al Gobierno y “las corporaciones”, y profesa un apoyo irrestricto a la ley de medios audiovisuales impulsada por el Gobierno y actualmente suspendida en su aplicación por la Justicia.
El discurso de ataque permanente a los enemigos del Gobierno calza como anillo al dedo al kirchnerismo de paladar negro, y cuentan en un despacho ministerial que fue eso lo que llevó a Gabriel Mariotto, titular del Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, a insistir ante el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, para lograr su designación.
Sus primeros días en Télam, según contaron a LA NACION veteranos integrantes de la planta permanente de la redacción, no pasaron desapercibidos. Luego de presentarse ante cada sección, García habló ante los responsables de la agencia de “organizar el servicio” pero también de darle a Télam “una impronta nacional, popular y patriótica, que es lo que está faltando”. Además de acercarse al comedor donde almuerzan los empleados rasos, García también les recomendó a los jefes “traer a la redacción libros de [Arturo] Jauretche y [Raúl] Scalabrini Ortiz, para consultarlos diariamente”. Un gesto bien visto por los peronistas y tomado con una mezcla de sarcasmo y resignación por periodistas de formación independiente.
García no cree, según afirma a LA NACION, en la objetividad ni en la neutralidad periodística, premisas básicas de cualquier manual de periodismo occidental desde hace dos siglos. “¿Con quién voy a ser objetivo? Del otro lado están los que tiraban gente viva al río y los secuestradores de bebés. Con ellos no puede haber objetividad”, dispara sin segundas lecturas posibles.
Su toma de posición sobre los violentos años setenta tiene que ver, también, con un drama personal. Su primera esposa, Rocío Borbolla Martínez, dirigente de Ctera y madre de dos de sus seis hijos, fue secuestrada y desaparecida en junio de 1976. Camilo García, el hijo que adquirió más notoriedad pública, pasó en los últimos meses de la frivolidad del periodismo chimentero a un súbito ataque de “compromiso militante”.
La redacción de Télam, a poco de andar, también comenzó a cambiar. Se incorporó como jefe de la redacción Gabriel Fernández, ex director de la revista chavista Question Latinoamérica y compañero de ruta en la Nac & Pop. También cambiaron los responsables de la mesa de edición y se ubicaron como jefes de la sección política dos periodistas de perfil militante: Héctor Sánchez y Marcelo Cena, vocero del ex piquetero Luis D’Elía. Los dos estaban marginados de la redacción por las gestiones anteriores, y cumplían funciones en… la torre de tránsito.
Crespones en la redacción
Los cambios estratégicos se completan con un nuevo diseño de la página web de Télam, con amplios espacios y columnas dedicadas al ex presidente Néstor Kirchner y al día de la Militancia, que se conmemoró el miércoles último. La muerte de Kirchner golpeó al nuevo titular de Télam, tanto que lo llevó a escribir una columna en la revista web Zoom. “Néstor Kirchner comienza a viajar por lo que es eterno (…) ahora quedan sólo Cristina y los compañeros al frente del valiente pueblo argentino”, fue su conclusión. El día de la muerte del ex mandatario, García hizo un minuto de silencio y repartió crespones negros a los redactores. No los obligó a usarlos, pero el mensaje fue claro.
¿Con su gestión Télam volverá a dar lugar y espacio a la oposición? “Sí, siempre y cuando digan algo interesante. Porque la oposición también dice muchas boludeces”, se ríe. “Los opositores son la Unión Democrática reciclada”, sigue. De todos modos, y según empleados de la agencia, García designó a distintos redactores para ocuparse de la actividad diaria de dirigentes opositores. Habrá que ver si los cables son publicados en los próximos meses.
Otros peronismos
A pesar de su actual prédica combativa, García supo trabajar para otros referentes del PJ, más moderados y menos revolucionarios. En su currículum se destaca su paso por el Ministerio de Acción Social bonaerense y la creación del canal 4 durante la gestión de Antonio Cafiero al frente de la gobernación. También formó parte de la intervención federal a Corrientes que encabezó, allá por 1991, la menemista Claudia Bello. Fue subsecretario de cultura de aquella administración, director del programa de democratización de la cultura (Prondec) en el primer gobierno de Carlos Menem y jefe de prensa de la Anses, en 1998. Años más tarde comenzó a trabajar con los polémicos hermanos del poder puntano: Adolfo y Alberto Rodríguez Saá. García se encargó de la campaña presidencial de Adolfo Rodríguez Saá en 2003, y luego se ocupó de difundir las políticas sociales que su hermano Alberto llevó adelante en la provincia.
Buen comunicador, y sin perder el buen talante, García tiene explicaciones para tantos cambios de norte ideológico: “Con el menemismo aguantamos hasta donde pudimos”, se resigna, aunque asegura que Bello “nos ayudó mucho” en el armado de la red televisiva correntina, sobre todo canales de baja potencia y emisiones educativas. “Menem y Duhalde son enfermedades del peronismo”, sostiene hoy, cuando los dos dirigentes ya están lejos del poder.
“Los Rodríguez Saá son peronistas en San Luis, pero cuando salen de ahí se pierden, no saben dónde están”, dice de los hermanos en el poder puntano, a quienes García defendió con énfasis durante años. En 2004, por ejemplo, le dijo a La Nacion que los grandes medios atacaban a San Luis “como vendetta porque Adolfo suspendió el pago de la deuda externa” en su semana como presidente. También decía que esa provincia “tiene problemas, pero no más que otras, como Santa Cruz”.
“Los videos y la campaña que García hizo para San Luis tienen ese tono autoritario del primer peronismo que es común a los Rodríguez Saá y a los Kirchner”, critica el ex diputado opositor puntano Juan José Laborda Ibarra (Nuestro Compromiso).
¿Cómo hará ahora para manejar una estructura elefantiásica, con 700 empleados y sueldos elevados? “Con laburo podremos llegar a todos los rincones del país. Hay mucha gente valiosa y hay que darle lugar”, se ilusiona. También hay heridos. “Quieren una agencia estatal gubernamental. Y bueno, ya no les servimos”, comentó uno de los miembros salientes de la conducción, enojado por el brusco cambio de prioridades.
García conoció a Cristina Kirchner hace diez años, en un acto de la agrupación Oesterheld. “Le dimos un premio, fue premonitorio”, se alegra, y cuenta que, entre otros, estuvieron Hugo Moyano y el cineasta y actual embajador cultural Leonardo Favio. Quienes lo conocen afirman que su trato con la Presidenta es cordial, sin intermediarios.
Su fidelidad al “proyecto nacional” resiste cualquier prueba de pureza: su visión sobre el polémico caso del valijero venezolano Antonini Wilson, por ejemplo, va más allá de las explicaciones oficiales. “Fue y es una operación de manual de la CIA”, asegura en defensa de su gobierno y de Hugo Chávez.
¿Es kirchnerista o peronista? Antes de irse, García suelta una definición que lo pinta de cuerpo entero. “Soy peronista, como Néstor y Cristina. El kirchnerismo es un texto que utilizan los enemigos para bajarle el precio al Gobierno. Y eso lo dijo Néstor, no yo”, remata este cruzado de la comunicación K.
© LA NACION
QUIEN ES
Nombre y apellido: Martin Garcia
Edad: 65
Trayectoria política y profesional: pertenece al PJ desde 1973. Previamente había militado en el Frente de Izquierda Popular. Fundó la red de noticias Nac & Pop y la agrupación Oesterheld.
Los 70, en clave personal: padre de seis hijos, su toma de posición sobre los años setenta tiene que ver, en parte, con un drama personal: su primera esposa fue secuestrada y desaparecida en junio de 1976.