Martín Caparrós: "La crónica será marginal o no será"
El escritor dio una charla abierta junto a Sonia Budassi en la nueva sede de la Fundación Tomás Eloy Martínez y explicó que discrepa con la opinión de que este género tiene un lugar central en las letras hispanoamericanas
El escritor Martín Caparrós llegó ayer a la nueva sede de la Fundación Tomás Eloy Martínez pasadas las siete de la tarde vestido de negro, como de costumbre, y con una mochila al hombro. Saludó y caminó por la sala con la misma agilidad con la que luego respondió a las preguntas de la también escritora, periodista y docente Sonia Budassi (editora de revista Anfibia) en una entrevista pública que permitió a ambos profundizar y afilar conceptos en relación a la actualidad de la actividad periodística, la escritura y el lugar de la crónica en el escenario narrativo contemporáneo.
Caparrós, autor de crónicas emblemáticas, discrepa respecto al lugar central que han dado ciertos sectores a la crónica dentro de las letras hispanoamericanas e incide en que la misma “será marginal o no será”.
El escritor considera, como así lo plasmó en su libro Lacrónica, que “esa centralidad” que se le ha dado al género en el marco latinoamericano entre los llamados nuevos cronistas de Indias “es muy discutible”. No cree que exista y señala que, “aún si existiera, sería nociva”. Lo que a él le interesa de este tipo de trabajo “es justamente que sea marginal, que cuestione y que esté afuera, que no sea un manierismo autosafistecho”, recalca.
El entrevistado, que desde hace unos años vive en España, dijo que nunca se sintió parte “de ese club del yo soy cronista más académico", sino que lo que a él le interesa de la crónica es “que sea política” en contraposición a lo que denomina “la crónica caniche, esta cosa de aderezar al perrito, ponerle el lacito rojo y hacerle un buen peluqueo, de adorno literario y de contar boludeces pero con muy buena prosa”.
Sonia Budassi recordó a Caparrós el lugar que la Academia Sueca, “institución muy discutida pero muy global y que siempre se había inclinado por los textos de ficción”, dio al periodismo narrativo al otorgar el Nobel de Literatura en 2015 a la bielorrusa Svetlana Alexievich , primera periodista en obtenerlo. Y el escritor aprovechó la ocasión para opinar sobre el Nobel: “Me impresiona el lugar que le da el mundo a la decisión de ocho protozoarios escandinavos, gente que no ha leído nada de lo que premia en su idioma original, que no tiene ni idea de lo que pasa en el mundo, que están ahí encerrados y que si dicen ah, el mundo dice dijeron ah. Creo que esto responde a una falta de confianza en nuestras propias percepciones. Que hayan decidido premiar a Alexievich me da exactamente igual, por decirlo de una manera elegante. Me parece que responde a esto de que el sistema de excepciones confirma las reglas, de decir somos amplios, abiertos y premiamos esto, pero si se necesita eso para que alguien lea más o mejor ese género, es que ese alguien no es interesante como lector”.
Sobre la evolución de la crónica los últimos años, el autor de El hambre opina que su expansión se ve limitada por la falta de espacios en los medios gráficos tradicionales para su publicación. “Mucho del mejor periodismo narrativo latinoamericano se ha refugiado en los libros porque no tiene lugar fuera de ellos. Yo respeto mucho los libros por eso, entre otras cosas, por esa función. Mucha gente que quiere hacer un buen trabajo periodístico a mediano plazo ya no piensa en un medio de prensa, sino en un libro. Es un fracaso de la prensa o, si acaso, de la inserción de la famosa expansión de la crónica en textos periodísticos”.
El narrador apunta, no obstante, que, en contrapartida “afortunadamente sí existen algunos medios que intentan llevar esto adelante, medios digitales y muchas veces con formas de financiación novedosa, ya no del público sino de algún mecenas internacional, y que están produciendo buena parte del buen periodismo que se puede leer en América Latina, aunque sigue siendo bastante minoritario”.
Caparrós considera que hay una especie de “brío contemporáneo” en relación a que el periodismo debería ser mayoritario o masivo y cree que “esto nos lleva a la dictadura del clic, a publicar cualquier basura para conseguir más lectores en Internet”. Explica que la idea del rating, de la que los medios escritos habían estado privados, ahora afecta al periodismo gráfico “por una cuestión técnica, se puede medir al minuto quién está cliqueando qué y los editores se desesperan y ponen la mayor cantidad de tetas posibles para ver si consiguen algún clic”. Cree que esto es lo que los españoles llaman “pan para hoy y hambre para mañana, ya que los medios terminan desprestigiándose al producir estos contenidos”.
El escritor hace hincapié en que “el buen periodismo nunca fue masivo” y, como ejemplo, pone el caso del diario español El País, “el gran periódico hegemónico, leído por todos, dominante durante un par de décadas por lo menos y que, en su momento de apogeo, en los años 80 y 90, vendía 400.000 ejemplares diarios siendo el referente mediático por excelencia, cifra que en un país de 40 millones de personas es el uno por ciento de la población. Ni siquiera un diario que fue absolutamente central y hegemónico llegaba a una persona de cada cien, por eso esa pretensión de masividad no tiene sentido ni basamento histórico”.
Caparrós sostiene que “no hicimos medios para que sean masivos, sino para que sean buenos. Creo que el lugar abandonado por grandes medios clásicos ha sido ocupado por nuevos. Por eso cuando hablan tanto de la crisis actual del periodismo, suelo pensar que es una crisis de los grandes medios clásicos, y el problema es que como son ellos los que definen el discurso, nos hacen creer que es una crisis del periodismo y no lo es, lo es de ciertas fórmulas del siglo XX que cayeron en sus propias contradicciones y que están dejando espacio abierto para que otros hagan otras cosas, que muchas veces valen la pena. Es una crisis en la que hay un cambio de formato, pero no todo es una catástrofe”, sentencia.
¿Tiene el libro un prestigio desmedido en nuestras sociedades? Ante esta pregunta, el escritor considera que es una cuestión de medidas. “El libro conserva, supongo que por falta de reacción ante los cambios técnicos y quizás por conservadurismo, un prestigio que su cantidad no justifica”. En términos de medida, considera “curioso” ese prestigio que se le da a pesar de ser leído por un número muy reducido de personas. “Que algunos pasemos dos o tres años trabajando en un tema y que, si nos va bien, lo lean 50.000 personas, que es un disparate para un libro, es desmedido, ya que si salís un ratito por televisión te ven millones de personas”, matiza.
A sus 60 años, el premiado autor dice que La historia es el libro que más le importó haber escrito y que tiene algunas “sospechas” sobre el primero, No velas a tus muertos; le da “mucho susto por lo que pude haber escrito a los 20 años”.
Se considera a sí mismo un escritor que algunas veces escribe ficciones y otras no, aunque muchas lo definan “como un periodista que escribe algunas novelas, pero lo cierto es que ya había publicado cuatro novelas antes de escribir mi primera crónica”, subraya. Cuenta que trata de escribir todos los días, y que para marzo publicará una nueva novela, un policial situado en el Buenos Aires de los años 30.
Caparrós, maestro de la escritura y quien ayer dejó ver por momentos también su arte en el peinado manual de su característico bigote, se despidió con prisas –acudía a un debate televisivo– pero no sin antes poder evitar que lo acorralaran varios de los presentes para que estampara su firma en varios de sus libros.