Mariano Borinsky. "La sociedad quiere certezas y no tolera la falta de definición de un caso"
El juez de la Cámara de Casación cree que la demora en la resolución de las causas genera impunidad: "La muerte de Nisman movió los cimientos de la República", afirma
La familia es el principal orgullo de Mariano Borinsky. Después viene su capacidad de trabajo. A lo largo de más de una hora de diálogo alude una y otra vez a la eficiencia y eficacia como conceptos centrales para la tarea de un juez. Hace una asociación inevitable con esas dos virtudes, pero que no deja de sorprender. La falta de eficiencia y eficacia en un juez, entiende, es la puerta principal hacia la impunidad.
Borinsky se le anima con prudencia a la política, cuestión que la mayoría de los jueces reservan para la charla en privado. Integra la Cámara de Casación penal, una instancia por donde transitan los casos de corrupción que involucran al poder político. Vio pasar cientos de causas, algunas emblemáticas, que marcaron época. Otras están haciendo época ahora mismo. Ciccone-Boudou, por decir una.
Rechaza cualquier adscripción partidaria y casi se pregunta de dónde sacarán tiempo sus colegas que la tienen. "No me alcanza un minuto más de mi tiempo para estudiar todos los casos que tengo en estudio, dictar las sentencias y tener una vida", asegura. Con 22 años de servicio en la Justicia, ("desde meritorio, pinche, escribiente, prosecretario, secretario, fiscal, juez, pasé por todos los cargos"), Borinsky afirma que no ha visto jamás nada semejante al caso Nisman. "La muerte de Nisman movió los cimientos de la República", sentencia.
Participó de la marcha en homenaje al fiscal, el 18-F, con perfil bajo y rodeado de su familia. Prudente, evita pronunciarse por el caso y la marcha de la instrucción, pero alguna cosa deja: "No puedo opinar. Porque después de la instrucción vienen apelación y casación. Además no vi el expediente. Pero hay aspectos susceptibles de ser mejorados en la investigación criminal en la Argentina".
Borinsky dice no coincidir con las expresiones de la Presidenta en el sentido de que los jueces "se independizaron de la Constitución" y prefiere creer que se trató de una crítica, "legítima". "El mandato principal de los jueces es cumplir con la Constitución", dice.
-Después de los últimos acontecimientos, ¿qué caracterización haría de la relación entre el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo? En la Argentina vemos con cierta naturalidad que los titulares de los dos poderes tengan un intercambio público más allá de lo que se consideraría habitual. En otras sociedades estaríamos ante un conflicto de poderes.
-La Presidenta se expidió en el marco de la apertura de sesiones el Congreso de la Nación y el presidente de la Corte Suprema lo hizo durante la apertura del año judicial. Es decir que hay un marco institucional para cada uno de esos discursos. Estamos en un Estado de derecho en el que cada uno es libre de dar sus opiniones. En lo que tiene que ver con el presidente de la Corte, éste se dirige a todos los jueces del país. Y mencionó que le parecía bien que hubiera interacción entre todos los poderes del Estado. Es sano que nos escuchemos, que opinemos y que trabajemos en forma conjunta.
-Es una descripción un tanto aséptica. Ese diálogo institucional en la Argentina está plagado de interferencias, contaminado, por decir lo menos. El Gobierno, por empezar, está acusando a jueces y fiscales de conformar un "partido judicial".
-Déjeme ir punto por punto: yo no formo parte de ningún partido judicial. Mi función esencial es hacer juicios y dictar sentencias. El activismo político requiere de tiempo, energía, dedicación. Me consta que mis colegas tampoco. Nuestra obligación es dictar sentencias, aceptar las críticas y hacer docencia sobre las sentencias.
-¿Cómo describiría la acción de una agrupación como Justicia Legítima?
-Fue una agrupación que tuvo una visión crítica del sistema vigente. Por supuesto que hay cosas susceptibles de ser mejoradas y algunas de esas críticas las comparto. Por ejemplo, publicidad de los actos públicos de gobierno, publicidad de las sentencias, publicidad de las declaraciones juradas de los jueces. Somos personas públicas, tenemos que ser y parecer y la sociedad tiene que ver todo eso. Algunas de esas críticas derivaron en las sanciones de las leyes que resultaron positivas. Hay otras cuestiones que puedo no compartir?.
-Lo excepcional es que hay una adscripción partidaria, incluso pública. ¿Eso es beneficioso para la tarea de administrar justicia?
-Justicia Legítima tiene que ver, me parece, con un partidismo judicial interno y de funcionamiento del Poder Judicial, no de política en términos de partidos políticos tradicionales.
-Pero no puede negar que hay un alineamiento con los intereses del oficialismo...
-Eso es una consecuencia derivada que habrá que ver cómo lo lleva cada uno de los integrantes de Justicia Legítima. Hay que preguntarle a cada uno de ellos si es solo opinar cómo funciona la Justicia o hay algo más que tiene que ver con esos intereses. Personalmente, no fui nunca a un acto de Justicia Legítima, tampoco pertenezco a la Asociación de Magistrados.
-Usted participó de la marcha del 18 de febrero. ¿Esa marcha es una contradicción en sus términos? Es decir, fiscales y jueces reclamando por cuestiones vinculadas a la Justicia. ¿Fue un homenaje? ¿Fue una declaración de independencia? ¿En qué condiciones participó usted?
-El día anterior a la marcha, mi hija Estefanía de 13 años me dijo que su prima iba a ir a la marcha porque era compañera de una de las hijas del fiscal. Y que ella también estaba con intenciones de ir. Decidimos ir en familia. No estuve en el pelotón inicial. Fuimos a hacer un homenaje en silencio. Esa fue mi intención.
-Muchos entendieron el episodio de la muerte de Nisman como un parteaguas en esa relación. ¿Usted cree en la idea de que significa una bisagra en la relación entre los dos poderes?
-Yo trabajo en el Poder Judicial hace 22 años. Desde meritorio, pinche, escribiente, prosecretario, secretario, fiscal, juez, pasé por todos los cargos. Y la muerte de Nisman es algo que no ví nunca antes. En los 30 años de democracia. Es la muerte de un colega, que se murió trabajando. La muerte de Nisman movió los cimientos de la República. Hablamos de un fiscal federal general, que investigaba un caso trascendente para las instituciones. La muerte de un colega, alguien que deja todo, pone todo, nos moviliza.
-¿Usted cree que el Estado falló en su cuidado, en la preservación de su vida y del valor de su investigación?
-Hay que dejar que la Justicia produzca todas las pruebas. Incluso hablando con colegas, la verdad es que nadie sabe lo que pasó.
-La instrucción va muy lenta y la sensación que se instaló o bien que se confirmó es que en la Argentina hay un muy bajo nivel de calidad en la investigación criminal. ¿Se investiga bien?
-Sobre la instrucción no puedo opinar. Porque viene instrucción, apelación y casación. Y además no ví el expediente. .. Hay aspectos susceptibles de ser mejorados. Antes de ser juez yo trabajé en una unidad fiscal de investigación en delitos tributarios y de contrabando, bajo la gestión del procurador Esteban Righi, y permanentemente establecía o trabajaba en protocolos de investigación, en tratar de estandarizar determinados mecanismos para mejora la investigación criminal. Estandarizando generamos previsibilidad. Tal vez falta algo más de eso.
-Usted hablaba del marco en el que se pronunciaron la Presidenta y el presidente de la Corte. Tal vez es ese mismo marco el que otorga la verdadera dimensión a sus definiciones. ¿Qué opinión le merece que la Presidenta haya dicho que la Justicia "se independizó de la constitución y de las leyes"?
-Cada uno de esos poderes debe ser independiente de los demás y de todos los poderes, económicos, políticos, de los medios. Es decir, independientes de todos. Los jueces lo primero que deben cumplir es la Constitución nacional. El mandato principal de los jueces es cumplir con la Constitución.
-Descuento que no coincide con la definición de la Presidenta...
-No coincido. Tal vez la intención fue hacer una crítica, que es legítima. Cualquier poder puede hacerlo. Si hay algo que el juez no hizo bien, tiene un control. Al juez de instrucción lo controla el fiscal, apelando, y la Cámara. Y si no hizo algo bien, disciplinariamente tiene el Consejo de la Magistratura. Están los resortes constitucionales y vigentes para controlar.
En su caso, Lorenzetti dio dos definiciones de fuerte contenido político. Advirtió que la Justicia "debe poner límites" y que "es tiempo de acabar con la impunidad". ¿Cómo interpreta usted este mensaje?
-Todos los jueces nos controlamos recíprocamente. Y todos los poderes nos autolimitamos permanentemente. Es razonable que no haya un poder que no tenga límites. Sobre la impunidad: yo soy muy metódico en la administración del trabajo. Tengo un diagrama permanente sobre mis causas en trámite para poder ser eficaz y eficiente. Cuando habla de impunidad, o gasta mucho tiempo mal o no resuelve los casos de trascendencia institucional. Cuando hablamos de impunidad hablamos de demora en la Justicia. La sociedad lo que quiere es certeza. Y no tolera la falta de definición de un caso. El paso del tiempo y la prescripción, son la impunidad, es el desinterés el Estado, la desidia. A eso se refería el presidente de la Corte.
-El contexto en que lo hizo sin embargo está marcado por las investigaciones sobre supuestos delitos cometidos desde el mismo vértice del poder político...
-Yo tuve un planteo de nulidad en el caso Ciccone, y lo rechacé. Y también rechacé otro planteo de nulidad en la otra causa, vinculada con el auto (del vicepresidente) y confirmé la elevación a juicio. Es cierto que la ley de fueros fue modificada ya hace 10 años y antes disponía que el funcionario no podía ser sometido a proceso, y que cuando era convocado, procedía su desafuero. La modificación cambia de una inmunidad de proceso a una inmunidad de detención. Es decir, que mientras no opere la detención puede continuar en funciones. Desde el punto de vista legal procesal, el sistema vigente habilita la continuidad del funcionario. Desde el punto de vista de la oportunidad, mérito y conveniencia, dependerá de los que el poder político considere.
-¿Cómo interpreta la decisión del Gobierno de eliminar la responsabilidad del Estado y de los funcionarios del nuevo Código Civil?
-Hay una responsabilidad específica de sociedades y de empresas que están en leyes especiales, por ejemplo en materia aduanera, de abastecimiento, de ley penal cambiaria, de lavado de dinero. Hablamos de una relación de un funcionario responsable por lo actuado. Hay un mecanismo disciplinario establecido que tiene que ver con el Consejo de la Magistratura para cuando un juez viola alguna de sus obligaciones. Un juez debe tener determinadas garantías, de ahí la necesidad de que tenga fueros. El juri y el enjuciamiento son un buen mecanismo para que aquel juez que incumplió sus obligaciones sea destituido y sometido a la justicia ordinaria, como cualquier ciudadano.
-De modo que hay que esperar que termine sus funciones? Pero usted mencionó en alguna entrevista pasada que una de las grandes diferencias respecto de otras etapas es que ahora se juzgaba a los funcionarios en funciones.
-Es cierto eso, por este movimiento de la ley de fueros. Para buscar un equilibrio se implementó la inmunidad de detención en lugar de la inmunidad de proceso. Hay que ver qué sucede con el proceso penal. Por eso hay funcionarios que están siendo investigados y permanecen en funciones.
-Desde sus usinas de ideas, el Gobierno instaló un concepto curioso: el del "dolor del funcionario", en el sentido de que tienen que soportar una interpelación permanente de la sociedad aun cuando podían estar actuando correctamente . En ese sentido, medidas como la eliminación de responsabilidad ante eventuales daños es claro un beneficio.
-Todo funcionario, como todo ciudadano, tiene derecho al debido proceso. Ahora, la sociedad tiene derecho a interpelar a cualquier funcionario, del poder que sea, generalmente por la vía periodística. Estamos obligados: yo decidí ser juez, y eso es un servicio a la sociedad y es de un poder inmenso. La sociedad tiene derecho a controlarme.
Un futuro posible, según Borinsky
¿Cuál debe ser el principal imperativo de un juez en la Argentina?
Administrar justicia mirando a la sociedad y no mirándose a uno mismo. Como juez, yo debo mirar a la sociedad, debo entender qué es lo que a la sociedad le preocupa. No mirarme a mí, no mirar al colega para ver cómo podemos resolver nuestros problemas, sino cómo podemos resolver los problemas de la gente. Trabajo todos los días para elevar la expectativa de la gente en relación a la Justicia. Soy consciente, voy por la calle, voy a un club los fines de semana, estoy permanentemente nutrido. Los jueces no podemos dejar de analizar el contexto social, cultural, económico en el cual vivimos. Tenemos que ser realistas y es también nuestra tarea medir esa situación más allá de que en el momento en que fallamos lo hacemos de acuerdo con la Constitución y con nuestra convicción. Tenemos que tener una visión global: no podemos estar aislados de lo que sucede porque si no dictaríamos sentencias descontextualizadas. Mi tarea es tratar de atender desde el caso difícil hasta el no tan difícil, escuchar a la gente, explicar las sentencias con lenguaje fácil. Estar conectado con la realidad que vivo.
Mano a mano
Meticuloso, ritualista y conversador
¿Quién dijo que los jueces hablan sólo por sus fallos? A Mariano Borinsky le encanta hablar, hablar y hablar. Se dirá que es propio de su formación de abogado, pero este juez de la Cámara de Casación, máxima instancia judicial penal anterior a la Corte, se atreve hasta con Alejandro Fantino en Animales sueltos (donde Fantino ha hecho entrevistas memorables, por qué no decirlo). Atención que este hombre de 41 años, calvo inminente, de aspecto deportivo y resuelto, no sólo habla: ha dictado unas 23.500 sentencias en sus cuatro años en la Cámara y participó en unos 4000 juicios en sus épocas de fiscal, entre 2006 y 2011. Por su despacho han pasado decisiones en causas como las del tráfico de armas de los 90, LAPA, Cromagnon, Antonini Wilson, Ciccone. Borinsky honra su fama de meticuloso y ritualista: lleva cuenta de sus audiencias en libretas de mano y un diagrama con el número de causas que ingresaron y las que están en trámite. Sus trofeos de tenis sólo quedan opacados por los dibujos escolares de sus hijos. "Estefanía, Gonzalo y Tatiana. Junto con mi mujer Evelin, son lo más importante de mi vida".