María José Sarmiento, la jueza que le puso un freno al poder K
Mujer sencilla y de convicciones firmes, al suspender los decretos presidenciales para tomar reservas del Banco Central y desplazar a su titular, Martín Redrado, se convirtió en una piedra para el Gobierno. Ella sostiene que no es opositora ni tiene ambiciones políticas, y que sólo pretende defender su independencia Adrián Ventura LA NACION
No entiendo por qué todos los sectores sociales tienen tanto miedo", dice, sincera, con una voz suave que no deja traslucir arrogancia ni desafío alguno, María José Sarmiento, la jueza federal que suspendió los decretos de necesidad y urgencia que dictó la presidenta Cristina Kirchner para tomar u$s 6500 millones de dólares del Banco Central y desplazar a Martín Redrado, titular de la entidad.
Los últimos quince días sorprendieron a esta mujer, católica y sencilla, que se define como "doña Rosa". Y también sorprendieron al Gobierno que, acostumbrado a manejar todos los hilos del poder, encontró en la magistrada a alguien que sólo aspira a seguir siendo un buen juez de primera instancia.
Ella, una mujer de 53 años que jamás renuncia a su sonrisa, se iba a marchar de vacaciones a Pinamar, con su marido, Isidoro (63), el único a quien de vez en cuando le pega un grito, y con sus dos hijas adolescentes, como todos los años. Pero, a último momento, cambió de planes y tomó el turno que debía haber ocupado el juez Ernesto Marinelli, quien regresa a su trabajo el lunes próximo.
Quizá con Marinelli al Gobierno no le hubiera ido mejor, pero el destino puso a Sarmiento en medio de la batalla que se desató entre el Ejecutivo, la oposición y el titular del BCRA, Martín Redrado, por la pretensión del Gobierno de apoderarse de las reservas y de desplazar al economista. Una puja que ella hubiera preferido atravesar en el anonimato, como tantas otras que tuvo que resolver.
Para el Gobierno, Sarmiento era una incógnita y, ahora, es una mala palabra. En Balcarce 50 enseguida pudieron averiguar quién era esta magistrada que le recordó al oficialismo que el poder del Poder Ejecutivo debe ser limitado. El procurador del Tesoro, Osvaldo Guglielmino, ex juez contencioso administrativo federal y amigo de esa y de otros jueces, la conoce bien. Guglielmino admite que Sarmiento es "decente" y nunca intentó torcer su parecer. Por eso, si bien la Presidenta Cristina Kirchner calificó injustamente a Sarmiento como "la jueza delivery", finalmente no la denunció.
Sarmiento no es opositora. La política no es lo suyo, pero tampoco es temerosa. Tan sólo pretende seguir siendo independiente.
Nacida de una madre salteña, su padre cordobés fue un coronel que se retiró en 1973 y que luego prestó servicios para la SIDE en el exterior, y su hermano es un capitán retirado. Por eso pasó su infancia en distintos destinos, fue catequista en varias parroquias y se graduó como abogada en la Universidad Católica Argentina (UCA), donde también integró el coro.
Como correspondía a muchos jóvenes estudiosos de clase media en los setenta, fue radical y, en 1983, votó por Raúl Alfonsín. Por esos años, ella ya trabajaba en la Justicia y, en 1991, el entonces presidente Carlos Menem la designó jueza, por lo cual renunció a la afiliación. Sin embargo, nunca fue menemista sino que, más bien, le dio a esa gestión presidencial varios dolores de cabeza.
En esos días, la suerte le empezaba a sonreír. Una bruja le había anticipado a Isidoro que se casaría "con una mujer togada" (es decir, una jueza). Menem la nombró y, a los quince días, ella le dijo sí a Isidoro, con el que todavia sigue navegando en un pequeño velerito.
Aquel año, en la justicia contencioso administrativo había seis cargos vacantes y la cámara del fuero le pidió a la Corte que intercediera ante el Gobierno para completar esas plazas. El tribunal de apelaciones elaboró un listado de sus mejores funcionarios y el entonces ministro del alto tribunal Rodolfo Barra trasladó la inquietud al Ejecutivo. Sin duda, los nombramientos que hizo Menem en la justicia contencioso administrativo fueron algo más profesionales que los que realizó en la justicia penal y de esa camada salieron varias de las juezas (mujeres) que hoy integran el fuero contencioso administrativo. También surgió allí Clara Do Pico, que intervendrá la semana próxima como integrante de la cámara de apelaciones en las causas de las reservas y de Redrado.
De Menem al corralito
Barra, por aquellos años un confeso hipermenemista, considera que "Sarmiento es una muy buena profesional y era de carrera judicial". Y Barra, en realidad, tiene pocos motivos para elogiarla. Cuando en 1996 el ex ministro de la Corte y ex ministro de Justicia se desempeñaba como abogado de la Secretaría de Comunicaciones, estalló el tema del rebalanceo telefónico. La causa quedó radicada en el juzgado de Sarmiento y la jueza no tuvo mejor idea que imponerle a las telefónicas una multa de un millón de pesos (dólares) por día. Las empresas se horrorizaron por la deuda que se acumulaba. Y Barra, en defensa del Estado, también presentó un escrito en el que, por un chicaneo propio de la batalla judicial, deslizó la posibilidad de pedirle a Sarmiento un juicio político. Ella no se amedrentó y, además, denunció a Barra en el Colegio Público de Abogados, que le impuso una sanción.
Por esos años, también Alfredo Yabrán estaba en el centro de la escena y el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo lo acusaba de ser el jefe de la mafia. OCA, empresa del grupo Yabrán, había demandado por daños y perjuicios a Cavallo y la causa quedó radicada en el juzgado de Sarmiento. Un camarista federal la llamó por teléfono y le dijo: "Ellos quieren que te desprendas de la causa". Sarmiento nunca supo si "ellos" era la gente de Yabrán o el Gobierno, pero no cedió: siguió al frente del caso, hasta que la cámara, al tiempo y sin mayores fundamentos, le quitó el sumario.
Así llegó a 2001 y el corralito sorprendió a los argentinos con sus ahorros en los bancos y, a los jueces del fuero contencioso administrativo, con más de 200.000 amparos que abarrotaban los juzgados. Eran tiempos de ebullición judicial y de default.
En esos días, un juez, Guglielmino, resolvía los casos siempre en favor del Estado y en contra de los ahorristas. Tiempo después Guglielmino dejó el Poder Judicial y se convirtió en el actual procurador del Tesoro, para defender los intereses del gobierno kirchnerista. El resto de los jueces del fuero se inclinaba por apoyar a los ahorristas.
Sarmiento dice que sufrió mucho esos días. "Llegaban los ahorristas, a veces con diagnósticos terminales, y decían devuélvanme el dinero, porque me muero", explica. Los abogados hacían largas colas frente a los tribunales. Sarmiento desesperaba y se amargaba y, por eso, sus secretarias salían todos los días a la calle, para recibir los escritos de los letrados y no hacerlos esperar en la fila.
"María José es una mujer encantadora, una de las personas más inatacables que puede haber. Si el Gobierno quiere encontrarle una mancha y convertirla en enemigo, no lo va a lograr. En 2001, por ejemplo, se amargó y angustió tanto por no poder hacer justicia a tiempo con todos los ahorristas -a raíz de la cantidad de amparos- que se enfermó", dice Do Pico, actual jueza de la Cámara Contencioso Administrativo. Es cierto, Sarmiento quedó con una secuela permanente.
El año último, ella volvió a ser una piedra molesta para el poder de turno. El Gobierno pretendía imponer a varios candidatos como jueces federales penales y alguna mano negra les anticipó los resultados de los exámenes. La maniobra, burda, fue descubierta y está siendo investigada. Por su parte, Sarmiento, haciendo lugar a una presentación, suspendió el concurso amañado que había convocado el Consejo y cuyo resultado, sospechosamente, los radicales nunca cuestionaron.
Su calidad de jueza no le valieron lauros políticos, pero sí reconocimientos de la comunidad jurídica. En 2003, su juzgado ganó el premio al Mejor Tribunal del fuero contencioso administrativo, del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires, y en 2004 las entidades Fores e Idea le dieron a Sarmiento el premio a la Excelencia Judicial.
Sarmiento nunca quiso abandonar su bajo perfil, ni siquiera en este caso. Pero en las primeras horas del sábado hubo una sucesión de incidentes que sí la alarmaron y fue por eso que decidió llamar a los medios, para pedir auxilio: durante toda la noche, varios desconocidos intentaron que el encargado del edificio de Barrio Norte donde ella vive le contase cuestiones personales de la vida de la jueza; su vecina y su marido atendieron tres llamados anónimos y la presencia de dos patrulleros lograron intimidarla, uno apostado frente a su casa y el otro, siguiéndola cuando ella caminaba por la calle.
"Sentí miedo por mi famila", confiesa Sarmiento. Percibió peligro, pero no buscó ni tiene custodia personal. Desde ese viernes, en su juzgado hay un incesante desfile de personas que le quieren expresar su solidaridad, incluyendo a los ex ministros de la Corte como Jorge Bacqué y Gustavo Bossert, y la Asociación de Magistrados. De la Corte Suprema o del Congreso, en cambio, no recibió ningún llamado. Los jueces están acostumbrados a la soledad y no sienten mucho respaldo. Pero tienen estabilidad en el cargo y "eso -dice ella- debería alcanzar".
Hoy, la doctora Sarmiento no piensa en renunciar ni imagina otra posibilidad en su vida que seguir siendo jueza de primera instancia. Nunca quiso someterse a los exámenes del Consejo de la Magistratura para ascender, porque, opina, hay que tener contactos políticos de los que ella carece. Ahora, sin embargo, por haber cumplido con su deber de jueza, en este mundo del revés, quizá deba enfrentar al Consejo de la Magistratura para sufrir un eventual juicio político. Ese será, tal vez, su próximo desafío.
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Quién es
Nombre y apellido: María José Sarmiento
Edad: 53
Coreuta y catequista: Casada y madre de dos hijas, se graduó como abogada en la Universidad Católica Argentina, donde también integró el coro. Fue catequista en varias parroquias.
Premio a la Excelencia Judicial: Fue designada jueza en 1991. En 2003 su juzgado fue distinguido como Mejor Tribunal del fuero contencioso administrativo y un año después ella ganó el premio a la Excelencia Judicial.