Marcelo Polakoff. "Ojalá que las causas en las que trabajaba el fiscal Alberto Nisman avancen"
Córdoba
La oficina es austera, luminosa y amplia. Un escritorio, algunas sillas, una computadora absolutamente convencional. Nada extraño. Lo que llama la atención en el lugar son dos importantes retratos contenidos en un mismo marco, pegado a una pared: Groucho Marx y Tato Bores.
"En realidad, me falta un tercer retrato, el de Woody Allen. Porque lo admiro muchísimo, tanto como a Groucho y a Tato", dice Marcelo Polakoff, el rabino que llegó a Córdoba hace 16 años y que con el tiempo se convirtió en un referente social en la provincia.
No elude las preguntas, más bien todo lo contrario. "En todas las religiones hemos hecho desastres a lo largo de la historia", explica, sin perder la calma.
Polakoff asistió espiritualmente a integrantes de la familia del fiscal Alberto Nisman cuando atravesaban lo más doloroso del duelo. Al referirse a este tema lo hace con total naturalidad: "Lamentablemente, la primera vez que vi a Nisman fue en la morgue, adonde fui a acompañar a su mamá y a su hermana, en el momento en que le entregaron el cuerpo". Y destaca: "Admiro a la familia de Alberto Nisman".
Se percibe con claridad que lo enorgullece ser parte del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz), que también integran católicos, musulmanes y evangelistas. A propósito, trae a la mesa un recuerdo duro: en diciembre de 2013, fue uno de los líderes religiosos que intercedió para intentar desactivar el paro policial que dejó a la ciudad de Córdoba indefensa durante dos días en los que se produjeron incontables desmanes.
Sin cambiar el tono, abre la puerta de su memoria y expresa que, hace unos años, mantuvo varias y prolongadas reuniones con Mercedes Sosa, quien le pidió que le enseñara a cantar en hebreo. "Me impresionó mucho la casa de Mercedes, estaba repleta de plantas", recuerda.
Sonríe cuando se le pide una opinión sobre la separación de Iglesia y Estado. "Cáritas es prácticamente un Ministerio de Desarrollo Social", asegura.
Respecto del debate por la legalización del aborto, advierte que nota "mucho extremismo y mucho uso político que no hace bien", y sostiene que lo ideal es tender puentes para superar las grietas.
Más allá de los debates coyunturales, hay una discusión que se viene: el sostenimiento de la Iglesia por parte del Estado.
De hecho, la Iglesia ha sostenido y sigue sosteniendo, curiosamente, al Estado porque hay una cantidad enorme de gente que si no fuera por la atención permanente de la Iglesia estaría en serios problemas. Cáritas es prácticamente un Ministerio de Desarrollo Social y muchas de las tareas que hace sirven para ayudar al más débil, sobre todo en un Estado como el nuestro, que exhibe debilidad a la hora de estructurar políticas sociales a largo plazo para reducir la inequidad y la pobreza. Entonces, la tarea de la Iglesia es muy importante. Uno podría decir, por cuestión de principios, que hay que separarla del Estado. En la Argentina se dan ciertas particularidades. La Iglesia católica ayudó a la creación del Estado en sí mismo y tiene un papel particular. Por eso hay que darle cierta vuelta al tema; habría que aplicar algún modelo como el alemán o el español, por ejemplo. Allí, cada contribuyente puede destinar una porción de lo que paga en impuestos a un determinado culto, o no hacerlo. Me parece que eso no estaría nada mal. De todos modos, se dieron grandes avances en el país. Hasta 1994, no se podía votar a un presidente que no fuera católico. Eso cambió y creo que está bien. No veo perjudicial dar el debate sobre cuál es la mejor opción de financiamiento de la Iglesia.
Esto genera algunos interrogantes, porque la discusión justamente surge en un momento donde se advierten importantes desencuentros entre el Gobierno y la Iglesia católica.
Yo tengo la misma sensación; es algo que baja la calidad del debate. Considero que a esta discusión hay que ponerla en HD [High Definition; alta definición]. Existen maneras de hacerlo, como lo que mencioné sobre los modelos europeos. Si bien la religión puede ser un tema absolutamente personal, la religiosidad es un fenómeno que va más allá de lo personal. Y si el Estado apoya la actividad cultural o la actividad deportiva, ¿por qué no podría o debería apoyar la actividad religiosa? Otra cosa es el sostenimiento, pero yo no digo eso.
¿Cómo es el modelo judío?
El modelo de organización es autónomo y cada comunidad es autónoma, vale decir que el sostenimiento de cada una es responsabilidad de sus miembros. Se fueron armando de ese modo y así siguen hoy las cosas, por eso cada una funciona como si fuera una ONG. No tenemos ninguna jerarquía eclesiástica. Yo no tengo un rabino-obispo o rabino-Papa. Yo respondo a mi comunidad. En todo caso, las mil familias que la componen son mis empleadores si se quiere. Luego, yo me debo a ellos. Ese modelo rige desde hace miles de años.
¿Por qué hay tanta desconfianza y tanto desconocimiento sobre las religiones?
La desconfianza es una característica humana que tiene muchos vericuetos. En general, se combate con conocimiento. Por ejemplo, en el Día del Perdón la sinagoga de Córdoba está repleta de gente. Y viene el imán y saluda. Yo hago lo propio en la mezquita cuando se trata de una celebración musulmana. Obviamente, el obispo también lo hace. Esto es algo que no pasa habitualmente. Si un rabino entra a una mezquita en otras partes del mundo... bueno, puede durar vivo 15 segundos. Esto que hacemos acá tiene que ver con la confianza; se construye con tiempo y dedicación. Y se logra. Cuando la intención es buena, la desconfianza se vence. En todas las religiones hemos hecho desastres a lo largo de la historia. Tenemos que hacer menos macanas.
¿Por qué es rabino?
Para mí es una bendición pero a la vez no deja de ser difícil. Ser rabino implica manejar un abanico enorme de situaciones cotidianas que son extraordinarias para mucha gente aunque para nosotros son ordinarias entre comillas. Por ejemplo, el ciclo de vida, ya que el rabino está presente en todo el ciclo de vida de una persona: el nacimiento, el casamiento, el divorcio y hasta la muerte. Siempre estamos en contacto con las familias, tanto en los momentos de extrema felicidad como en los de extremo dolor. En esas situaciones de orden vital siempre estamos acompañando a las personas. Con cada familia es diferente, pero siempre es un contacto. Para mí lo ordinario termina siendo lo extraordinario a la vez. También está vinculado a situaciones diferentes. Por ejemplo, a mí me tocó estar presente con el Comipaz junto con el obispo en un momento durísimo de la historia de Córdoba [en diciembre de 2013, durante el paro policial que terminó con irracionales hechos de violencia]. Estuve también en situaciones más trágicas, mucho más trágicas, como el atentado a la AMIA o con la familia Nisman, luego de la muerte del fiscal. Los rabinos tenemos la posibilidad extraña de estar en los momentos relevantes de mucha gente y ayudarla a procesarlos. Para mí, eso es una bendición. Esto dicho desde la tradición hebrea, ya que rabino significa maestro. Es algo que tiene que ver con una actividad educativa muy importante, como dar clase, preparar charlas, conferencias, encuentros. También existe un área vinculada al desarrollo social, para estar y acompañar a la gente en estado de necesidad social. Nuestra tarea tiene tres patas o ejes, y digo esto basado en el Talmud: la Torá (el estudio), la Avodá (el culto) y las buenas acciones. Hay que desarrollar la parte intelectual, la parte espiritual y el desarrollo social. Es como si tuviéramos el 33 por ciento para cada cosa.
Dada la enorme trascendencia que tuvo el caso, acompañar a la familia del fiscal Nisman luego de su trágica muerte debe haber sido una situación más que compleja.
Espero haberlo hecho bien. A tres años, debo decir que es una familia a la que admiro. No conocí al fiscal, y llegué a su familia por una serie de circunstancias extrañas que todavía no termino de explicarme. Lamentablemente, la primera vez que vi a Nisman fue en la morgue, adonde fui a acompañar a su mamá y a su hermana, en el momento en que les entregaron el cuerpo. Digo que es una familia admirable porque, más allá del dolor, sobrellevó con dignidad todo lo que le sucedió. Soportaron todo tipo de calumnias, agravios, malos tratos y amenazas. Cuando hablo de la familia de Alberto Nisman, me refiero a su mamá Sara y su hermana Sandra, a su exesposa Sandra Arroyo Salgado y sus dos hijas, Iara y Kala. Creo que uno no sabe cómo va a responder frente a una muerte, especialmente cuando se trata de un episodio de alto impacto y tan violento. Respondieron de manera admirable y por eso, más allá del cariño, siento admiración por todas ellas. Yo traté de hacer lo que podemos hacer ante una familia que tiene una pérdida. Sabía que se trataba de una situación muy especial, pero desde mi papel como rabino eso no cambiaba nada, mi actitud era la misma que frente a cualquier otra familia que sufre una pérdida. Uno intenta poner una gasa sobre la herida. Aunque no sea sencillo cuando se trata de un asesinato de tanto impacto.
¿Qué espera la sociedad?
Es muy difícil decir en términos generales "la sociedad". No puedo hablar ni en nombre de la sociedad ni tampoco en nombre de la sociedad judía. El primer día, esa sensación de sentido común de que no se había quitado la vida fue creciendo, a pesar de que durante mucho tiempo se intentó vender la hipótesis de suicidio. Por cierto, después la Justicia ha venido comprobando que lo que ocurrió fue un asesinato. Eso es de por sí un gran avance. Ojalá que las causas en las que trabajaba el fiscal avancen, y lo mismo digo en relación a la investigación de su asesinato. Nosotros, como sociedad civil, debemos fortalecer cada uno de los poderes, en este caso al Poder Judicial, y estar alertas. Porque este asesinato fue un magnicidio.
El aborto hizo aflorar otra fuerte división en la sociedad argentina. ¿Cómo juzga esta discusión?
Mi postura personal y rabínica la escribí en la nación, en el artículo "Contra el aborto y por despenalizarlo". Veo que todavía nos hace falta aprender como sociedad. No hay que encarar este tipo de debates de una manera casi futbolística. Yo expuse en la Cámara de Diputados, y me parece que se trata de un dilema muy profundo y que, como la mayoría de los dilemas, no es casual que tenga a los dos platos de la balanza ubicados de manera similar. Creo que eso indica, cuando una sociedad es más madura, que tiene que haber puentes en vez de grietas. Aquellos que tenemos liderazgo en el tema religioso, podemos aportar un poco, siempre que lo hagamos con respeto y sin fanatismos, de modo tal que lo que se legisle tenga en última instancia una cuota de mesura, algo que suele ser muy difícil. En esta discusión veo también mucho extremismo y mucho uso político que no hace nada bien. La situación no debe convertirse en una cuestión de cara o ceca. Insisto: hay que establecer puentes. Pero bueno, desde el fondo del corazón y con toda la tradición judía a cuestas como yo la entiendo, tendríamos que estar en contra del aborto y a su vez no deberíamos penalizar a las mujeres que pasan por esta terrible situación. Hay que acompañarlas, intentando que la tasa de abortos se reduzca al mínimo posible. Por supuesto que en los casos en los que peligra la vida de la mujer, el aborto tiene que ser autorizado para que se haga legalmente. Son casos muy minoritarios.
Pronto el Congreso debatirá la autorización del uso de la marihuana con fines medicinales.
Eso me parece bueno, si la marihuana tiene efectos curativos o paliativos para ciertas dolencias, obviamente tiene que administrarse. No veo por qué habría que oponerse. Otra cosa es el consumo, pero hay que recordar que ya está despenalizada la tenencia para consumo personal. Lo cual tiene una veta que no es menor, porque cuando una persona consume una sustancia en su casa, no necesariamente deja de afectar a terceros. Cuando una persona consume en su casa, después, por ejemplo, sale a manejar un auto... ¿Y entonces? Es muy difícil. Se trata de una cuestión apasionante, pero que no es sencilla ni mucho menos.
Biografía
Marcelo Polakoff es rabino del Centro Unión Israelita de Córdoba desde 2002. Estudió Relaciones Internacionales (UB) y es máster en Estudios Judaicos por la Universidad de Nueva York y copresidente del Comité Interreligioso por la Paz. Presidió la Asamblea Rabínica Latinoamericana y es asesor del Inadi.