Marcelo Birmajer: "Se subestima el papel que juega la libertad en el sistema político argentino"
Autor de más de treinta novelas para adultos y jóvenes, guionista, columnista en medios gráficos y, desde 2017, Personalidad Destacada de la Cultura por la Legislatura porteña, Marcelo Birmajer sumó este año dos nuevos títulos a su obra. En El rescate del Mesías (Sudamericana), cuenta la historia de un cómico judío durante los turbulentos meses de 1973. Sin adecuarse al clima de la época, José Mifkad, el protagonista de la novela, cuestiona la acción y la ideología de los grupos guerrilleros argentinos, que se adentran en un propósito tan mesiánico como patético. Y en Escape a la India (Santillana), su nueva ficción para el público juvenil, sigue los pasos de Azadi, una vaca patagónica que debe huir para escapar de los peligros que la acechan en territorios carnívoros. En 2004, Birmajer recibió el premio Konex como uno de los cinco mejores escritores en el rubro de literatura juvenil. Guionista junto con el director Daniel Burman del film El abrazo partido, actualmente trabaja en la versión cinematográfica de Escape a la India con Juan José Campanella, Cris Morena y Gastón Gorali.
Este año, con la publicación de uno de los cuentos que integra Historias de hombres casados al japonés y de El club de las necrológicas al estonio, la obra de Birmajer, sólida, entretenida e idiosincrásica, parece haber alcanzado mayor reconocimiento. En sus columnas semanales para el diario Clarín, que publica en forma regular desde hace siete años, polemiza sobre temas culturales, sociales y políticos. Es protagonista, además, de un espectáculo de stand up. En Birmajer se hace cuento en vivo, narra sus textos acompañado por el músico Guido Di Carlo. De regreso de Tallin, la capital de Estonia, donde fue a presentar la traducción de su novela El club de las necrológicas en un festival de literatura, conversó con la nacion sobre asuntos culturales, personales y políticos.
¿No participás tanto de festivales y delegaciones oficiales de la Argentina o me equivoco?
Entre los 30 y los 40 años viajaba una o dos veces por año en representación del país. Pero hubo una interrupción brusca en 2011 y eso sigue en la actualidad. Comenzó durante el kirchnerismo, cuando hice un comentario crítico sobre el gobierno. Me contrataban para el programa Café Cultura, y recorría el país hablando de mis libros en escuelas rurales y barrios. Era un programa del Ministerio de Cultura de Nación. Había criticado al kirchnerismo cuando Hugo Moyano bloqueó las plantas de Clarín y La Nación. Al día siguiente me llamaron de Café Cultura para avisarme que prescindían de mis servicios. Desde ese momento hasta hoy, las invitaciones oficiales se redujeron prácticamente a cero.
¿Vos lo atribuís a un motivo político?
Sí, no tengo ninguna duda.
¿Creés que sos considerado un escritor de derecha?
No creo en las categorías de izquierda y derecha. En 2012, escribí una nota titulada "Izquierda y derecha, categorías caducas", donde decía que si la izquierda era la República Islámica de Irán, Venezuela o Corea del Norte, donde se asesina a homosexuales por ser homosexuales y se persigue a las mujeres, donde se oprime a los opositores y no hay libertad de expresión, entonces la categoría de izquierda no tiene sentido. Cuando León Trotsky era equidistante del fascismo o el nazismo y las democracias occidentales, ¿era de izquierda? Era equidistante en una batalla determinante, en la batalla definitiva entre la libertad y la oscuridad. ¿Winston Churchill, que fue el único que resistió al nazismo hasta el año 41, era la "derecha"? Son falsas categorías, generalmente usadas por la propia izquierda para vivir sin trabajar y sin culpa. Los de derecha son los que quieren trabajar o los que reconocen que si vos no labrás la tierra o no tenés una buena idea o algún tipo de sapiencia laboral, estás condenado al hambre. Y los de izquierda vendrían a ser los que todavía creen que vivimos en el paraíso, y que podemos vivir sin trabajar, sin que se nos ocurra nada creativo. Eso aparece en El rescate del Mesías.
¿O sea que coincidís con el protagonista de la novela?
En la parte política, sí. Es lo que dice él en un momento: "La vida es injusta. Ningún partido, por poderoso que sea, puede modificar este hecho". A lo que me refiero es que no hay un poder omnímodo y oculto que trate de hacernos la vida más difícil. La vida es difícil. Tenemos que ser realmente muy creativos para sobrevivir. No solo por nuestro natural egoísmo, sino también porque la naturaleza está en contra de nosotros.
¿Entonces sugerís que el mundo intelectual de la Argentina piensa con categorías viejas?
Por supuesto. El discurso académico de ciencias sociales, no solo en la Argentina, sino también en Inglaterra y Estados Unidos, es progresista. Y al progresismo lo incluyo dentro de la falsa categoría de izquierda. El falso progresismo que, repito, prefiere los regímenes totalitarios y opresores, y no los regímenes que defienden las libertades públicas.
Respecto de El rescate del Mesías, ¿por qué elegiste 1973 como el momento en que transcurren las desventuras del joven comediante judío?
Hay un elemento tautológico y, con perdón de la palabra, inefable, que a mí me apasiona en los años 70, muy especialmente en la Argentina, pero también en otros países, y son los movimientos guerrilleros. Me interesan mucho más que los partisanos antifascistas italianos, a los que les encuentro una justificación. Es interesante porque en los partisanos o la resistencia coincidían los comunistas y anticomunistas para luchar contra el nazismo y el fascismo. Pero los movimientos armados psicopáticos, que buscaban una violencia enfermiza sin razones que los justificaran, me resultan apasionantes. Cada vez que veo un libro sobre ERP o Montoneros, lo compro. El 73 en la Argentina es el año clave, porque es el retorno de Perón y la caída de toda legitimidad por parte de Montoneros. Perón llega a Ezeiza y ese mismo día los manda matar, injustificadamente. De la lectura de los acontecimientos hay algunos críticos que dicen que los montoneros provocaron, pero de mi lectura de los hechos, la masacre que se cometió contra ese grupo fue totalmente injustificada. Los asesinaron a mansalva, sin que hubieran cometido ningún acto en contra del líder. Esa es mi visión. A partir de ahí, Montoneros pierde la legitimidad, porque no se puede decir que están muriendo por Perón porque Perón es el que los quiere matar. Tampoco se puede decir que representa la voluntad de Perón, porque Perón ya les dijo que no tienen nada que hacer en su movimiento, salvo doblegarse. Ahí es cuando los grupos armados se vuelven patéticos sin dejar de ser trágicos. Todas las circunstancias de esos años son ridículas sin dejar de ser trágicas. Qué más se le puede pedir a la literatura, y sobre todo a un autor que nació en el país cuando esos sucesos ocurrían. En 1973 yo tenía siete años.
Sin embargo, la novela es una comedia, con un trasfondo sombrío y violento.
Es una tragicomedia. Creo que todos los chistes que no se le ocurren al comediante están puestos para narrar la novela. Mifkad sufre un año de sequía creativa, pero está contando todo el tiempo chistes al lector, chistes que no le puede contar a su público, porque no los entendería. Diría que hay dos autores muy influyentes para mí: Isaac Bashevis Singer y Philip Roth. Singer trató el tema de la Shoá en clave de tragicomedia y Roth trata la mayoría de las tragedias del siglo XX en tono de comedia. Agregaría a Adolfo Bioy Casares, porque Bioy ha tratado la tragedia del amor en tono de comedia. Son tres de mis maestros, que me han enseñado a ver lo ridículo incluso en la tragedia. Es lo que les falta a los griegos: el sentido del ridículo.
¿Dirías que ese es un atributo de la cultura judía?
Judía, pero también porteña, porque lo tenemos en Bioy y lo tenemos en Borges. Ellos desarrollan lo ridículo en un contexto trágico, como en "La fiesta del monstruo" y en los cuentos de Bustos Domecq.
¿Y cuál sería el rasgo mesiánico?
Hay dos elementos: uno se vincula a la trama de la historia y es que los montoneros deciden secuestrar al Mesías. En medio de esa decisión grandilocuente y ridícula, hay algo de metafórico. Había muchos judíos en Montoneros y algunos otros en el ERP. Si vemos el número de forma absoluta eran pocos, pero si lo comparamos con la población judía en la Argentina, eran bastantes. Pienso que ahí estaba el afán mesiánico pervertido. Marx recupera el afán mesiánico, que tiene que ser metafísico, e intenta retorcerlo hasta hacerlo materialista: el afán de un mundo justo y sin conflictos. Hasta ahora creo que los seres humanos hemos descubierto que no se puede vivir sin conflictos. Que hay que resolverlos a diario, pero que la eliminación del conflicto implica la eliminación del otro, y eso es lo que propone el marxismo respecto de las clases sociales: eliminar al otro. Sin mencionar los párrafos que le dedica a los judíos en El Capital...
¿Querés decir que cierta izquierda es antisemita?
Antijudía. Marx identifica el capital como algo maligno de los judíos. Y eso lo va a retomar Martin Heidegger, que termina afiliándose al partido nazi. Todavía hay una línea que sigue de Heidegger, continúa en Michel Foucault y llega hasta nuestros días en la llamada "nueva izquierda". El antijudaísmo contemporáneo es el intento de deslegitimación de Israel y la nueva izquierda ha ahondado en ese tema hasta el hartazgo.
¿Incluso con la defensa del pueblo palestino?
Es más un ataque a Israel que una defensa de Palestina, porque yo defiendo la necesidad de un Estado palestino y estoy convencido de que hay que garantizar la vida y la libertad del pueblo palestino. Pero la nueva izquierda apoya a Hamás y a los grupos terroristas palestinos, no al pueblo palestino.
¿Cómo ves la evolución de la violencia política en la Argentina?
Desde 1983 hemos aprendido a no matarnos por diferencias políticas, salvo tragedias excepcionales. Hubo momentos trágicos como La Tablada, el asesinato de Mariano Ferreyra, la represión policial en 2001, pero fueron investigados y sancionados. Ningún país democrático está exento de esas tragedias, pero ya no está la idea de exterminar al otro para tomar el poder. La "grieta" me parece ontológicamente distinta de la lucha armada o de la guerra civil argentina. Lo más lejos que llegamos con la violencia política fue con el kirchnerismo, que reprimía a los que pensaban distinto.
Hubo críticas de distintos sectores.
Fuimos pocos los que alzamos la voz frente a esos atropellos, pero finalmente la mayoría terminó dándonos la razón. Me parece que a veces se subestima el papel que juega la libertad en el sistema político argentino; es decir, cuánto amamos los argentinos la libertad. No es cierto que pensemos solo con el bolsillo, la libertad es un tema central, un eje, y durante el kirchnerismo la libertad estuvo en peligro. Desde lo que llamamos progresismo no hubo una gran cantidad de voces que se alzara contra los atropellos que se estaban cometiendo. Podrían haber dicho: "Apoyamos el sistema económico pero esto nos parece inaceptable". Hubo uno o dos que protestaron, pero en general la dejaban pasar.
Vuelvo a la novela: está dedicada a tu hermano, que falleció hace unos años, en 2015, en un atentado terrorista en Israel.
Si en algo me cambió la muerte trágica de Eduardo, fue que ahora todo me duele más que antes. Tengo otro hermano en Estados Unidos, Daniel. Cualquiera que me "googlee" se va a dar cuenta de que yo digo exactamente lo mismo desde 2001, catorce años antes que asesinaran a mi hermano. Y seguí diciendo lo mismo después. Mis ideas no devienen de mi tragedia personal. Somos muchos los que hemos perdido parientes asesinados por el fundamentalismo islámico.
¿El fundamentalismo es uno de los enemigos de la democracia?
El fundamentalismo islámico está protagonizando hoy lo que fue el nazismo en la primera mitad del siglo XX: el ataque contra las libertades públicas. Me preocupa que haya una falta de señalamiento del problema. Hay más trabajo en seguridad que en política. Y el trabajo político es fundamental.
¿En qué consiste ese trabajo?
Los intelectuales de la sociedad occidental, los cineastas y los políticos tendrían que decir con toda claridad que el gran enemigo de la sociedad abierta es el fundamentalismo islámico. Los pocos líderes que lo dicen son considerados reaccionarios. Nicolas Sarkozy, por ejemplo, fue uno de los pocos que lo expuso con claridad. Nosotros, que fuimos de los países más atacados de Latinoamérica y del mundo, deberíamos tener claro eso.