Maradona, una metáfora de nuestra sociedad
Joseph Campbell comparó mitos y leyendas de una increíble diversidad de culturas y épocas de la humanidad y vio que había patrones que se repetían de manera asombrosa, en un mundo en el que cada aldea imaginaba ser un mundo e ignoraba la existencia de otra cosa. Así estableció, hace muchos años, lo que dio en llamar el ciclo del héroe.
Los mitos forman parte de la cultura que permitió a la humanidad dominar el caos primordial y al avance de aquella. Implicó el progreso de la humanidad, y en ese contexto, siempre han sido necesarios los héroes, ya que ellos nos antecedían y superaban nuestras limitaciones humanas. Les pedimos, los idolatramos y ocasionalmente los odiamos, al no encontrar respuesta o imaginar que su respuesta era un castigo. Jordan Peterson dice que aquello que no podemos ver, la cultura, nos protege de lo que no comprendemos, el caos, y haremos cualquier cosa con tal de sostener esa cultura, esa retórica. El inconveniente es que lo que podemos hacer a veces es nuestro mal, o dicho de otra manera, el remedio es la enfermedad.
El héroe tiene un origen en general humilde o negado su linaje, pasa por mil pruebas, sufre varios episodios cercanos a la muerte o inclusive vuelve de ella y en muchos casos sufre un destino trágico o es negado por aquellos a quienes protege.
Su vida o su historia clínica se transformaron en la comidilla de las noticias y en el objeto de proyecciones morales que perversamente veían como una persona padecía todos los males, pero aun así era idolatrado
En estos días, Diego Maradona, como Prometeo quizás, un adelantado, único, distinto, que suma a su habilidad su astucia, vuelve a padecer su destino, el castigo repetido sin fin. Zeus castiga a Prometeo, que le da el fuego (la luz de la conciencia) a los seres humanos, y es encadenado y su hígado es comido por un águila, pero al ser inmortal se regenera, está a punto de morir y resucita.
En los últimos 30 años hemos visto la vida del ídolo popular más emblemático morir varias veces y otras tantas resucitar. Su vida o su historia clínica se transformaron en la comidilla de las noticias y en el objeto de proyecciones morales que perversamente veían como una persona padecía todos los males, pero aun así era idolatrado. En el plano de lo concreto, los médicos que lo han tratado -y todos en general- lo vemos como alguien con problemas que implicarían el final de un ser humano común y corriente, y que sigue transitando año tras año por todos los estados. Quizás el castigo de los dioses frente a su irreverencia sea un espejo en el que nos miramos sin reconocernos. Esto último explicaría la ambivalencia de la pasión, tan amado como criticado y especialmente juzgado, pocas veces ayudado, ya que no es un humano es un titán o un semidios, y nadie puede con ellos.
Su saga nos refiere como metáfora de nuestra sociedad, que teniendo todo, siendo la admiración universal, es desde hace años "el caso argentino", de la eterna agonía y aun así no termina de caer nunca, siempre puede haber un gol providencial. Sin embargo, esa extraña resiliencia tiene un aspecto sombrío y es que en lugar de poder progresar y evolucionar, quedamos cristalizados como Diego en sobrevivir. El argentino descuella en la habilidad de lograr lo imposible y reponerse a todas las adversidades, pero sin nunca salir de ellas y el círculo del eterno retorno. Diego ha padecido patologías expuestas impúdicamente, más aun hoy en época de redes sociales, viralizadas, y no es contenido como un enfermo, sino un héroe caído, pero sobreviviente, como los argentinos. En la adolescente negación de la muerte, donde no hay límites y sí búsqueda de emociones fuertes, que nos impide valorar y comprender el misterio de la vida, y así respetarla y empezar a madurar definitivamente, fuera de la fantasía del héroe.
Quizás necesitamos menos un Diego/héroe y más sentir compasión, empatía, agradecimiento y porqué no amor por el hombre, con todos sus matices. Quizás -ni más ni menos- lo que necesitamos nosotros como sociedad e individuos para salir del eterno retorno, en el que el águila nos devora diariamente nuestro hígado, el órgano que se regenera pero no sirve eternamente enfermo, ya que allí están nuestras emociones más básicas.
Médico psiquiatra, neurólogo legista