Manuscrito: Paddy Chayefsky, el profeta de la televisión
“Yo escribo guiones realistas: es el mundo el que se volvió una sátira de sí mismo”, decía Paddy Chayefsky cuando le preguntaban por el profético paisaje de Network: poder que mata (1976), un mundo parcelado entre corporaciones y con la noticia como insumo más de un carnaval de emociones primales destinado a insuflar aún más consumo, como ficticia isla de autonomía en medio del terror de perderlo todo. Y el de Chayefsky es el nombre en boca de todos los analistas a la hora de analizar el triunfalismo de la TV estatal rusa en los comienzos de la invasión a Ucrania, los mensajes apocalípticos de las nuevas cadenas herederas de Fox News en Estados Unidos tras la caída del derecho al aborto o, aún más cercano, las entrevistas en las que la “planera influencer” ofrece sus servicios de monetización en redes. No existe el adjetivo chayefskiano por una razón: sería muy difícil de pronunciar. Pero el mundo en el que vivimos está controlado por la verdad televisiva, justo como lo anticipó.
Chayefsky, entre sus muchas y memorables pontificaciones, afirmaba que la televisión mostraba a la democracia en su peor faceta, aquella decidida a entregar al televidente estrictamente lo que desea. Había en sus diatribas contra la inacción de “el hombre común” –retomadas por otro gran guionista surgido de la TV y exiliado en el cine en busca del control creativo, Aaron Sorkin– un quizá inmotivado idealismo acerca del poder de las imágenes para cambiar al mundo, que también encerraban un claro conocimiento de causa. El suicidio en cámara de la conductora Christine Chubbuck, en 1974, puede haber sido el disparador de la trama de Network, pero la historia es autobiográfica.
Chayefsky fue uno de los fundadores de la era de oro “original” de la TV norteamericana, surgida no en Hollywood sino en su Nueva York natal de los 50, sede de las corporaciones dueñas de las cadenas que satiriza: programas como Philco Television Playhouse, en la que el autor estrenó algunas de sus obras más conocidas, como Marty, The Catered Affair y Printer’s Measure.
A tiempo para conmemorar el centenario del dramaturgo y guionista –nacido el 23 de enero de 1923 y muerto un día como hoy, 1° de agosto de 1981–, la impactante puesta de Corina Fiorillo que adapta el film de Sydney Lumet, en cartel en el Coliseo, mantiene las cordenadas temporales de la película y el efecto es paradójico: las noticias reales retratadas por el noticiero ficticio en el que se centra la acción, como la historia de Patty Hearst, la crisis del petróleo, las consecuencias de Watergate y los terroristas que negocian el “material” para La hora del horror que planea la productora Diana Christensen (Florencia Peña interpreta aquí el rol que le dio el Oscar a Faye Dunaway) parecen adquirir ribetes tan fantásticos como las diatribas del conductor Howard Beale, escéptico, profeta y finalmente mártir de la lucha por el rating.
Es difícil imaginar a qué límites debiera llegar el discurso que podría escribir Chayefsky –veterano condecorado de la Segunda Guerra Mundial, ganador de tres Oscar– para un Beale de nuestros días. La indignación que reclamaba el personaje de Network (disponible en Apple TV+) al televidente como reacción ante lo que veía en pantalla ya hace años que fue cooptada por los rostros de los noticieros. Tampoco parece que vayamos a apagar la pantalla y dedicarnos a vivir nuestras vidas del modo que querramos, como suplicaba a sus acólitos.
Acaso no haya que imaginar una nueva diatriba, cuando la original no solo se aplica, sino que ha encontrado nuevas capas de sentido: “Sabemos que las cosas están mal. Peor que mal, están enloquecidas. Todo en todos lados está enloqueciendo, así que no salimos más -dice Beale en el discurso más famoso de la película-. Nos sentamos en nuestras casas y lentamente el mundo en el que vivimos se hace cada vez más pequeño, y todo lo que queremos es que nos dejen en paz”. Una sátira que devuelve una mueca en lugar de una risa.