Mandato poético
Y Adonai le dijo a Abraham: andate por vos mismo (Lej Lejá) de tu tierra, de tu lugar natal, de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré.” La cita del Génesis es la puerta de entrada necesaria para que el lector recorra la serie de cincuenta y cuatro poemas numerados que dan forma al último libro de Yaki Setton (Buenos Aires, 1961). La fórmula contenida en la cita (Lej Lejá) no sólo le da el título: funciona además (aun cuando no se la pronuncie) como el eco constante de un mandato que va desde el corazón mismo de la tradición judía (es decir, el vínculo fundador entre un pueblo y su divinidad) hasta la repetición de ese mandato, que cada generación debe cumplir en su paso por el mundo. Setton se ciñe a ese marco de referencia, y en la progresión dramática que los poemas proponen, multiplica las citas para ir desplegando, también, la multiplicación de sentidos, atento a otro rasgo esencial del acervo judío: el afán hermenéutico, la pasión por la interpretación del texto, y con ello, un ir y venir de lo universal de la tradición a lo particular del sujeto que enuncia los poemas.
Lej Lejá puede dividirse, aun dentro de la unidad que lo contiene, en tres grandes momentos: el del mandato del padre al hijo para que salga de su casa; el de la recreación del episodio bíblico en el que Abraham, obedeciendo a la orden de Dios, ofrecerá a su hijo en sacrificio; y el final, en el que el retorno a la casa del padre es el reencuentro con éste en el último tramo de su vida. El ciclo se completa, y lo que fue anunciado en la primera parte (poema 19) se vuelve un hecho: “Soy el lugar, me dijo,/ el lugar de donde vas/ a partir, el lugar adonde/ debes llegar”. Pero no se vuelve del mismo modo en que se partió. En medio de ambos instantes se atravesó un desierto –atributo del pueblo judío, lo mismo que el Libro– que, aunque de “paredes y ventanas” sigue siendo desierto; se ha cumplido la orden de destierro, y peregrinado para ser ofrecido en sacrificio, al tiempo que se produce el regreso (poema 31): “La peregrinación es lenta/ y se repite. Han pasado más/ de treinta años hasta llegar aquí/ y el tiempo siempre vuelve/ hacia atrás y hacia delante./ ¿Qué ves en mis ojeras,/ en mis arrugas, en mis canas?/ Padre, ¿encontrarás aún el candor/ de mis dieciséis años?”
Los últimos poemas se precipitan con el final de una vida, la del padre. El poeta reescribe, a la luz de la propia experiencia, varios Salmos del Libro Sagrado, recrea “ese antiguo/ tono de Oriente”, acompaña al padre en espíritu y cuerpo”. El carácter oral de Lej Lejá –en tanto hay un rastro de oración, de plegaria que lo atraviesa– se sostiene por el delicado trazo de los versos, la ajustada medida, el trabajo preciso sobre el ritmo.
LEJ LEJÁ
Por Yaki Setton
Bajo La Luna
62 páginas
$ 135