Manauta, el escritor que no olvidó su Gualeguay natal
Se cumplió el centenario del nacimiento de un autor que cultivó todos los géneros, y cuyo archivo personal se incorporó hace poco a la Biblioteca Nacional
Su padre era almacenero y su madre, directora de una escuela de alfabetización donde los chicos iban a comer, además de aprender a leer y escribir. En sus relatos, vuelve esa imagen de la escuela de Gualeguay, transformada por horas en un hogar para los hijos de los trabajadores de "las tierras blancas" de los suburbios. Aunque se recibió de maestro en Gualeguay, el pueblo natal donde vivió hasta los dieciocho años, decidió estudiar Letras en la Universidad Nacional de La Plata. Allí tuvo como profesores a Pedro Henríquez Ureña, Arturo Capdevilla y Ricardo Levene, pero fue la amistad con escritores como Juan L. Ortiz, Amaro Villanueva y Carlos Mastronardi la que había dejado enseñanzas más duraderas que las académicas. El 14 del mes pasado se cumplió el 100° aniversario del nacimiento de Juan José Manauta, el entrerriano que, además de poeta y narrador, fue peón, corredor de seguros, imprentero, tipógrafo, corrector y redactor en diarios y revistas del Partido Comunista. A mediados de los años 60, se fue alejando de la militancia política, cuando "el partido se había convertido en una federación de tontos, de sectarios que adherían incondicionalmente a la Unión Soviética". Después de una primera novela que había sido recibida con críticas (Los aventados, 1952), publicó Las tierras blancas (1956), donde narra el éxodo de los campesinos entrerrianos a causa del avance de los latifundistas. Esa historia, elogiada por Abelardo Castillo, fue llevada al cine por Hugo del Carril en 1959.
Solo después de cumplir los cuarenta años, Manauta se animó a la escritura de cuentos, el género por el que hoy mejor se lo recuerda. En una entrevista con Mempo Giardinelli, comparó el cuento con "una piedra que cae en un estanque y forma círculos concéntricos". Creía que para volverse un cuentista aceptable se necesita cierta madurez. Un día le preguntaron sobre la muerte y respondió que no le temía: "Mi miedo es que la muerte me encuentre con un cuento sin terminar". El escritor y editor Sergio Delgado señala: "Como lo podría decir un albañil, jugaba su arte en la terminación. Escribía buscando siempre las palabras que nos mantienen cerca de las cosas, los seres y los recuerdos. El cuento presidió su última etapa de trabajo, desde Los degolladores (1980) hasta Colinas de octubre (1995). Aunque frecuentó la poesía, la novela, el teatro, las letras de canciones, el guión, el ensayo y la traducción, es sin duda en el cuento donde logró, con una lucidez que pocos escritores alcanzan, la sabiduría". Delgado colaboró en la edición de Cuentos completos (Eduner) y visitó a Manauta en el barrio de Colegiales. "Han pasado casi diez años de aquella vez y conservo con fresca intensidad la imagen del artesano que sabe que ha dado lo mejor de sí y contempla con satisfacción sus manos y sus herramientas". El autor de Disparos en la calle (1985) falleció en Buenos Aires en abril de 2013.
"Vi a Manauta una sola vez, en 2006 -recuerda el director de cine Gustavo Fontán-. Estábamos haciendo la investigación para la película La orilla que se abisma, en torno a la poética de Juan L. Ortiz, y queríamos entrevistarlo. Como Juanele, Manauta era de Gualeguay. Como Arnaldo Calveyra, otro poeta entrerriano extraordinario, Manauta se había ido a La Plata para hacer estudios universitarios". Manauta recibió al equipo en su departamento porteño, donde vivía con Lucía Montero, y les ofreció una copa de vino. "Se adivinaba en cada cosa que decía una gran sensibilidad. Se la adivinaba porque estaba detrás de una apariencia seca, dura. Recordó las tardes en Gualeguay junto a Ortiz. Él era un muchacho que empezaba a escribir y el autor de En el aura del sauce tenía unos años más. Sentado en el cordón de la vereda, escuchaba leer a Juanele. De Gualeguay también recordaba a su gente, los trabajadores, los desposeídos. Y la tierra, y el río y las islas, y esa forma particular de habitar el mundo. Lo que aparece en toda su obra", dice Fontán.
El pasado 14, en Gualeguay, se celebró el 100° aniversario del nacimiento del escritor. La SADE local organizó un itinerario por "el camino de Manauta", que incluye el puente Pellegrini, el "Bosque de los Recuerdos" en el Parque Quintana, su casa familiar y la Escuela Normal, de donde egresó como maestro. A la noche, se presentó el disco Manauta hecho canción, de Fabricio Castañeda. Desde 2019, gracias a la gestión de Leopoldo Brizuela, el archivo del escritor entrerriano está a disposición de lectores e investigadores en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. La institución había previsto homenajearlo con una muestra, pero la inesperada muerte del autor platense hizo que el proyecto se postergara. No faltará ocasión para recordar, aun en el mágico silencio de la lectura, a aquel que definió la literatura como "palabras que se iluminan de repente y se apagan, pero se apagan después de estar escritas, libres ya de la muerte y del instante".