Malvinas y la guerra de Cristina con Alberto
Pocos hechos contemporáneos tienen el atributo de hacernos andar en puntas de pie. Con la prudencia que no nos caracteriza. Que exponen al oprobio a quienes quiebran el umbral de lo decible. Las interrupciones democráticas, las violaciones a los derechos humanos, la Guerra de Malvinas. Hitos que rechazan el brochazo cruel y grueso. Salvo para quienes se encuadran en la argentinísima definición de Alfredo Enrique Nalib Yabrán: “El poder es tener impunidad”. En un solo acto lo expuso Cristina Kirchner. Su discurso del “Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinasa bien pudo haber llevado el título de la primera novela de Boris Vian: “Escupiré sobre vuestra tumba”. En simultáneo, la vicepresidenta consiguió deshonrar a los caídos en las islas y derramar inquietantes sombras sobre la frágil democracia conseguida. El acto en el Congreso fue otra batalla de su guerra personal con quien ella llevó a la Presidencia. El mismo al que ahora confronta (o amenaza) con el peor recuerdo del primer gobierno democrático de postguerra: no haber terminado en tiempo y forma su mandato, por haberse entregado al FMI, según la interpretación vicepresidencial. “Todo tiene que ver con todo”, suele afirmar Cristina Kirchner. También, que algunas cosas son “too much”. Inolvidable.