Malvinas: la única fórmula es el diálogo
En una fría mañana de abril de 2011 en las islas Malvinas el periodista británico John Carlin expresó a LA NACION en forma tajante: “Si Mandela fuera presidente argentino vendría aquí ahora mismo para dialogar con estos tipos bajo la firme intención de acercarse y buscar soluciones”.
Se desarrollaba en esos días el referéndum por el que los isleños ratificaron con abrumadora mayoría seguir dependiendo de Londres. Eran días en los que Cristina Kirchner levantaba un discurso agresivo contra los habitantes de Malvinas y las denuncias de la Argentina por el incremento de una presunta amenaza militar en la base de Mount Pleasant eran constantes.
Carlin conoció a Nelson Mandela muy de cerca en Sudafrica y escribió dos maravillosos libros de ese prócer de la política mundial. Uno de ellos es “Factor Humano”, en el cual el cineasta Clint Eastwood se inspiró para hacer la película Invictus. El otro trabajo de Carlin es “La sonrisa de Mandela” y es un libro que Macri recomienda leer a sus funcionarios y amigos.
Está claro que Macri no es Mandela y está muy lejos de ello. Por más que el Presidente reparta libros de Carlin a sus amigos no le llegará ni a los talones. Pero hay algo de salvador en aquella frase de Carlin que insta a cualquier presidente argentino a emular a Mandela ante el conflicto de las Malvinas: privilegiar el diálogo antes que el odio; promover la escucha del otro en lugar de la confrontación o acercarse al adversario para lograr una solución y no profundizar en las diferencias. Mandela tuvo que lidiar con sus propios carceleros para sacar a Sudáfrica de un baño de sangre y romper con años de duros enfrentamientos entre blancos y negros.
Los nacionalismos extremos, el odio y la venganza operan en contra de esta lógica de Mandela. Son esos mismos nacionalismos los que frenarán cualquier tipo de diálogo con los isleños de Malvinas. El tímido acercamiento del Gobierno a los isleños será cuestionado por los portadores del odio y el nacionalismo extremo. El acuerdo sellado ayer en Londres por la diplomacia británica y argentina es un intento por abrir un resquicio de diálogo con los isleños luego de muchos años donde el kirchnerismo utilizó el discurso beligerante para montarse en nacionalismos falsos y ocultar otros males del país.
La decisión del Gobierno de acceder al reclamo isleño por más vuelos al continente podría ser una ventana abierta al diálogo. Lo es también la decisión de los isleños de aceptar en el cementerio de Darwin el proceso de identificación de los 123 soldados argentinos sin nombre que perecieron en la guerra de 1982.
En aquel viaje a Malvinas de 2011 los veteranos de guerra del centro de ex combatientes de Ituzangó Gustavo Giménez y Eduardo Mirabetto se sentaron a tomar cervezas en el bar Globe Tabern de Malvinas con los isleños. “Debemos estrechar lazos con esta gente. Hay que ver cómo quieren al pueblo argentino y cómo hacen la diferencia de los gobiernos que los tratan mal”, dijo Giménez a LA NACION en una muestra de civilidad.
¿Cuántos años deberán pasar para que los argentinos se sienten nuevamente a dialogar con los isleños? ¿Cómo hacer para que los isleños comprendan el amor que los argentinos sienten por esas tierras lejanas? Nada de esto impedirá olvidarse de aquella sangrienta guerra. Simplemente será un gesto para mirar hacia el futuro. Por ahora, el Gobierno ensaya la fórmula del paraguas en el debate de la soberanía de las Malvinas para intentar restablecer lazos con Gran Bretaña. Con ello, no deberá cometer el error de acompañar esta fórmula con el regalo de ositos de Winnie Poo que entregaba el canciller de Menem, Guido Di Tella.
Bien vale la pena apostar ahora por el camino del medio en el caso Malvinas: ni los ositos de Di Tella ni los alaridos de Cristina. Los extremismos son recurrentes en la historia argentina y no llevaron nunca buen puerto. El diálogo será la única solución para cerrar heridas. El paso del tiempo y el largo plazo también servirán para dejar atrás los odios.
Emular a Mandela no le vendría mal a nadie, por más que la copia no sea la más certera.