MALBA: detalles de su remodelación
Una obra que modifica la relación entre el público y las actividades del museo preservando su emblemático diseño
Después de 16 años el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, más conocido como MALBA, estaba necesitando replantear su zona de recepción. Ese gran hall de mármol hasta hace poco tenía en el centro una suerte de isla a la que los empleados llamaban “el cubo” y en la que se resolvía todo lo que tenía que ver con tickets, informes, atención al público y Asociación de Amigos. Demasiados servicios indiferenciados en un espacio al que, al no contar con paredes de apoyo, se le empezaba a complicar la comunicación con un público que crece constantemente.
Por eso el MALBA decidió cambiar. El museo estuvo cerrado durante tres semanas para encarar una reforma que abarcó todos los espacios de la planta baja (hall de ingreso, tickets e informes, tienda, biblioteca, baños y restaurante) y cuya proyección estuvo a cargo del estudio de Juan Herreros, uno de los arquitectos más influyentes de España, con el apoyo local de Torrado Arquitectos.
La obra de refuncionalización implicó ampliar el Nivel Cero e integrar las diversas áreas del ingreso del museo bajo un único concepto y código estético. Así se relocalizó y rediseñó la tienda para convertirse en un espacio abierto y más cercano al visitante del museo. También la boletería y la confitería Ninina quedan integradas al gran hall de acceso.
En todo este proceso una decisión clave era la de qué material debía cumplir esa función de integrar espacios y amalgamar experiencias. Fue entonces que apareció la posibilidad de apostar a Neolith, la piedra sinterizada que está revolucionando la construcción de la mano de unas prestaciones extraordinarias que además se suman a un amplio elenco de opciones estéticas. El revestimiento (que lucirá aquí un tono gris llamado Phedra) fue elegido por ser perfecto para alto tránsito y adaptarse a tanto a superficies verticales como horizontales, en este caso todos los pisos, baños y mesadas del restaurant.
El proyecto no cambia el carácter al edificio original del MALBA, que fue el resultado de un concurso internacional que en 1997 ganaron los arquitectos Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia, sino que lo que busca, más bien, es robustecer la relación con los visitantes y la sociedad en general.
“Tal vez el mármol generaba una impronta más sofisticada, algo distante. Y en estos años el MALBA logró un posicionamiento tan amplio que hacía falta una renovación”, explica Guadalupe Requena, a cargo de la comunicación estratégica del museo. Y concluye: “Creemos que Neolith puede aportarle al proyecto cierta impronta industrial que a la vez tiene que ver con el recorrido que en estos años fueron transitando los museos. Están los que vienen a ver una muestra, pero también el público de cine, el de los cursos y el de las conferencias. En ese sentido MALBA puede convertirse en un espacio de socialización interesante”.
LA NACION