Maestro
Quienes lo conocen de cerca dicen que, detrás de cámaras, tiene un humor extraordinario. Es raro pensarlo de ese modo para quienes han seguido su carrera, que ha transcurrido mayormente delante de ellas: la palabra precisa, el gesto adusto e incluso algo severo, Santo Biasatti fue la voz de las noticias en El Trece durante trece años. Seamos justos: fue bastante más que eso. En una televisión desde hace ya bastante tiempo dada a la liviandad y a una escenificación algo trivial de los contenidos informativos, con noticieros colonizados por la espontaneidad, la frescura y cierta teatralidad desmedidas, Biasatti fue siempre un maestro de la mesura y el equilibrio. Su mayor mérito fue controlar su narcisismo, un mal que parece ser congénito entre quienes tuvieron quince minutos de fama en la pantalla y hace que muchos de quienes trabajan en la televisión cometan el peor de los pecados: situarse por delante de la noticia.
Biasatti ha dado un paso al costado. Es (junto con César Mascetti) uno de los últimos ejemplares de esa especie periodística que Luis Clur comandó durante años en esa emisora. Si parecieron pasar mucho más de trece años se debe a la huella profunda que Biasatti dejó en la audiencia agradecida.