Madres y Padres Organizados, un nuevo actor social
La pandemia expuso a la vista de toda la sociedad las contradicciones de un sistema educativo en crisis, y movilizó a las familias
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A partir de declararse la pandemia de covid y dada la situación de que, en nuestro país, los edificios escolares fueron y permanecieron cerrados durante largo tiempo, Madres y Padres Organizados surgió como una iniciativa comunicacional de las familias que reclamaron el derecho de sus hijas e hijos escolarizados a recibir educación. Los primeros grupos se constituyeron en septiembre de 2020 y los últimos, en enero de 2021. Sus iniciativas y comentarios se pueden seguir en twitter, facebook, instagram o tik tok.
Hay grupos de madres y padres organizados por localidades, partidos e, incluso, por provincias. Es más, resulta difícil que no haya uno hasta en el pueblo más pequeño del territorio nacional. Basta escribir en el buscador “padres organizados...” más el nombre del lugar, que aparece el grupo local en las diferentes redes sociales.
Se diseminaron a lo largo y ancho del país con la rapidez con que caen las fichas de esos dominós interminables que, muchas veces, aparecen en la televisión o las redes sociales, y que van haciendo recorridos que dibujan figuras a medida que las piezas se mueven empujadas por las que las preceden. Actualmente los más activos son los de Chubut, Río Negro, La Pampa, Córdoba, Santa Fe, PBA, Neuquén, CABA, Entre Ríos, Tucumán, Catamarca, Chaco y Formosa.
La cantidad de seguidores es muy variable y puede oscilar entre varios cientos y varios miles, independientemente del distrito y la población que intenten representar. Así es que se encuentran grupos asociados a ciudades o partidos del conurbano que tienen más seguidores que los de una provincia.
La actividad en estos grupos es incesante. Algunos de ellos, en tan solo un año de existencia, tienen más diez mil posteos. Como cada uno sigue y es seguido por la mayoría de sus pares, los “me gusta” o “retuiteos” son innumerables, con lo que se produce un efecto cascada que viraliza exponencialmente las consignas.
Al momento de autodefinirse, las declaraciones están muy vinculadas a las dificultades que franqueaban las familias a fines de 2020, después de un ciclo lectivo completo durante el cual los estudiantes de todos los niveles educativos –con poquitísimas excepciones– no pudieron concurrir a las escuelas. Es por eso que pueden leerse, entre muchos otros, enunciaciones como: “Padres Organizados por la apertura de las escuelas y jardines”, “Somos un grupo de padres de La Pampa que solicita declarar la educación como actividad esencial y el regreso pleno a las clases presenciales”, “La educación es Esencial. Defendemos el derecho humano de nuestros hijos a educarse. #AbranLasEscuelas #ClasesPresenciales2021″, o “Queremos que vuelvan las clases presenciales con los protocolos necesarios. Somos padres de familia que deseamos aportar ideas para la vuelta a clases”.
Las consignas que han ido fluyendo en los miles de posteos de 2021 reflejan con claridad la compleja trama de vaivenes, de marchas y contramarchas de un Ministerio de Educación Nacional que no supo gestionar convenientemente en tiempos en que la situación requería medidas creativas. Esto ocurrió a la vista de toda la sociedad y no, como hasta fines de 2019, al interior de las instituciones, que guardaban con recelo las contradicciones de un sistema que está en serios problemas desde hace al menos tres décadas. Las dificultades y debilidades de la escuela estuvieron reservadas hasta hace muy poco a las interacciones entre los docentes –y sus representaciones gremiales–, los alumnos –y en contados casos, en las organizaciones estudiantiles– y los diferentes estamentos de las autoridades escolares y ministeriales. Las familias fueron espectadores pasivos que, a lo sumo, participaban de forma muy minoritaria de las Asociaciones Cooperadoras. Corrido el velo de lo que sucedía o, mejor dicho, “no” sucedía en términos de enseñanza, de aprendizaje y especialmente de salud mental, física y social, las familias y –en particular las madres– cambiaron la cosmovisión que tenían de la institución escuela, lo que desencadenó este movimiento social que se tradujo en Madres y Padres Organizados.
Las primeras demandas vinculadas con el regreso de los estudiantes a la escuela contribuyeron –entre otros factores– al recambio de dos de los funcionarios de mayor peso político en el ámbito educativo: el ministro de Educación de la Nación y la directora General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, quienes oscilaron sin fundamentos entre posiciones extremas en cuanto a la presencialidad en las escuelas, con el argumento de que los estudiantes podían ser potenciales responsables de los contagios dentro de los edificios.
Ya en 2022, estuvieron relacionadas con la deserción escolar, consecuencia en gran parte de la medida de cerrar los centros educativos. Así lo manifiestan infinidad de publicaciones: “No hay cifras concretas sobre la desvinculación en el primario y en el secundario con la pandemia”, “El Ministro de Educación Nacional refiere unos 500 mil chicos que dejaron de ir a la escuela. No hay cifras sobre el preescolar”, “La deserción escolar es un problema que la pandemia agudizó”, “Otro enero de estimaciones, sin datos fehacientes de cuántas niñas, niños y adolescentes siguen desvinculados del sistema educativo”, “Otro raid mediático de funcionarios sin la resolución sellada para que #AbranLasEscuelasSinRestricciones”. Hoy luchan para que se terminen las medidas restrictivas en las escuelas, que se implemente un plan concreto para la recuperación de aprendizajes y reinserción de los chicos que quedaron desvinculados y que se diseñe un sistema de monitoreo y un mejor acceso a la información sobre la situación educativa para las familias. En los últimos años no pocas jurisdicciones ya han avanzado en la implementación de sistemas de información propios, pero esto no es suficiente y necesitamos que todos los sectores que conforman la comunidad educativa confluyan en el logro de esta meta.
La nueva conducción del Ministerio de Educación Nacional, a cargo de Jaime Perczik, impulsó en los últimos meses y a través de la firma de convenios con cada una de las jurisdicciones el programa “Volvé a la escuela”, que implicó una inversión de varios cientos millones de pesos y que tiene como objetivo el desarrollo de tres acciones: ampliar las estrategias de relevamiento nominal de los estudiantes que se matriculan en las escuelas y sus recorridos académicos; un conjunto de acciones destinadas a la revinculación, reingreso y permanencia; y por último la identificación de los contenidos prioritarios y saberes emergentes de la educación obligatoria, con el fin de resguardar aprendizajes significativos y relevantes a todos los estudiantes de cada provincia.
Hace pocos días el mismo ministerio dejó trascender que impulsaba una política nacional que consiste en agregar una hora de clase diaria en las escuelas primarias, con el objeto de que nuestros niños recuperen parte de los aprendizajes no logrados durante el último bienio, especialmente en las áreas de matemática y lectura, comprensión y escritura. Esto muestra a las claras un reconocimiento explícito de la grave crisis educativa en la que nos encontramos y abre un espacio de análisis, discusión y toma de decisiones de todos los actores, que ahora no puede excluir a las familias que verían tan trastocada su vida cotidiana. Madres y Padres Organizados se están consolidando como un nuevo actor social. Autoridades, docentes y estudiantes debemos comprometernos con su mismo ímpetu.
Educador, ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, director de la Escuela de Formación en Ciencias