El combate contra el narco en el país, un “juego del gato y el ratón”
El tráfico de drogas exhibe una capacidad de mutación vertiginosa; en la Argentina es fácil que se adelante a los funcionarios, por la impotencia de la administración pública, agravada por errores estratégicos
- 6 minutos de lectura'
De todos los fenómenos globales, el narcotráfico exhibe una capacidad de mutación vertiginosa. De ahí que todas las perspectivas sobre su fisiología puedan resultar caducas al momento de su difusión. Con los elementos de juicio brindados por investigaciones de última generación y algunos expedientes judiciales es posible advertir sutiles modificaciones eclipsadas por los horrores cotidianos de la narcocriminalidad de Rosario. No por nada muchos expertos asemejan la lucha contra el narco con el “juego del gato y el ratón”, u otras metáforas como el “efecto globo”: si se aprieta mucho en un sitio se desplaza a otro.
El narcotráfico en la Argentina se organiza en dos ramas interconectadas: el “macro”, con destino internacional, y el “interno”, que define varios nodos que en algunos casos compaginan a ambas. El “globo” se verificaría en el NOA, que, dada su proximidad a Bolivia, le confiere el estatus de principal puerta de ingreso de la cocaína o su versión inconclusa, la “pasta base”, así como el egreso de precursores químicos para producir clorhidrato. Los narcotraficantes procuran desorientar a los funcionarios adelantándoseles, cosa facilitada por la impotencia generalizada de nuestra administración pública y agravada por errores estratégicos que urge rectificar.
El nodo actual más volátil se sitúa en Rosario. Su punto de partida se ubica entre fines de los años 90 y principios de los 2000, cuando el estallido de los grandes carteles mexicanos y colombianos indujo a sus autoridades a restringir la importación de precursores químicos por ser productores de escala de materias primas: Colombia, de coca, y México, de marihuana y opio. La Argentina suscitó la atención de los intereses mafiosos por varias razones: por ser un importante productor o importador de esos insumos para diversas actividades, por la posibilidad consiguiente de completar el proceso y por tener caracteres geográficos óptimos como plataforma de exportación a Europa, África y al Asia-Pacífico.
Rosario se convirtió, junto con otros embarcaderos públicos o privados extendidos al norte y al sur de la ribera del río Paraná, en uno de los principales puertos de exportación de oleaginosas del mundo, desde el ingreso de China en la OMC en 2002, que circulan por la Hidrovía. Esta transporta bienes primarios del Paraguay profundo (Pedro Juan Caballero), segundo productor latinoamericano de marihuana. No es capital provincial, con lo que las colusiones corruptas podían desplegarse con más placidez. Cuenta con un vasto capital humano de profesionales –abogados, contadores, administradores de empresa– y con un centro financiero de porte por el mercado de cereales para facilitar el “lavado” de sus utilidades.
Por último, concentra a una masa de extrabajadores empobrecidos organizados en bandas asociadas a las barras bravas de Newell’s Old Boys y Rosario Central, caldo de cultivo de la “cultura del gueto” y, por lo tanto, una cantera de sicarios dispuestos a defender territorios y a arriesgarse en ingeniosas operaciones de carga desde barcazas y lanchas deportivas. Y emisora de un potente efecto demostrativo entre los jóvenes de los barrios más humildes desconocedores de la cultura del trabajo. Sus parientes, alistados como tropa de la policía, completan el cuadro.
La presión sobre el “globo” del NOA (Orán y Tartagal) la capitalizó el Primero Comando da Capital paulista mediante su sucursal: el Primer Comando de la Frontera, que también tributa al Comando Vermelho carioca. Su novedad consiste en su conducción operativa en redes horizontales –“hermandades”– digitadas desde las unidades penitenciarias federales y provinciales, convertidas en santuarios seguros, y un personal colonizado que les facilita celulares y prebendas a cambio de retribuciones extraordinarias. Trazó una ruta aérea desde Bolivia que “arrienda”, por tramos, corredores hacia el Chaco paraguayo, desde donde la droga es ingresada al país por clanes paraguayos recorriendo rutas terrestres hasta Buenos Aires. Los dealers argentinos –que no han conformado carteles– se ponen en contacto con sus pares europeos, que la compran aquí o en puertos del Viejo Mundo multiplicando por cinco su valor.
Pero el “macronarco” requiere de organizaciones logísticas locales, a las que les paga una parte en especie, que luego rebajan para abastecer al pujante mercado interno trazando sus propios circuitos desde el noroeste (Tucumán y Santiago del Estero), el nordeste (Misiones, Chaco y Formosa), la Mesopotamia (Corrientes y Entre Ríos) y el centro (Córdoba, Santa Fe, la CABA y el GBA). Estos dos últimos nodos se concentran, en el primer caso, en las villas del sur de la Capital, sobre todo, la 1.11.14, y en la 31 de Retiro. Mientras que en esta última el negocio es manejado por dealers paraguayos, en la primera lo es por peruanos.
En el conurbano bonaerense, las estratégicas villas de San Martín definen una geografía que da cuenta de bandas locales muy arraigadas con sus jefes presos y sus líneas sucesorias bien aceitadas en los territorios. Como Rosario, San Martín exhibe una gran volatilidad concentrada en el núcleo circundado por la ruta 9 (Panamericana), la 8, el Camino del Buen Ayre y la avenida Márquez (ruta 4 o Camino de Cintura). Hace un año murieron en el barrio Puerta 8 veinticuatro personas intoxicadas con carfentanilo, que está haciendo estragos en México y EE.UU.
San Martín constituye el vértice de un triángulo que abarca otros municipios de la zona oeste, como el Cuartel V (Moreno y Merlo), La Matanza (Virrey del Pino, San Petersburgo y Puerta de Hierro, hoy un zona caliente). Otro vertebra a los de la zona sur desde Lomas de Zamora (Villa Centenario e Ing. Budge en la periferia de La Salada) y un tercero en Quilmes, que se prolonga a Berazategui y Florencio Varela. Los tres hilvanados por circuitos de intercambio entre clanes de dealers emparentados.
Uno de los problemas operativos centrales procede de la desfederalización de la tenencia simple dispuesta en 2005, que supuso el traslado de su responsabilidad a la policía y la Justicia locales. Estas se concentraron en el narcomenudeo descuidando el tráfico mayor a cargo de tribunales federales en las provincias y cortocircuitando la información entre jurisdicciones. Un vacío legal óptimo que incentiva “el juego del gato y el ratón” entre fuerzas del orden y clanes minoristas con la frecuente asociación colusiva entre funcionarios municipales y judiciales. Y de clientelas que se rompen motivando guerras en las que mueren decenas de “soldados” y un número equivalente de inocentes. Las grandes bandas internacionales, mientras tanto, se desplazan por todo el territorio nacional con asombrosa libertad, como lo evocan los escasos operativos de envergadura durante los últimos años.
El otro problema es que el carácter reciente del narco local lo torna ultramoderno e ingenioso en sus operaciones de simulación y lavado, ocultándose con astucia en empresas formales de importación y exportación, gastronomía, hotelería, inmobiliarias, etc. Cuentan a su favor con un Estado carcomido y colonizado por agentes fieles en las fuerzas de seguridad, aduanas y personal portuario. Y con sectores de la política a los que les financian las campañas electorales. De ahí la necesidad de encarar una política inteligente e integrada con agencias internacionales –la Argentina es reconocida como refractaria al respecto– en procura de un empate crítico que nos aleje del peor escenario: el Estado fallido.
Miembro del Club Político Argentino y de Profesores Republicanos