Macri: ¿estadista o candidato?
“Concentrémonos en las ideas. Yo tengo mi ego bien colocado y no estoy para hacerme cargo del de nadie. Que cada uno haga lo que tenga que hacer. Lo que les recomiendo a todos es que aprovechen el tiempo para hablar de ideas y de valores. Ahí pueden conseguir algún voto. Agrediendo a otro de la coalición les va a ir muy mal y no van a conseguir un solo voto”, señaló en las últimas horas el expresidente Mauricio Macri, marcando un estilo más patriarcal sobre el resto de sus aliados, sobre todo en aquellos con aspiraciones presidenciales.
En una serie de entrevistas otorgadas en los últimos días, se pudo ver a un Macri encontrando su zona de confort dentro de Juntos por el Cambio y también dentro del PRO, donde se tejen las internas más feroces. Finalmente encontró su lugar, ya no dirime, no debate con pares, en cambio los aconseja, no intenta aleccionar sino persuadir, no agrede y no responde agresiones. Dice “no estar anotado” en la carrera presidencial, lo que no indica que no lo esté más adelante, pero está descubriendo una manera de marcar un camino para devolver a Juntos por el Cambio al poder. Su prédica no es imperativa, pero condiciona al resto, su experiencia en el gobierno ya no se lee como un fracaso sino como alguien que se quedó corto, cerca de comenzar esa transformación de la que tanto habla la oposición pero que conlleva atravesar un camino demasiado espinado como para lanzarse a cruzarlo con los pies desnudos. Esta vez se necesitará de más poder y consensos que aquel de 2015.
Su consejo a Facundo Manes, un caso atípico de la política argentina sobre cómo ingresar a la política desde un partido centenario, pero con el boleto de la candidatura presidencial adquirido, tuvo mucha llegada al electorado opositor. A Manes le va a costar crecer criticando su lugar de pertenencia. Es muy difícil pretender representar a Juntos por el Cambio criticando a Juntos por el Cambio, la coalición tiene sus límites marcados que se los da el mismo elector.
Macri tampoco parece dispuesto a “tribunear” con dichos sobre soluciones imposibles. Algo así sucedió la semana pasada cuando se aprobó en Diputados la renovación del programa de regularización dominial (Renabap), un relevamiento de barrios populares que se busca extender por dos años, pero con 10 de prohibición de desalojos. Macri no se diferenció, pero tampoco se subió al reclamo de Patricia Bullrich, que desafió a sus pares mostrando disconformidad con el voto positivo de prácticamente todo el interbloque, incluso el PRO: “Si sos okupa, no te pueden embargar. Si pagás impuestos y alquilás una propiedad, te destruyen. No entiendo, ¿a quién defendemos? Esto hay que explicarlo”, exigió Bullrich a los diputados ganándose así la respuesta de legisladores que responden a Horacio Rodríguez Larreta y Elisa Carrió. Vale recordar que la ley original fue aprobada durante la gestión de Mauricio Macri, y buscó darle solución a un flagelo que construyó el kirchnerismo, que multiplicó las villas de emergencia mientras gobernó, algo que supo utilizar para clientelizar la pobreza. Un dato: en 2001 existían en el conurbano 385 villas de emergencia, en 2017 ya sumaban 1134 asentamientos a los que se suman 454 en el interior de la provincia. Actualmente no hay juicio de desalojo pendiente en estos casos, el problema es tan grave que no se puede pensar en una salida rápida no consensuada, la urbanización parece serlo. Si se procediera a desalojar a los ocupantes de esos asentamientos, en lugar de urbanizarlos ¿adónde los reubicarían? ¿Cuándo? ¿Cómo? Los trabajadores que pagan impuestos o alquiler y tienen la sensación, muchas veces con razón, de que todo está en su contra, escucharán con agrado que la ley no es pareja con ellos, pero nadie tiene soluciones mágicas en el país que se avecina. A eso se refiere Macri cuando aclara: “No se trata de rascar un voto, sino de convencer a la gente de la necesidad de generar cambios urgentes”.
En estas apariciones públicas, Macri evitó confrontar con Elisa Carrió por el tema espionaje, si bien la dirigente de la Coalición Cívica no le apunta a su responsabilidad directa sino a quienes manejaron la AFI, Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, es un tema sensible que el kirchnerismo supo utilizar para atacarlo. Sabe que pelearse con Carrió es un mal negocio político. Pero también evita la confrontación con Gerardo Morales y, al contrario de lo que sí hizo con Manes, le devuelve elogios y agradecimientos por lo hecho juntos. No tiene problemas en alentar a todos los que quieran competir para ganarse una candidatura “la competencia es sana” repite, como un mensaje alentador hacia adentro pero también aleccionador hacia afuera: el verticalismo debe ser ajeno a esta coalición.
Algo que también entendió es que en su espacio no puede existir ningún tipo de acercamiento a los Moyano, como lo hubo en los comienzos de 2015; tanto Hugo como Pablo Moyano representan el sindicalismo de la barbarie y del apriete. “Los Moyano viven fuera de la ley”, reitera, porque entiende que nada está más alejado al sentir republicano que esgrimen los partidos políticos que conforman la opción republicana que el modelo sindical camionero.
El gobierno de Alberto Fernández fracasó de tal manera que no solo llevó a la implosión del peronismo en el poder, sino que también cambió las expectativas del electorado. Esas sensaciones dan cuenta de que hay que proponer algo distinto, y que las alternativas que signifiquen “más de lo mismo” no tendrían favores mayoritarios, por eso el crecimiento de ofertas radicalizadas como la que representa Javier Milei que, paradójicamente, resulta más peligroso como aliado que como rival de Juntos. Macri entendió que hay que aprovechar esa elongación de la cancha ideológica que el libertario propone, pero sin sumarse a algunas de sus posiciones más cercanas al autoritarismo.
La excusa de la aparición de su segundo libro, Para qué, le permitió al expresidente mostrar que finalmente encontró su lugar en el mundo político desde que dejó la presidencia. Demostrar que, a diferencia de su archirrival Cristina Kirchner, estar dispuesto a trabajar para el conjunto y no para su interés personal le otorga grandeza y lo aleja de la mezquindad necesaria que cualquier actor con apetencias de poder debe obligadamente ejercer.
Churchill decía: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”, ¿será este el rol de Mauricio Macri de aquí en más? ¿O estamos asistiendo a una rareza en la política local como la construcción de una candidatura desde un lugar de “no candidato”? De ser eso último, el único que podría permitirse este juego callado es el, porque es quien tiene menos para perder y a la vez, todo para ganar.
Solo resta saber si lo entendió a tiempo o si despertó demasiado tarde.