Macri, el autoallanado
Una tarde de 1981, en tiempos del general Roberto Viola, cuando la dictadura intentaba exhibirse menos feroz, uno de los periodistas estrella del diario La Prensa, Manfred Schönfeld, fue atacado al salir del diario por un grupo de personas nunca identificadas. Le pegaron con una manopla y le rompieron varios dientes. Schönfeld escribía en esa época con relativa valentía una columna muy crítica, en la que entre otras cosas exponía algunas de las atrocidades que hacían los militares con sus prisioneros. Al día siguiente de ser agredido, su foto con toda la cara ensangrentada apareció en la tapa del diario. Entonces los voceros de la dictadura consideraron necesario explicar lo ocurrido: fue un autoatentado, dijeron. "Schönfeld se pegó solo".
Ahora que en la Argentina existe el estado de derecho, según Cristina Kirchner Macri se allanó solo. El Gobierno sostiene que la decisión judicial de requisar las grabaciones de las cámaras que están en la entrada de la quinta del expresidente, "Los abrojos", para determinar si él violó o no la cuarentena fue "un autoallanamiento". No solo estamos entonces ante el debut de un neologismo peculiar: el de Macri configuraría un primer caso en la historia de la Humanidad, no hay constancias de que antes alguien se hubiera querido (y hubiera podido) allanarse a sí mismo.
La idea del "autoallanamiento" aparece desarrollada en un texto que suscribió la semana pasada el Partido Justicialista bonaerense y que lleva el inconfundible sello personal de Cristina Kirchner. No solo por el estilo ventilador, también por el repertorio, ya que expande el marco de la cuestión tratada a una crítica a "la doctrina Irurzun" por las prisiones preventivas y luego se lamenta porque la "compañera Cristina Kirchner" recibió "todo el odio oligárquico y mendaz a través de jueces y fiscales prevaricadores". Como ella después retuiteo el texto del PJ tras calificarlo de "esclarecedor comunicado", algunos sitios kirchneristas, ingenuos o poco interesados en comprender los entrepisos de la comunicación política, titularon "Cristina también duda del procedimiento en Los Abrojos". Cristina Kirchner ya había utilizado la verónica de expresarse mediante papel con membrete del PJ bonaerense cuando fue asesinado su secretario privado Fabián Gutiérrez, a quien sus victimarios emboscaron con el objeto de robarle parte del dinero de la corrupción con el que se había hecho millonario. En aquel momento el PJ provincial publicó un largo texto en el que la corrupción no aparecía mencionada; se cuestionaba en duros términos la reacción de la oposición frente al crimen.
Como ella después retuiteo el texto del PJ tras calificarlo de "esclarecedor comunicado", algunos sitios kirchneristas, ingenuos o poco interesados en comprender los entrepisos de la comunicación política, titularon "Cristina también duda del procedimiento en Los Abrojos"
Curiosamente Gustavo Menéndez, intendente de Merlo y presidente del PJ bonaerense, firmó este comunicado sobre la quinta de Macri en el que se deploraron las causas judiciales que pesan sobre Cristina Kirchner, pero nada agregó acerca de la propia. Menéndez está condenado a dos años de prisión en una causa sobre malversación de fondos públicos.
En otras palabras, un jefe partidario que sobrelleva una condena judicial dice en un comunicado aplaudido por la vicepresidenta, procesada a su vez en una decena de causas, que el presidente anterior arregló con un juez para que le allanasen su quinta con el propósito de victimizarse. Vistos el embrollo que sugiere la idea de un expresidente que se allana solo, el debate sobre derechos y desigualdades respecto de la cuarentena y el abanico temático que despliega el comunicado partidario que hasta incluye consideraciones sobre lo que significa consuetudinariamente la ley para el peronismo, el episodio tiene una riqueza extraordinaria y merece una disección.
Empecemos por recordar a quién se le ocurrió perseguir penalmente a Macri por violar la cuarentena (cosa que a simple vista Macri hizo), en un contexto en el que su sucesor sostiene que "no hay más cuarentena" y aparece fotografiado en un encuentro social con los Moyano. Hasta donde se sabe la denuncia salió del comisario Gustavo Cabrera, a quien habría movilizado un "subsecretario de Seguridad" del partido de Malvinas Argentinas, es decir, un subordinado del kirchnerista Leonardo Nardini, el joven sucesor de Jesús Cariglino. El comunicado del PJ niega expresamente que la denuncia haya sido realizada por la municipalidad que conduce "el compañero Leonardo Nardini", pero en el juzgado federal de Tres de febrero, a cargo de Juan Manuel Culotta, aseguran que el comisario Cabrera invocó a un funcionario municipal de Malvinas Argentinas del área de seguridad para justificar la formalización de la denuncia judicial.
Culotta fue nombrado juez federal en 2004 por Néstor Kirchner, dato que el comunicado peronista saltea para ensañarse, en cambio, con los pormenores de su educación secundaria. "Es casualmente condiscípulo (de Macri) del Colegio Cardenal Newman", dice allí. Como única prueba de complicidad con Macri para asociarlos en la consumación de un delito (la simulación de un allanamiento sería falsedad ideológica de documento público, tal vez) parece un poco endeble. Además el expresidente es cuatro años mayor que el juez. Parece que ni siquiera se conocen (pese a lo cual en las redes sociales algunos fervorosos kirchneristas los convirtieron en compañeros de banco e inseparables compinches). Habría que preguntarle a Cristina Kirchner si respetados intelectuales como Carlos Campolongo o Juan Forn también corren riesgo de aparecer en un comunicado del PJ acusados de pergeñar trampas con Macri, ya que ambos fueron al Cardenal Newman.
El segundo cargo que el PJ le hace a Culotta, su nombramiento "en forma irregular" como juez electoral subrogante en La Plata, tampoco parece indicativo de que ahora el juez se hubiera asociado con Macri (y con el fiscal Jorge Sica, a quien no habría que dejar afuera, porque fue el que consumó la medida) para fingir un allanamiento. Es cierto que ese nombramiento de Culotta por parte del Consejo de la Magistratura para ejercer el control de las elecciones en la provincia de Buenos Aires fue denunciado en su momento por una asociación civil kirchnerista. Un juez de primera instancia le hizo lugar a la denuncia, pero la Cámara Federal de La Plata revocó la declaración de inconstitucionalidad y lo cierto es que Culotta permaneció como juez electoral durante las elecciones de 2017. Cristina Kirchner perdió esas elecciones contra Esteban Bullrich, pero ninguna impugnación que hubiera prosperado indica que la culpa la tuvo el juez o que siquiera aventajó al oficialismo de entonces.
Ahora bien, ¿qué tendría que haber hecho ahora Culotta con la denuncia de violación de cuarentena presentada por el comisario Cabrera contra Macri para que Cristina Kirchner no tejiera la teoría conspirativa del Cardenal Newman? ¿Debió haberla desechado in limine? Más bien cabe suponer que en ese caso, es decir si hubiera tratado a Macri como un ciudadano especial ante la ley, el comunicado del PJ habría sido bastante más rabioso.
Durante las sucesivas cuarentenas, al juzgado del Culotta le tocó estar de guardia en abril y, actualmente, en septiembre. Fuentes del juzgado aseguran que en este tiempo (52 días) se abrieron allí 962 causas por violación de la cuarentena y se imputaron 1535 personas. Macri es una de esas personas. No hace falta recordar que su causa sigue abierta o, mejor dicho, recién empieza. Lo que no significa que no vaya a terminar en la nada (¿o en una amnistía específica general?) cuando las cuarentenas y la pandemia sean el pasado.
Ya se ha dicho muchas veces, la rigidez legal implícita en la disposición de la cuarentena tiene en el mundo real una traducción arbitraria. Es la proverbial anomia argentina en modo pandemia. La flexibilidad de los controles varía de una ciudad a otra, cuando no de una cuadra a otra y de un policía a otro.
¿Le cabe a Macri la igualdad ante la ley? ¿Lo protege su condición de adversario del peronismo? ¿En qué quedamos? "Los peronistas no andamos con gorra y uniforme soplándole a la Justicia infracciones o delitos de nuestros oponentes, a quienes les damos pelea en la discusión de ideas y en las urnas", dice el comunicado del PJ bonaerense cuando intenta probar que nunca pudo ser un funcionario de Malvinas Argentinas quien denunció a Macri por incumplir la cuarentena.
Pero ese párrafo no soporta el tamiz de la historia. No solo porque el peronismo sí persiguió a sus oponentes con gorra y uniforme (así estaba vestida la policía en tiempos del primer Perón, por ejemplo, cuando se llevó preso a Balbín, quien pasó un año en la cárcel) sino por segmentos mucho más trágicos, como el terrorismo de estado regenteado por López Rega, que arrojó un saldo de más de 600 desaparecidos durante el llamado tercer gobierno peronista.
El peronismo sí persiguió a sus oponentes con gorra y uniforme (así estaba vestida la policía en tiempos del primer Perón, por ejemplo, cuando se llevó preso a Balbín, quien pasó un año en la cárcel)
Es verdad, al lado de aquella tragedia las diatribas de 6-7-8, los ataques a periodistas críticos en las calles o el uso de la AFIP para perseguir enemigos de turno, por nombrar solo los sucesos menos controversiales, serían un juego inocente, lo mismo que las descalificaciones recurrentes a opositores y manifestantes de ahora.
La persecución penal a Macri por transgredir la cuarentena bien pudo ser consecuencia de una acción política, local o de nivel mayor, que puso en movimiento una rutina judicial irreversible, sobre la cual se montaron después las reacciones contrapuestas: las quejas airadas del macrismo para las cuales el gobierno no tenía una respuesta cómoda y finalmente la denuncia cristinista de la conspiración del Cardenal Newman. Pero si los argumentos del oficialismo para demostrar prescindencia consisten en decir que Macri se allanó solo y que históricamente el peronismo solo dio pelea "en la discusión de ideas y en las urnas", entonces las sospechas de los macristas tienen motivo para robustecerse.
Es un reflejo de la Argentina de hoy: mucha energía malgastada en cosas menores, que reflejan la desconfianza reinante, la falta de diálogo, la precariedad institucional.