Machado de Assis, la ironía que no envejece
A veces la lengua se vuelve un plato exquisito para los ojos del lector. Permite saborear la vida de una manera distinta, hasta en sus tragos más amargos. Hay frases tan contundentes y bellas –aunque del dolor por vivir se trate– que amenizan la existencia y la vuelven más asequible. Sobre todo tratándose de escritores como el brasileño Machado de Assis (1839-1908), tan fino y elocuente. De los clásicos de la literatura universal, el libro Memorias póstumas de Blas Cubas, publicado en 1881, es uno de los más notables y excéntricos. Ya una memoria póstuma es una ficción prometedora: el irónico testimonio de lo que no se puede contar, dado que se está muerto. Es una novela famélica de lectores jocosos.
Recién aparecida, la antología de cuentos publicada por Eterna Cadencia, Padre contra madre, es digna de festejar. La traducción de Pablo Rocca y su prólogo incitante nos meten de lleno en la cuentística del escritor brasileño. En el prólogo, Rocca destaca algo fundamental, en cuanto a la innata gentileza de Machado, que "incluye a su lector –histórico y futuro– en esa confianza en la literatura como herramienta de transformación y, sobre todo, de gozosa participación".
Esta gozosa participación del lector me lleva a recomendar estos cuentos con la ilusión de compartir el entusiasmo. Machado es un maestro de las minucias. Capta las flaquezas del ser humano, pero no las condena: trata de contarlas, con hondura y sin prejuicios. Hasta la pobreza y la esclavitud, tan presentes en su tiempo, son narradas por él de manera directa y distinta: "Comían de fiado, tarde y mal".
Entre irónico y discreto, Machado resguarda la intimidad de sus propios personajes: prefiere dejar de contar ciertas cosas porque supone cierto absolutismo en la palabra que dificulta el olvido de momentos irrisorios. Veamos este pasaje del cuento "Capítulo de los sombreros" en el que dos mujeres se recelan y el narrador elige omitir las descalificaciones: "Interiormente [ella] asignó algunos nombres feos a su amiga. No los pongo aquí por innecesarios y, además, sería de mal gusto develar lo que esta muchacha puede pensar de la otra durante algunos minutos de irritación". En otras ocasiones, el narrador deja de contar porque considera que las palabras no alcanzan: "No quiero ni decir cuán profunda fue la conmoción de Cándido Neves, por no poder hacerlo con la intensidad real".
Otro cuento de colección de esta refrescante antología de Machado de Assis es "Teoría del figurón": un padre sostiene un diálogo existencial y perspicaz con su hijo de 21 años recién cumplidos y le recomienda alcanzar una posición discursiva para quedar bien parado en la sociedad:
"–...Y eso es lo principal, porque el adjetivo es el alma del idioma, su porción idealista y metafísica. El sustantivo es la realidad desnuda y simple, es el naturalismo del vocabulario.
–¿Cree que todo ese oficio es una compensación para los déficits de la vida?
–Por cierto, no queda excluida ninguna otra actividad.
–¿Ni siquiera la política?"
Machado de Assis, en su travesía literaria, descorre los telones de los teatros de la mundanidad.
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