Luz de luna
Dicen los que saben que hay doce lunas llenas por año y que cada una recibe un nombre distinto. En la antigüedad, ese tiempo sin tiempo que precede a todo, se usaban a modo de guía. La gente miraba el cielo para saber cuándo plantar determinados cultivos, cuándo salir de caza, qué mes o día o semana se estaba atravesando. La de septiembre, entonces, era la “luna de maíz”, bautizada así por los pueblos nativos de América del Norte que sabían que su forma redonda y amarilla inauguraba la temporada de cosecha. Hoy, en pleno siglo XXI, nos sigue alumbrando: en las puertas del Museo de Arte, Arquitectura y Tecnología, en Lisboa, una chica se recorta contra su silueta. El ojo experto se detendrá, tal vez, en la particular luz dorada que irradia: un efecto óptico por su cercanía con el horizonte. Un resabio de la magia de otra época.