Lula y la política exterior de Brasil
La política exterior de Brasil nunca ha sido de importancia secundaria en la vida pública de ese país. Tampoco ha tenido nunca un sentido meramente ornamental, sino, en general, un carácter funcional y utilitario. Ha estado regularmente orientada hacia los asuntos comerciales y al servicio del desarrollo nacional. Así lo atestiguan la “diplomacia del café” de principios del siglo XX, como también la ambición del presidente Luiz Inacio Lula da Silva de “cambiar el mapa del comercio internacional” a principios del siglo XXI. Para ello, se han seguido dos grandes estrategias, en apariencia opuestas, pero complementarias en el tiempo: el alineamiento con los Estados Unidos y la “política exterior independiente”.
El alineamiento con EE.UU. fue la doctrina del fundador de la diplomacia brasileña, José Paranhos, el barón de Rio Branco. Asumió como canciller en 1902, y estableció las bases de la política externa de Brasil, que se mantuvieron prácticamente hasta los años sesenta. Preocupado por las tendencias imperialistas europeas con respecto a la Amazonia, implementó una estrategia de estrecha alianza informal con los EE.UU. Paranhos aspiraba a que Brasil ejerciera un rol estabilizador y hegemónico en América del Sur, similar al que desempeñaba EE.UU. en el norte, pero en forma pacífica y sin intervenciones militares. Más tarde, Osvaldo Aranha, canciller de Getulio Vargas durante los años 1938 y 1944, afirmaría que esa doctrina consistía en el constante apoyo de Brasil a EE.UU. en las cuestiones mundiales, que en contrapartida, resultaría en el respaldo de EE.UU. al desarrollo de la economía y de los intereses brasileños en América del Sur.
La “política exterior independiente” fue diseñada por otros eximios diplomáticos brasileños: Alfonso Arinhos y San Tiago Dantas (1961-1964), y fue precursora de la adoptada por Antonio Azeredo da Silveira: el “pragmatismo responsable” (1974-1979). La primera estaría, por definición, opuesta al “alineamiento automático” con EE.UU. y procuraría diversificar las relaciones diplomáticas para ampliar los espacios de autonomía. Para ello, se trabajó en aproximarse a los países africanos y asiáticos, en pleno proceso de descolonización, y se restablecieron las relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Por su parte, Azeredo da Silveira implementó también una política externa más universal, de tipo autonomista, y sin temer confrontar con EE.UU. si los intereses nacionales estaban en juego. Así, se adoptó una posición más balanceada frente al conflicto este-oeste y se buscó un mayor acercamiento a Asia, África y América Latina.
Más recientemente, Jair Bolsonaro (2019-2022) optó por una alianza con EE.UU., aunque con componentes ideológicos demasiado similares a los del gobierno Trump, que luego dificultaron la relación con el gobierno demócrata de Joe Biden. A nivel global, al oponerse a la lucha contra el cambio climático y permitir una más agresiva deforestación, Brasilia perdió el liderazgo ejercido en esta campo, con el que había evitado cualquier proyecto de internacionalización de la Amazonia. A nivel birregional, su conducta en lo ambiental, más los roces personales con el presidente francés, Emmanuel Macron, llevaron a crear excelentes excusas para que la Unión Europea (UE) –y en particular Francia– no ratificara/consolidara el acuerdo Mercosur-UE.
Con una potencial vuelta de Lula a la presidencia, podríamos esperar una política exterior de carácter independiente, con elementos de sus gobiernos anteriores (2003-2011), pero atenta a la confrontación entre EE.UU. y China. Se ha expresado la voluntad de no confrontar y colaborar con el resto del planeta. Que Brasil “no tendrá ninguna clase de disputa con otras naciones, y no las vamos a crear”. En cuanto a EE.UU., Lula ha dicho: “Es un socio muy importante para nosotros, pero queremos pedir que nos respete”. No se lo trataría de forma secundaria y se procuraría renovar la relación política, científica, empresarial e incluso militar. A partir de esta relación, se determinaría la naturaleza de los lazos con China, con quien es socio en los Brics. A nivel regional, Lula ha expresado que quiere cerrar el acuerdo Mercosur-UE en 6 meses, pero teniendo en cuenta la necesidad de Brasil de volver a industrializarse. A su vez, reconoce que el Mercosur debería adicionar cláusulas sobre la protección ambiental, ya que este acuerdo está trabado en Europa por temor a la destrucción del Amazonas.