Luis Moreno Ocampo: "Es un reconocimiento a la Argentina"
Designado fiscal general de la flamante Corte Penal Internacional, que se encargará de juzgar crímenes de guerra y genocidios, el abogado dice que el juicio a las juntas militares fue determinante para su nombramiento, una prueba de que "el país puede exportar algo mejor que crisis"
La madre de Luis Moreno Ocampo dejó de hablarle a su hijo cuando empezó el juicio contra las juntas militares, en abril de 1985. Ella sentía cariño por Videla porque se había criado en una familia de militares -su padre era general y su hermano, coronel- y compartían la misa de cada domingo, en Olivos. Dos semanas después, cuando los testimonios de víctimas de la represión ilegal comenzaron a ventilarse ante la Cámara Federal, levantó la penitencia con una frase que su hijo aún recuerda: "Yo lo quiero a Videla, pero debe estar preso". En cambio, su tío, el coronel, murió 15 años después sin que hubiera habido reconciliación.
El temple y la obstinación para defender sus convicciones pese a las críticas fueron dos de los valores de Moreno Ocampo que destacó el presidente de la Asamblea de Estados Parte del Estatuto de Roma -que creó en 1998 la Corte Penal Internacional (CPI)-, el príncipe jordano Zeid al-Hussein, cuando confirmó en marzo último la designación del abogado argentino, que se oficializó el lunes pasado.
Moreno Ocampo jurará en La Haya el 16 de junio próximo como fiscal titular de la CPI, el primer tribunal internacional permanente encargado de juzgar crímenes de guerra, delitos contra la humanidad y genocidios. "Estoy empezando a darme cuenta, aunque todavía no lo puedo creer -dice desde Nueva York, donde se instaló en febrero último para dar clases en la Harvard Law School-. Creía que a los 32 años, cuando fui fiscal del juicio a las juntas, había tenido el cargo más importante de mi carrera profesional", asegura.
-¿Por qué cree que 89 Estados lo eligieron como fiscal general de la CPI?
-Es un reconocimiento de que la Argentina puede exportar cosas mejores que catástrofes. Lo más importante, pienso, fue mi labor en el juicio a las juntas, porque el cargo exigía experiencia en casos de crímenes masivos.
-¿Cuándo comenzó a gestarse su nombramiento? ¿Confiaba en que se concretaría?
-En realidad, siempre pensé que iban a nombrar a Baltasar Garzón (juez de la Audiencia Nacional española), que trabajó mucho para que se conformara la CPI. Nunca soñé con una cosa así. En noviembre último, Fabricio Guariglia, un abogado argentino que trabaja en la Fiscalía del Tribunal de Yugoslavia, me llamó para decirme que mi nombre había circulado. En diciembre me entrevistó el príncipe jordano Zeid al-Hussein y me dijo que yo era un candidato importante. En febrero el príncipe me volvió a entrevistar porque organismos de derechos humanos y abogados argentinos objetaban mi nombramiento. En marzo fueron designados los 18 jueces de la CPI y se precipitó todo.
-¿Se tenía fe tras las entrevistas?
-Creía que no me iban a nombrar por los líos que había tenido en la Argentina. Hay gente que me quiere y gente que me odia, que hizo lo posible para que no me nombraran.Yo era capaz de pelearme por cuestiones legales con personas que respetaba, como miembros de organismos de derechos humanos. Pero las polémicas demostraban que era capaz de bancarme presiones y ése es el perfil que buscaron.
-Usted mencionó que hay gente que lo odia. El año pasado se le criticó que hubiera aceptado como clientes al padre Julio Grassi y al ex ministro Domingo Cavallo.
-En la Argentina la idea de que hay que respetar los derechos de los acusados no existe. Los jueces que garantizaron la impunidad son los que ahora hacen caza de brujas. Yo no quiero impunidad ni inquisición. Aunque la gente me critique, porque estaba furiosa con Cavallo o no tolere que alguien acusado de abusar de menores esté en libertad, yo me cuido en la elección de mis clientes.
-También se le cuestionó que en 1997 haya sido el conductor del programa televisivo Forum...
-No me arrepiento de ninguna de las cosas que hice públicamente. Hay gente que no entiende la televisión, pero ése era un programa educativo.
-¿Tras el nombramiento abandonará la lucha contra la corrupción que inició en 1989 cuando creó Poder Ciudadano?
-Ahora no puedo ni quiero dedicarme a ninguna otra cosa. Voy a renunciar a Poder Ciudadano y Transparency International. Estoy terminando mis cursos en Harvard, transfiriendo mi parte del estudio a mis socios, y viendo cómo transfiero las acciones de Mercados Transparentes, una compañía de información sobre compras públicas en Centroamérica, Argentina, Europa del este y España.
-Entonces...
-Entonces, nada. En la Argentina, como en muchos países subdesarrollados, el Estado está capturado por una elite de líderes privados y públicos que lo ponen a su servicio, por eso el Estado no representa a los ciudadanos. No alcanza con encarcelar a una persona para responder a esto. Hace falta armar una coalición de líderes privados y públicos que pongan el Estado al servicio de los ciudadanos. Lo que falla en la Argentina es el control de pares. La corrupción no es culpa solamente de los políticos, el poder permanente lo tienen los empresarios, pero la buena gente no se anima a controlar a la mala gente. Necesitamos empresarios y políticos que no sólo sean honestos sino que además se articulen entre ellos. El costo de la ilegalidad en la Argentina es que nadie confía en nadie. Entonces no nos podemos unir para construir algo. Y el juicio a las juntas creo que fue justamente eso: la unión de organismos de derechos humanos, abogados, jueces, fiscales y periodistas. Cada uno cumplió su tarea y todo salió bien, el mundo nos respeta por eso.
-¿Volverá para votar?
-No voy a votar y aunque sé a quién hubiera votado prefiero no decírselo. Me preocupa mucho que los argentinos no cambiemos. Los candidatos tienen mucho que explicar para que les creamos que no van a manipular las instituciones. Tenemos que inventar algo porque si no el país se va a hundir cada día más. El Estado debería reducirse a lo mínimo, asegurar que a la gente no la maten y que no se muera de hambre. Asegurar lo básico y no subsidiar empresas. Cualquier otra política es una excusa para que se roben el dinero.
- ¿Cómo funcionará la fiscalía?
-Tenemos que construir una institución. La semana que viene comenzaremos a trabajar para definir cómo vamos a reunir información y cómo vamos a seleccionar y entrenar al equipo.
-¿Presentará como caso ante la CPI la guerra de Irak?
-No puedo opinar sobre casos potenciales. Pero si uno lee el artículo 12.1 del Estatuto de Roma sabe cuándo podemos actuar y cuándo no.
-¿Cuándo actuará la CPI?
-Somos como una unidad en emergencia. Esta Corte es una Corte novedosa, de la que se empezó a hablar a fines del siglo XIX y que se quiso crear desde el final de la Segunda Guerra Mundial. En los últimos diez años se vino discutiendo cada palabra. Yo en mi discurso planteé que hace falta una institución global que controle los crímenes atroces, pero que al mismo tiempo respete la soberanía de las naciones. La Corte antes de tomar un caso debe asegurarse que el Estado nacional no lo puede resolver.
-¿Cree que la CPI tendrá éxito pese a la negativa de los Estados Unidos a someterse al tribunal?
-Hay 89 países que ratificaron el Tratado de Roma y estoy seguro de que en algunos casos nos van a pedir por favor que nos hagamos cargo. Creo en el efecto disuasivo de la Corte. Tengo esperanzas de que las enseñanzas de los genocidios del siglo XX y la creación de la Corte hagan que los Estados se controlen. El éxito de la CPI no se medirá por los juicios o condenas, sino por la posibilidad de mejorar y controlar las situaciones en los Estados nacionales.
El perfil
Un juicio historico
Luis Moreno Ocampo tiene 50 años, está casado con la abogada Elvira Bulygin y es padre de tres varones y una mujer. Se recibió de abogado en la UBA en 1978. A mediados de los ochenta participó como fiscal de los juicios a las juntas militares, y luego en los que se llevaron contra Ramón Camps, Guillermo Suárez Mason, Leopoldo Galtieri y Mohamed Seineldin.
Poder ciudadano
En 1989 fundó Poder Ciudadano y desde 1995 es miembro de Transparency International. Dio seminarios en más de 20 países. En Estados Unidos dictó cursos en las universidades de Stanford, Yale, Columbia y Harvard.