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¿Cómo podemos seguir viviendo así y cuánto tiempo más podemos hacerlo? Son preguntas pertinentes. No solo a nivel político, sino humanitario. ¿Cómo podemos vivir, en el peor momento de la pandemia, con una curva de contagios que se disparó, solo durante la última semana, un 40 por ciento y con un número de muertos diarios de más de 700 personas? ¿Cuánto podrá aguantar el sistema de salud con más de 6.000 camas UTI Covid ocupadas (lo que representa la mitad del total de camas de los hospitales y clínicas del país)? ¿Cuánto tiempo más podremos vivir así, mientras las vacunas siguen llegando a cuenta gotas y sin un reconocimiento cabal de los graves errores que cometieron? Mientras escuchamos al presidente Alberto Fernández decir: “Explíquenme por qué si aprobé la Pfizer después no la compré. ¿Qué le expliquen quiénes? ¿En serio Presidente? ¿No es, precisamente, algo que tendría que explicar usted?
Es preciso preguntarse, como escribió el ruso David Lebón, “cuánto tiempo más llevará”. Cómo y cuánto tiempo más podemos vivir con un Presidente que, dos días antes de los nuevos anuncios, le dice por radio a un periodista -al que trata como si fuera un amigo-: ”A fase uno no vamos a volver”. Y resulta que después analizás, en detalle, el decreto y parece una fotocopia exacta de la fase uno. Porque es el mismo paquete, solo que decidido 430 días después y con una cuarentena eterna de por medio. Con un manifiesto deterioro de la palabra presidencial.
Con una caída de la economía récord de más del 10%, con casi 160 mil puestos de trabajo perdidos, con 20 millones de pobres. Con 90 mil locales cerrados y 41 mil pequeñas y medianas empresas quebradas solo si se contempla el año 2020. Con negocios tradicionales que bajaron la persiana después de cuarenta o cincuenta años, incluidos, en el sector gastronómico, a algunos emblemáticos, como El Obrero, la sucursal puerto Madero de Soto Vocce, Trapiche o El Rey del Vino. ¿Cómo podemos vivir si en el medio del naufragio hay un gobierno “doble comando”, que va y viene todo el tiempo? Con Alberto, Guzmán, Vilma Ibarra, Santiago Cafiero, Gustavo Béliz, Sabrina Federic, Cecilia Todesca y Matías Kulfas del lado “formal”; y otro comando fantasma, conducido por Cristina e integrado por Máximo Kirchner, Axel Kicillof, Sergio Massa, Sergio Berni, Fernanda Raverta, Luana Volnovich, Federico Basualdo, Paula Español, Martín Soria, Mena, Parrilli Moreau y Tailhade, entre otros, del lado “posta”. Porque se trata del lado donde se decide adonde va la platita del presupuesto, lo que pagamos de impuestos.
¿Cómo podemos vivir así si no hay una dirección clara ni consenso para enfrentar la pandemia, si no hay un rumbo económico definido? Porque Guzmán quería un aumento de tarifas cercano al 20 por ciento y Cristina a cero. Entonces, el Presidente saldó la discusión en un 9 por ciento. “Y que no se hable más”, dijo ayer. Es decir: bajó el martillo, como si fuera un remate, ante los periodistas que lo acaban de entrevistar para CNN. ¿No se hable más? Porque el resultado será una bomba de tiempo que hará estallar la economía general o producirá una crisis energética de manual.
Ahora citemos el ejemplo de la flamante prohibición de exportar carne. ¿Es necesario que recordemos que ya se hizo en 2006 y generó una pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo? ¿Es preciso que recalquemos que el Presidente, para justificarlo, afirmó que las cabezas de ganado existentes en los campos del país no pasaban de 3 millones cuando está claro que son más de 50? Ahora, los periodistas que cubren gobierno están más preocupados en confirmar a quién se le ocurrió la brillante idea de suspender las exportaciones: si a Cristina o al Presidente. En medio del desastre general, ¿qué importancia tiene si, al final del día, es a nosotros a quienes nos descuajeringan la vida?
No se puede seguir viviendo así. No durante más tiempo. No mientras los talibanes de Cristina, en el peor momento de la pandemia, presionan para voltear a un jefe de fiscales ejemplar, como Eduardo Casal, y así instalar otro, dispuesto a perseguir a dirigentes de la oposición, empresarios, medios y periodistas. Se los dijo en la cara esta semana en la reunión de comisión de Justicia Silvia Lospennato.
Y tampoco se puede seguir viviendo así, cuando a un exasesor de un presidente, Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, la justicia lo cita a indagatoria, por haberle pedido a los entonces empresarios del juego, Cristóbal López y Fabián de Sousa que paguen el impuesto a los ingresos brutos. Y cuidado: porque desde aquí no compartimos que Rodríguez Simón se haya declarado en rebeldía y que no se haya presentado a declarar. Pero nos sigue haciendo ruido, mucho ruido, que justo López y De Sousa, condenados y detenidos por evasión fraudulenta del impuesto a los combustibles, ahora denuncien al señor Pepín por extorsión y que, en simultáneo, salga Cristina, el día en que más muertos se registraron, a poner el episodio en un video como una prueba del lawfare.