Lo que pretende Cristina Kirchner, lo que está haciendo su tropa radicalizada, lo que hizo hoy Carlos Zannini, es, de verdad, insoportable, inaceptable, no se aguanta más.
Por eso le pusimos a este editorial: Cristina, absuelta por ella misma, libre de culpa y cargo, y encima reivindicada.
Esto, en los hechos, sería más que un indulto. Más que un autoindulto. Sería más que una autoamnistía. Sería la pretensión de impunidad total. Algo que no ha logrado nadie en toda la historia de la Argentina.
Porque ella sabe que, mientras siga gobernando Alberto Fernández, presa no va a ir. Y con saber eso, si pensamos en todos los delitos que se le imputan, le debería alcanzar ¿no?
Vos te preguntarás. Y si es así ¿por qué no se queda un poco tranquila?
La respuesta es obvia. El problema que tiene Cristina es que las ocho causas por las que está procesada no pueden desaparecer como por arte de magia. No pueden pulverizarse, ni cajonearse, ni evaporarse.
Es más: muchos de esos juicios, al ritmo que avanzan, podrían terminar, incluso, después de 2023, cuando, eventualmente, ni Alberto Fernández ni el peronismo estén en el poder.
Esto explica, por ejemplo, lo que acaba de pasar. El delirante pedido del procurador Carlos Zannini para que anulen el juicio oral que se le sigue a Cristina y a él mismo por encubrimiento, por la decisión de firmar el memorámdum de entendimiento con Irán.
Enseguida vamos a volver sobre ese punto, porque tiene una vueltita de tuerca asombrosa. Una vuelta de tuerca que explicaría, entre otras cosas, la embestida de la vicepresidenta, del senador Oscar Parrilli y también, por su puesto, la de Zannini, para voltear el juicio sin más.
Pero dejame que te recuerde, ya que hablamos del memorámdum de entendimiento y del juicio al que ellos no se quieren someter, lo que escribió Alberto Fernández el 16 de febrero de 2015, en LA NACION, bajo el título: Hasta que el silencio aturda a la Presidenta.
El contexto no podía ser más propicio. Se convocaba a una marcha de silencio para apoyar al fiscal Alberto Nisman. Alberto quiso estar presente, con un artículo que publicó en este diario.
Fernández primero citó a la oda de la alegría, de Beethoven, para dejar en claro la importancia que el silencio tiene en la música. Después recordó, y leo textual:
"Aquí, un enorme estrépito acaba de aturdirnos. Un fiscal que denunció penalmente a la Presidenta apareció muerto días después de formular su demanda y sólo un día antes de fundar su imputación ante el Congreso Nacional.
En el centro del poder, allí donde la denuncia tocaba fibras, hablaron de suicidio y de asesinato, acusaron al muerto de ser un padre desatento y un títere de factores que operan en las sombras y hasta afirmaron que una suerte de lucha fratricida entre servicios de inteligencia acabó detonando esa muerte.
Todo lo dicho sería poco importante de no ser que ha salido de la boca de la Presidenta imputada por el fiscal muerto. Ignorando la tragedia, se indultó a sí misma apropiándose de la verdad, de la patria y hasta de la alegría y condenó cínicamente a los que quedamos agobiados por lo patético de lo ocurrido. Conoce que hay una herida abierta por una muerte que estremece y que no se entiende y sabe que el silencio ciudadano la interpela por ella.
Cristina sabe que ha mentido y que el memorando firmado con irán sólo buscó encubrir a los acusados. Nada hay que probar. Merced a ese pacto, la evaluación de los hechos quedaría en manos de una comisión que funcionaría en la patria de los prófugos y en la que la mayoría de sus miembros debería contar con el acuerdo iraní.
¿Para qué pactaron ambos gobiernos notificar a Interpol lo acordado, si no era para levantar los pedidos de captura librados?
Sólo un necio diría que el encubrimiento presidencial a los iraníes no está probado. La imputación que ahora se ventila apenas descubre cómo el gobierno se embarra en pos de ese objetivo usando marginales de la política como sus mensajeros ante iraníes perseguidos.
Para entonces ya no habrá palabras. Sólo hablará el silencio. Como en la música, será el silencio el que erice la conciencia de quien traicionó el reclamo de justicia de los 85 muertos en el atentado contra la AMIA y el que deje al descubierto el encubrimiento intentado. Y será el silencio el que descubra la magnitud de la tragedia vivida.
La misma tragedia que cristina sólo podrá negar hasta que el silencio la aturda".
Parece que el silencio no aturdió a Cristina, sino que confundió un poco al Presidente. Porque, en serio, no se puede escribir lo que escribió y después aceptar todo lo contrario.
Hoy le pregunté a una fuente muy cercana al Presidente si Alberto suscribiría lo que escribió de su puño y letra haya más de cinco años. Para mi sorpresa, me dijo que sí.
Entonces, le pregunté qué hacía compartiendo una fórmula con la persona sobre la que piensa lo que piensa.
Me respondió que este gobierno es el de un frente. Que en un frente hay distintas fuerzas políticas. Y gente que piensa distinto. Incluso muy distinto.
También le pregunté por qué a Zannini, procesado y detenido por el encubrimiento a los responsables del atentado del ataque contra la AMIA, lo había nombrado el mismo Alberto, en un cargo tan sensible como el de Procurador General de la Nación.
Me respondió que el Jefe de Estado valora la experiencia y la capacidad técnica de Zannini. También me aclaró que, a pesar de que Alberto sigue pensando lo mismo que escribió en LA NACION, siempre estuvo en desacuerdo con la prisión preventiva que le dictaron a Zannini, y su posterior encarcelamiento.
¿Es un poco difícil de entender no?
Pero sigo detallando el plan de Cristina para declararse ella misma libre de culpa y cargo, absolverse y reivindicarse como una perseguida, bajo el sinuoso e incomprobable argumento del lawfare.
- Empezó con el pase de una cárcel a la prisión domiciliaria de Amado Boudou, una reivindicación del ala más corrupta del kirchnerismo y una patada política en el estómago contra el Presidente, quien siempre calificó al exvice de Cristina como un chorrito de poca monta.
- La no apelación para que Boudou vuelva a la cárcel del fiscal Javier de Luca, como un claro mensaje de "cambio de época" al resto del sistema judicial.
- La renuncia de la oficina anticorrupción a ser querellante en las causas Los Sauces y Hotesur.
A propósito de esto, hoy le pregunté a alguien que conoce al Presidente si Félix Crous lo consultó a Alberto sobre una decisión tan compleja y delicada. Me aseguró que el Jefe de Estado se enteró por los diarios. Igual que se había enterado por los diarios del pedido de domiciliaria del Secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietregalla, para el corrupto confeso Ricardo Jaime y Martín Báez, hijo del lavador y socio de Néstor y Cristina, Lázaro Báez.
¿Pero qué es peor, pregunté entonces, que medio gobierno tome decisiones inconsultas sobre temas tan delicados o que Alberto sea visto como cómplice de la impunidad de Cristina y todos los exfuncionarios procesados por corrupción y otros delitos?
Porque la pandemia puede tapar casi todo durante un tiempo, pero cuando las cosas vuelvan a la normalidad, aunque la normalidad no sea como antes, el 52 por ciento que no votó ni a Alberto ni a Cristina va a reaccionar contra la impunidad, la autoamnistía, el autoindulto o la pretensión de borrar todo como si no hubiese pasado nada.