Los votos no liberan de las leyes económicas
Confirmada la re elección de Cristina Fernández, el tema económico pasa a ser central en los próximos meses. Ya no hay muchas dudas sobre la evolución de la política en el corto plazo, pero si grandes interrogantes sobre el futuro económico de corto y mediano plazo.
Desde el 2003 hasta aquí el kircherismo se manejó sin ministro de economía, salvo el período de Lavagna. Es que el contexto internacional les permitía a Néstor Kirchener primero, y luego a Cristina Fernández limitarse a administrar una abundante caja. La política económica se limitó, hasta ahora, a una simple redistribución del ingreso. Cuando los flujos no alcanzaron para redistribuir se recurrió a consumir stocks como fueron los ahorros que había en las AFJP, reservas energéticas, reservas del BCRA, etc.
Ya no hay muchas dudas sobre la evolución de la política en el corto plazo, pero si grandes interrogantes sobre el futuro económico de corto y mediano plazo
Esa política de redistribución del ingreso fue posible gracias a, primero a un contexto internacional muy favorable y luego al consumo de stocks mencionado. El problema es que ahora hay un nuevo contexto interno y externo que va limitando los márgenes de acción para seguir con más de lo mismo.
En primer lugar, el heterodoxo mecanismo de control de precios no ha dado resultados porque los precios siguen subiendo, otros continúan congelados (tarifas de servicios públicos) y otros suben más rápido que la inflación. Puesto en otros términos, el gobierno ha generado una distorsión de precios relativos por la cual algunos precios están artificialmente altos y otros artificialmente bajos.
El gobierno ha generado una distorsión de precios relativos por la cual algunos precios están artificialmente altos y otros artificialmente bajos
El tema de las tarifas de los servicios públicos va a ser un serio problema porque el año se proyecta con subsidios por $ 75.000 millones para tener energía, gas y transporte público artificialmente baratos. Como la caja agoniza ya no es tan sencillo financiar esa artificialidad. De la misma manera no será sencillo convencer a los sindicatos que pidan salarios por debajo de la tasa de inflación. Si siguen con este ritmo de aumento de salarios el mercado terminará ajustando por cantidad y si ajustan por debajo de la tasa de inflación se acaba la fiesta de consumo.
El tercer tema es el cambiario. El gobierno no ha aplicado políticas que apunten a ganar competitividad con más inversiones y productividad, sino a utilizar un tipo de cambio real inicialmente alto para proteger a los productores locales. Sin embargo ese tipo de cambio real se ha licuado y hoy, para lo que es el modelo, el tipo de cambio real es barato. La fuga de capitales que vemos a diario, las pérdidas de reservas del BCRA para tratar de dominar un mercado que desconfía de la estabilidad cambiaria y la reducción del saldo de balance comercial por aumento de las importaciones, a pesar de los frenos manu militari de las mismas, crea un serio problema. Es decir, el saldo de balance comercial ya no financia la fuga de capitales que fue una constante en todos estos años del kirchnerismo. Posiblemente este año terminemos con un saldo de balance comercial positivo de U$S 11.000 millones contra una fuga de capitales de U$S 25.000 millones.
El llamado modelo está claramente agotado y lo terminaron de agotar inflando el gasto antes de las elecciones y fomentando artificialmente el consumo.
El llamado modelo está claramente agotado y lo terminaron de agotar inflando el gasto antes de las elecciones y fomentando artificialmente el consumo
A todo esto hay que agregarle a un Brasil devaluando el real y la soja que parece acercarse más a los U$$ 400 que a los U$S 500. Esto quiere decir que el viento de cola será apenas, en el mejor de los casos, un soplido, y las demandas por sostener el consumo artificial un tsunami.
Frente a este panorama se me ocurren tres grandes escenarios: el primero consistiría en un giro de 180 grados en la política económica, re estableciendo la disciplina fiscal y monetaria, reestructurando los precios relativos y dando señales categóricas del cambio de rumbo, por ejemplo cambiando a secretarios y ministros que no logran su objetivo de frenar la inflación y solo estimulan la fuga de capitales por las medidas que adoptan.
El segundo escenario consistiría en tratar de mantener el rumbo pero intentando desinflar las expectativas inflacionarias. Esto quiere decir intentar subas de salarios, precios, tarifas y tipo de cambio al mismo ritmo. Este esquema está destinado al fracaso porque el problema no es que todos los precios suban al mismo ritmo y a menor velocidad sino que, justamente por la distorsión de precios relativos, unos precios tendrán que subir más que otros. Esta estrategia de corregir la distorsión de precios relativos implicaría decirle a la gente que se acabó la fiesta de consumo, es decir se volvería al primer escenario.
El tercer escenario es continuar con la actual distorsión de precios relativos incentivando el consumo artificialmente alto. Para esto, la soja y Brasil ya no alcanza, por lo tanto, habrá que buscar más stocks y/o flujos para confiscar y continuar financiando la actual política o, como dicen en el gobierno, profundizar el modelo.
Es aquí donde se advierte que no hay demasiadas alternativas. El Central tiene serios problemas patrimoniales. La fuga de capitales continúa, enfriando la economía, enfriamiento que obliga al Central a volcar más pesos al mercado financiando la fuga de capitales y acelerando la inflación.
¿Qué queda? Básicamente la estatización del comercio exterior o la de los depósitos bancarios. Estatizar los depósitos bancarios implicaría que los bancos comenzarían a tomar depósitos por cuenta y orden del BCRA, entidad que podría direccionar los depósitos de acuerdo a su criterio. Claro que meterse en este tema es de alto riesgo en un momento de fuerte fuga de capitales.
Lo que debería tener en claro el gobierno es que un resultado electoral, por más amplio que sea, no lo libera de las leyes económicas. La elección de presidente es cada cuatro años y la confianza de los agentes económicos (consumidores, inversores, empresarios, etc.) es algo que hay que ganarse todos los días con políticas consistentes. Uno puede inflar artificialmente el consumo para ganar una elección, pero luego hay que hacerse cargo de la estrategia aplicada.
Lo que debería tener en claro el gobierno es que un resultado electoral, por más amplio que sea, no lo libera de las leyes económicas
Hasta ahora el kirchnerismo pudo manejarse sin ministro de economía porque la política económica se limitaba a administrar una abundante caja generada por las excepcionales condiciones internacionales. Esas condiciones han cambiado dramáticamente, el modelo muestra signos de desconfianza en la huída del dinero (la gente ve que se derriten los pesos en sus manos), hay fuertes presiones cambiarias y escasa demanda laboral. Ya no alcanza con administrar la caja diciendo a éste le doy y a aquél no, sino que hay que buscar nuevos mecanismos de financiamiento para sostener el modelo si es que así lo desea el gobierno.
Ahora bien, buscar nuevas cajas implica más intervencionismo y más confiscaciones. Para ello se requiere de más represión (gendarmería en la puerta de las casas de cambio), lo cual lleva a más fuga de capitales y menos inversiones porque nadie está dispuesto a hundir inversiones en un país en el cual el derecho de propiedad está sometido a los caprichos del gobierno de turno.
En definitiva, el modelo se ha basado en una redistribución del ingreso sustentada en una profunda distorsión de los precios relativos generando ineficiencia en la economía. Esta ineficiencia impide sostener mejoras en el nivel de vida en el largo plazo. Ahora bien, el dilema de esta distorsión de precios relativos es su dimensión. Las correcciones que hay que hacer son de magnitudes que no pueden hacerse con sintonía fina o, si se prefiere, suavemente. Al mismo tiempo, dada la dimensión de esa distorsión, los recursos necesarios para mantenerla crecen en forma exponencial. Este es el problema que deberá enfrentar Cristina Fernández bajo un contexto internacional muy diferente. El tema económico ya no da para decir a éste le doy y a este no, a aquél lo aprieto y al otro le mando una inspección. Ahora se requerirá de mucha más ciencia económica.
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