Los “viejos meados”
“Los viejos meados creemos en otro tipo de formas, pero son otros tiempos”. (De Mauricio Macri)
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Es llamativo cómo se ven los años según la edad que se tiene y la época en que se vive. Cuando cumplí 13, pensaba que mi primo “Angelito”, de 26, era un tremendo vejestorio. Cuando llegué a la edad de él, ya hacía dos años que estaba casada, y cuando me embaracé, a los 30, el médico me dijo que entraba en la categoría de “madre madura”. Al parir, me sentí Matusalén. De más está decir lo rápido que simulan pasar los años teniendo hijos. ¿En qué momento dejó el chupete?, bromeaba una gran colega y amiga que había tenido en brazos a mi hijo y, de repente, lo veía sentado en un escritorio frente al nuestro, en el diario, compitiendo con nosotras mismas.
No voy a decir que todo pasado fue mejor porque, si bien me parece que la gente mayor era más respetada, se nos condenaba a sentirnos viejos antes de tiempo. Las canciones eran tremendas. Mientras Julio Iglesias entonaba “33 años, nada más, son media vida / 33 años que se van con tanta prisa”, Alberto Cortez nos hundía el puñal cronológico con su “a partir de mañana empezaré a vivir la mitad de mi vida / a partir de mañana empezaré a vivir la mitad de mi muerte”...
Cambiar década puede ser un drama. El último día de 49 años uno se siente joven y 24 horas después, ya con 50, salimos disparados a hacernos montones de estudios médicos que nos dan los mismos resultados respecto de los realizados un mes antes. Una catarata de avisos publicitarios nos ofrece juventud eterna; José Botox promete borrarnos las arrugas y subirnos la autoestima; los frasquitos multivitamínicos tienen más vitaminas que las que realmente existen; creemos que nos prevenimos de cosas que vaya a saber si nos ocurrirán alguna vez y en los consultorios nos hacemos amigos de pacientes que, como nosotros, batallan para morirse sanitos.
El paso del tiempo y la salud tienen también su usufructo político. Javier Milei trata de “viejos meados” a quienes lo cuestionan y, claro está, lo surten de críticas. Recientemente, Mauricio Macri se apropió de esa calificación cuando le preguntaron por la manera de expresarse del Presidente. “Los viejos meados creemos en otro tipo de formas, pero estamos en otros tiempos; su autenticidad es lo más valioso”, dijo.
Son apelaciones desagradables a enfermedades. Pero habrá que concederles que todos pecamos alguna vez, especialmente cuando, por ejemplo, olvidamos algo. “Me persigue el alemán”, le dije hace poco a un amigo en referencia al Mal de Alzheimer. A lo que me contestó: “A mí, peor. Me persigue el italiano”. ¿Qué italiano?”, le pregunté. “Massimo Deterioro”, respondió.