Los tres shocks que necesita la Argentina
Tres eventos globales generan condiciones potencialmente favorables para que la Argentina tenga una inserción productiva internacional excepcional en los próximos años. El Covid reconfiguró los determinantes de la demanda global, aumentando el valor de cadenas productivas que, además de la eficiencia, estén sostenidas por la confianza geopolítica. La invasión rusa a Ucrania puso de relieve las agendas de seguridad alimentaria y seguridad energética, temas en los cuales la Argentina puede aspirar a ser un jugador global. Por último, la aceleración de las consecuencias del cambio climático impacta sobre la demanda de minerales críticos (cobre y litio) y energías renovables.
Ya casi nadie discute que estas oportunidades son reales y que detrás de ellas están los motores del crecimiento argentino: alimentos, energía, minerales críticos, turismo, industrias basadas en el conocimiento y otras industrias nacionales en condiciones de competir regional y globalmente.
Sin embargo, la ventana de oportunidad que el mundo le ofrece a la Argentina no durará 30 años ni depende únicamente de un cambio de expectativas, sino de sostener un horizonte compartido de cambio en el tiempo. Para transformarlas en un verdadero horizonte de desarrollo para el país, necesitamos un plan que genere tres shocks: un shock para estabilizar la economía y generar reformas pro-crecimiento, sostenido en un shock político, y un shock de confianza internacional.
El primer shock es estabilizar la economía: alcanzar la meta de déficit fiscal cero, terminar con la emisión, garantizar la independencia del Banco Central, y empezar a desarmar el cepo son algunas medidas clave para ello. A su vez, es necesario poner en marcha la economía. Para abrir nuevos mercados, exportar más y generar más empleos, los motores de crecimiento requieren avanzar hacia un Estado facilitador, simplificador y desburocratizador, y una serie de reformas para el crecimiento. Algunos ejemplos son regímenes laborales específicos para sectores estratégicos (como tiene Vaca Muerta), una reforma educativa que prepare a los jóvenes para los desafíos que el progreso demanda hoy, terminar con la intermediación de los planes sociales y vincularlos al trabajo. La oportunidad es enorme: la Argentina puede duplicar sus exportaciones en seis años si logramos avanzar con estas reformas.
Pero todos estos cambios exigen un liderazgo capaz de rehabilitar el músculo reformista y de generar una mayoría política abrumadora, expresión de un mandato social, para aprobar las transformaciones y sostenerlas en el tiempo. La historia reciente demuestra que las reformas son insostenibles cuando se aprueban con el “50+1″ en el Congreso. Necesitamos un shock político que termine con el péndulo descendente argentino y señalice a los argentinos y al mundo que el país inicia un sendero de desarrollo. Esto requiere un acuerdo con los gobernadores, con los sectores productivos estratégicos, con los sindicatos, y con otras fuerzas políticas, de manera tal que el apoyo legislativo a las reformas comunique un cambio de tendencia.
Gobernar en democracia impone un ejercicio permanente de negociación y acuerdos con aquellas fuerzas políticas capaces de apoyar reformas clave. Un buen gobierno no es solo capaz de generar los cambios, sino especialmente de garantizar que perduren procesando la alternancia. Dicho de otro modo: para que el kirchnerismo no encuentre terreno fértil que nos retrotraiga al populismo, se necesita una mayoría mucho más amplia que la necesaria para ganar una elección.
El tercero es un shock de confianza internacional. Tenemos en el mundo una oportunidad, no una amenaza como interpreta el kirchnerismo. Necesitamos una política exterior al servicio de una estrategia de desarrollo. La Argentina puede recuperar un rol de liderazgo en América Latina, donde la defensa de la democracia y los derechos humanos son una precondición que hacen a nuestras propias posibilidades de desarrollo. Necesitamos una integración geopolítica pragmática capaz de navegar la creciente disputa entre China y los Estados Unidos sin perjudicar nuestros propios intereses, respetando nuestros valores y dialogando de forma honesta con las potencias. En materia de comercio e inversiones, las prioridades son relanzar el Mercosur, recuperar una relación estratégica con Brasil -nuestro principal socio comercial y destino del 15% de nuestras exportaciones totales-, avanzar con el Acuerdo Unión Europea Mercosur, y con el proceso de acceso a la OCDE. Sin embargo, hoy la confianza internacional depende de la capacidad de los países de sostener un rumbo de desarrollo con reglas claras y duraderas.
Ya sabemos que lo nuestro no alcanza para vivir. Sabemos, también, que no habrá confianza internacional ni lluvia de inversiones sin un shock político capaz de darle a la Argentina un plan de desarrollo.
Secretario general y de Relaciones Internacionales de la Ciudad