Los tiranos y la máquina de descerebrar
PARIS
Con Laurent Gbagbo en Costa de Marfil, ya son tres los que se fueron. Otros están a punto de caer. El resto, tiembla.
Uno a uno, los autócratas pierden el poder. Es cierto, hay grandes diferencias entre unos y otros, pero los detalles importan poco. Lo que realmente cuenta es el tsunami que -con una fuerza que nadie había previsto- se abate sobre la autoridad descontrolada, el fin del miedo, el momento preciso en que los pueblos deciden liberarse del tirano.
Esa antigua figura del tirano como denominador común se encuentra en el corazón de los procesos actuales. Para convencerse sólo basta releer a Platón o Aristóteles. El tirano que ambos describieron ignora la existencia del bien común como de la cosa pública. Confunde el tesoro nacional con sus propios bienes, los presupuestos del Estado con sus cuentas personales. Mata y despoja, sin distinguir entre sus deseos y el Derecho, pone los tribunales a su servicio y somete a la justicia para garantizar su impunidad. Poco importa que se haya apoderado del poder por la fuerza o haya desnaturalizado una elección inicialmente democrática.
El tirano encarna una patología de la política, su peor aspecto, el más oscuro. Porque instaura el poder del odio. Como el tirano es libre -o se lo cree- y todos los demás son esclavos, la desmesura se extiende sin freno. Porque el tirano no tiene límites, sus caprichos se vuelven leyes, sus fantasías proyectos nacionales, sus vicios privados emprendimientos de interés público.
¿Todo esto descrito hace 25 siglos no parece de una extraordinaria actualidad? ¿Se podría decir entonces que nada cambió desde la Antigüedad? Sí. Y para probarlo, el célebre libro Ubu Rey (1896), de Alfred Jarry, es un texto clave.
¿Cómo reconocer a un tirano moderno? Como Ubu, ¿por "su necedad, su vocabulario de carrero y sus golpes bajos"? ¿Por su voluntad de guardarse "la mitad de los impuestos, aumentar sin mesura sus riquezas, comer hasta saciarse y trasladarse en carroza por las calles"? Todo eso no alcanza.
La novedad de Ubu es la de adicionar "surtidor financiero" y "máquina de descerebrar". Los tiranos modernos conocen los mecanismos bancarios y los útiles de comunicación. Elaboran montajes financieros al mismo tiempo que manipulan los deseos de dignidad, de libertad e independencia de la gente.
Aquellos que hoy vacilan tomaron el poder levantando la bandera del pueblo y de la patria, azuzando el orgullo nacional. Al terror real, agregaron los engaños sobre la libertad, el juego perverso de los discursos universalistas y la intoxicación en lugar de la información. Es eso una "máquina de descerebrar".
Felizmente, ese artefacto sólo funciona durante un tiempo. Las últimas semanas demostraron cómo los nuevos medios de comunicación son capaces de desbaratarlo: lo cortocircuitan y terminan -amplificando la voz de cada individuo- por hacerlo estallar.
Ahora sólo nos queda esperar que no terminemos, una vez más, reemplazando un tirano por otro, y la antigua máquina de desintegrar cerebros por una nueva.