Los suicidios obligados de Okinawa
Los pobladores de esas islas japonesas enfrentan los intentos del gobierno de borrar de los textos escolares las referencias a los suicidios masivos, inducidos por las fuerzas imperiales de ese país poco antes del desembarco estadounidense, en marzo de 1945
GINOWAN, Japón.- El reverendo Shigeaki Kinjo, de 78 años y salud precaria, ya no quería hablar del día fatídico de hace 62 años, hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando golpeó hasta la muerte a su madre, hermano y hermana menores.
Los soldados del ejército imperial japonés les habían metido en la cabeza que las tropas estadounidenses victoriosas violarían a todas las mujeres locales y pasarían los tanques encima de los hombres. Por eso, Kinjo y otros en su aldea, aquí en Okinawa, pensaron que la muerte era su única opción. Una semana antes del desembarco de las tropas estadounidenses y el inicio de la Batalla de Okinawa, en marzo de 1945, soldados japoneses estacionados en su aldea dieron a los hombres dos granadas de mano a cada uno con la instrucción de arrojar una contra los estadounidenses y después matarse con la otra.
La mayoría de las granadas no explotó. Después de ver a un ex jefe distrital cortar la rama de un árbol y usarla para matar a su esposa e hijos, rápidamente Kinjo y su hermano mayor siguieron el ejemplo.
"Mi hermano mayor y yo golpeamos a nuestra madre, que nos trajo al mundo, hasta matarla", dijo Kinjo en una entrevista en la iglesia central de Naha, donde es el ministro senior. "Yo lloraba, claro está. También dimos muerte a golpes a nuestro hermano y hermana menores".
Kinjo estuvo de acuerdo en contar su historia otra vez porque ahora, en los nuevos libros de texto de educación media, el gobierno japonés niega que las tropas imperiales hayan coaccionado a los okinawenses para que se suicidaran en forma masiva.
Los cambios propuestos para los libros de texto -la eliminación de un tema, el cambio a la voz pasiva- se redujeron a sólo un par de palabras en cientos de páginas. Sin embargo, las aparentemente menores alteraciones gramaticales han conducido a un enojo cada vez mayor en las islas Okinawa, en Japón, que hace poco alcanzaron su punto máximo con la mayor protesta en 35 años y que impresionaron el gobierno japonés.
Durante el último cuarto de siglo, los libros de texto de secundaria en Japón habían incluido el hecho histórico aceptado de que soldados del ejército imperial habían coaccionado a los okinawenses a suicidarse masivamente.
Sin embargo, hace seis meses el ministro de Educación dijo que se eliminó toda referencia a los soldados en los libros de texto del próximo año, aprobados por el gobierno. Según un pasaje revisado, los okinawenses simplemente se suicidaron en forma generalizada o se sintieron obligados a hacerlo. Sin embargo, ¿quién los hizo sentir así?
"Si los soldados japoneses no hubieran estado ahí, los suicidios masivos nunca habrían ocurrido", dijo Kinjo, que además confesó que decidió no suicidarse después de ver que los soldados no lo estaban haciendo.
El ministerio dijo que "no hay seguridad de que el ejército japonés haya coaccionado u ordenado los suicidios masivos", pero no mencionó ninguna evidencia nueva para explicar su cambio de política.
De hecho, durante al menos la última década, académicos y políticos nacionalistas, incluido el ex primer ministro Shinzo Abe, habían luchado para eliminar de los libros de texto pasajes sobre los crímenes cometidos por soldados japoneses. Si la supresión de pasajes sobre la esclavitud sexual en tiempos de guerra o de las masacres enojó a países asiáticos en los últimos años, ésta fue la primera vez que el encubrimiento gubernamental del pasado causó enojo en Japón.
El escándalo presenta un desafío serio para el nuevo gobierno del primer ministro Yasuo Fukuda, que necesita la aprobación de Okinawa para llevar adelante la reconfiguración de las bases militares estadounidenses en esta zona.
Okinawa, el único lugar en territorio japonés en el que hubo una batalla que implicó a los civiles durante la Segunda Guerra Mundial, era un reino independiente, con su propia cultura e idioma, hasta que Japón la anexó oficialmente a finales del siglo XIX. Durante la guerra, soldados japoneses desconfiaron de los okinawenses y temieron que actuarían como espías de los estadounidenses.
Tras el desembarco de los estadounidenses, soldados japoneses expulsaron a okinawenses de los refugios y los usaron como escudos humanos. Ahora se cree que miles se suicidaron en las aldeas ocupadas por soldados japoneses. No hubo suicidios masivos en donde no había tropas.
Nobuyoshi Takashima, catedrático de Ciencias Sociales de la Universidad de Ryukyus, dijo que la discriminación contra Okinawa persiste hasta la fecha. Igual que se sacrificó para evitar la invasión estadounidense de las islas principales de Japón durante la guerra, en la actualidad sigue albergando a la mayor parte de las tropas estadounidenses basadas en el país.
La reacción inicial de Tokio respecto de los libros de texto profundizó la furia de Okinawa. Los canales locales de televisión mostraron cómo importantes políticos de la isla de visita en Tokio para protestar por las modificaciones no consiguieron citas con el ministro de Educación. Uno de ellos fue Toshinobu Nakazato, presidente de la asamblea de Okinawa. Enojado por los cambios, rompió un silencio de 62 años y habló sobre sus propias experiencias en los tiempos de la guerra.
En el refugio donde estaba su familia, soldados japoneses entregaron a sus familiares dos bolas de arroz envenenadas y les dijeron que se las dieran a su hermana más chica y una prima, dijo. En lugar de hacerlo, su familia huyó a las montañas donde murió su hermano menor.
"Ya tengo 70 años -dijo en una entrevista-, y ya se están diluyendo los recuerdos de quienes tienen más de 80. Así que quizás esta sea la última oportunidad para rebelarnos."
LA NACION y The New York Times