Los sueños presidenciales de Sergio Berni
Sergio Berni bajó de su moto en Villa Azul, enfundado en un traje amarillo similar al de un astronauta, y saludó a los periodistas y a un grupo de vecinos que lo rodeaban con demandas. Un dirigente de los movimientos sociales, alineado con el Gobierno, observaba la escena con curiosidad. La pandemia,el miedo y un lento, pero inquietante, aumento del delito en el conurbano colocaron a Berni en el centro de la escena y le inyectaron un protagonismo inesperado para un funcionario que, para muchos dentro del oficialismo, es un outsider. Ante la pequeña multitud que lo escuchaba, el militar y médico utilizó palabras bélicas para referirse al virus, al que bautizó el "enemigo" al que hay que combatir a través de una "contraofensiva". "¿Te estás candidateando para ser el Bolsonaro criollo?", lo chicaneó, con humor, el dirigente social. "Un soldado siempre se prepara para ser general", le devolvió, muy serio, el ministro de Seguridad bonaerense, que esta semana sorprendió blanqueando sus sueños presidenciales en una entrevista televisiva.
Peronista de Perón, estudioso de sus discursos, sus giros y sus gestos, Berni está convencido de que el descalabro económico que sobrevendrá a la pandemia modelará a una Argentina que demandará soluciones por centroderecha. Líderes decisionistas, como él. Conjetura que el declamado proyecto progresista de Alberto Fernández, con quien no tiene vínculo político alguno, va a fracasar. Paradójicamente, dentro de la coalición opositora, los fans de Patricia Bullrich, que también usó la plataforma de la seguridad para construir poder, están convencidos de que su figura es hoy más representativa de los votantes de Juntos por el Cambio que la moderación de Larreta, Vidal o Monzó. En la intimidad de las charlas por Zoom, Bullrich asegura que la salida de la pandemia va a ser más "republicana que liberal", en el sentido de que se va a necesitar un Estado ordenador. El jefe porteño afronta presiones internas y externas de los cambiemitas que lo empujan a despegarse de Alberto Fernández. Sin embargo, por ahora, en la foto que muestran hoy las encuestas los extremos políticos aparecen sonoros, pero minoritarios. "Pero en el peronismo nunca se sabe, no subestimamos a nadie", desliza un albertista de trato diario con el Presidente. El mismo funcionario ironizaba ayer sobre la carta de intelectuales y científicos que advirtieron sobre el peligro de la concentración de poder por parte del Ejecutivo, a raíz de la pandemia. "Pero ¡ojalá Alberto concentrara el poder!", dijo, admitiendo, con la humorada, las dificultades que tiene el Presidente para influir sobre resortes fundamentales del Estado, que están en manos de Cristina.
Berni responde directamente a Cristina, que ideológicamente se ubica en la centroizquierda, al menos discursivamente. ¿No es un contrasentido esa relación política y, en todo caso, cuál es su secreto? "Hace 31 años que trabajamos juntos, así que tantas diferencias ideológicas no debe haber", dice Berni en la intimidad.
El ministro bonaerense conoció a Néstor Kirchner una mañana de 1989, el mismo día que llegó a Río Gallegos, cuando, como militar, iba camino a Rospentek. "Ya el nombre del lugar te daba miedo", suele recordar. Ubicada en medio del desierto patagónico, en esa localidad está la base más austral del Ejército Argentino. Pero un encuentro fortuito, en una estación de servicio, lo sacó de la ruta que se había trazado y lo llevó directo al despacho del intendente. "Fue una cosa del destino". Por entonces, los Kirchner no denunciaban a los militares, sino que se aliaban a ellos: eran conscientes de que una porción de sus votos había que ir a buscarla entre los uniformados destinados en el sur.
"Cristina puso a Berni en la provincia para cuidar a Axel", interpreta uno de los voceros presidenciales. "Si, por ejemplo, se produjera un secuestro extorsivo de un empresario importante, las consecuencias las afrontaría Berni, no el gobernador". Hace unos días circuló un extraño video en el que el militar cruzaba con dureza al intendente de Zárate, donde él nació, el kirchnerista Osvaldo Caffaro. Aquel cruce adquiere hoy otra lectura. El soldado de Cristina aspira a que su esposa juegue políticamente en su terruño.
Que una crisis económica aguda pueda llevar a las sociedades a optar por líderes fuertes es una conclusión de manual en la ciencia política clásica. La duda de los politólogos, en todo caso, es si la pandemia no quemará todos los manuales conocidos, en una suerte de reseteo incierto y general.