Los sueños intensos de la Generación Pandemia
El virus no solo está afuera: también se está extendiendo por nuestro mundo interior y está modificando nuestra forma de soñar. Un estudio publicado en el sitio web Frontiers in Neuroscience señala que al menos la cuarta parte de los médicos que están trabajando en Wuhan padecen de pesadillas como consecuencia directa de sus experiencias durante el día. Y en los Estados Unidos, la búsqueda en Google de la pregunta “¿por qué tengo sueños tan raros últimamente?” se cuadruplicó durante el último año. Ya no corremos detrás de nuestros sueños: ellos son los que corren detrás de nosotros.
La pandemia aumentó nuestro estrés y nuestra ansiedad; y, por los tanto, nuestro modo de soñar. La vida se ha vuelto más intensa y tenemos sueños más claros. En la pandemia nos encontramos soñando con más viveza, con más fuerza, con sueños más fáciles de recordar. Es en este trabajo del sueño -explica el periodista español Albert Sanchis- donde “se fortalecen los recuerdos emocionales, se los almacena de forma segura y también se nos ayuda a atenuar nuestras reacciones emocionales posteriores a esos eventos.” Esos sueños amenazantes, paradójicamente, están ahí para protegernos. Son nuestros recuerdos del día anterior seleccionados, editados y disfrazados. La pesadilla –esa “yegua de la noche”, para los ingleses- es una preparación interior para tiempos difíciles. Aceptémoslas como lo que son: no una premonición, sino un ensayo para la supervivencia.
Y además…
Podría escribirse una larga historia de las pesadillas, de la Biblia a Freud. En los últimos siglos pasaron de ser mensajes de los dioses a cargo de conciencia, y de allí a síntoma de estrés postraumático. Hoy podemos verlas como la aparición de los problemas del día a día, una llave para analizar la psiquis y una indicadora de problemas futuros.