Los riesgos de la ceguera en Europa
La problemática nacional, que preocupa cada día más, parece ser la venda que impide desde la Argentina ver qué está pasando en el mundo. Los avances tecnológicos son impresionantes y valiosos en todos los campos, pero la crisis internacional financiera de 2007 todavía no encuentra salida.
La crisis se ha convertido en una especie de nube que bloquea a los dirigentes, que parecen no tomar en cuenta las consecuencias sociales y políticas del desastre. Ya no son los habitantes de África los que cruzan el Mediterráneo buscando una vida mejor. Ni son los turcos que hace 30 o 40 años se trasladaban en masa a Alemania para encargarse de las labores sucias o pesadas. Decenas de miles de españoles, griegos, italianos y portugueses recorren los pocos rincones de la Europa rica en busca de trabajo. Los jóvenes españoles prueban suerte en Londres y en el interior de Gran Bretaña, así como en ciudades asiáticas, en especial de China.
Además de estos desplazamientos, hay desesperanza y pensamientos desaforados. Los viejos partidos políticos no contienen las protestas masivas y no ofrecen esperanzas de cambio. La crisis se manifiesta en Grecia, país que quedó casi desamparado y a merced de un resurgimiento de pensamientos totalitarios y xenófobos. No sólo gana adherentes la vieja extrema derecha, similar a la de Marine Le Pen en Francia. La agrupación nazi Aurora Deseada tiene en Grecia 21 asientos en el Parlamento. En Austria, los seguidores de Jörg Haider, dirigente extremista que murió en un accidente automovilístico, aspiran a ganar el primer o segundo puesto en la adhesión popular. En Hungría, los militantes vestidos de negro convocan a actos de mucha presencia popular. Se promueven postulados racistas, separatistas (en Bélgica y España), discursos antiinmigración y contra la Unión Europea.
La crisis económica vuelve a plantear un ataque al Mercado Común. Para los dirigentes pioneros de la Unión Europa, el sentido de su creación no fue exclusivamente económico. Después de la Segunda Guerra Mundial y de dejar atrás siglos de conflictos bélicos, el objetivo fue consolidar la paz. La concordia entre viejos y rencorosos contrincantes. Ése es el peligro de la recesión y el estancamiento: que puedan resurgir los nacionalismos añejos y que aparezca otra vez el espíritu guerrero y totalitario. En las marchas en Grecia utilizan la esvástica para identificar a Alemania, país que, por su fortaleza y experiencia, les exige a los griegos drásticos ajustes.
Un vuelco al totalitarismo en algunos países podría revertir medio siglo la historia europea. Como señala el pensador Tzvetan Todorov, el totalitarismo es un sistema hecho de pura palabrería disfrazada de ideología, impulsado por líderes fuertes que ofrecen el paraíso, por un lado, y aplican el terror, por el otro. Una maquinaria de temible eficacia donde los que sacan provecho son los que acceden al poder.
La autopista hacia el totalitarismo fue un riesgo en 1945, cuando en gran parte de Europa Occidental todas eran loas para Stalin por haber terminado con Hitler; el sistema nazi aniquilado por el sistema comunista del Gulag y las persecuciones. Pocos intelectuales reaccionaron ante el entusiasmo de la izquierda extrema, que soñaba con quedarse con todo el Viejo Continente. Raymond Aron, Arthur Koestler, Albert Camus y George Orwell debieron participar de ardientes polémicas para demostrar que el "modo de vida" que Jean-Paul Sartre, los existencialistas y buena parte de las letras francesas admiraban se valía de la falta total de libertad y de la destrucción sádica de los oponentes. El haber derrotado al nazismo, otro totalitarismo, no daba garantías de salud política y económica.
En toda sociedad que atraviesa tiempos de crisis sofocante siempre es importante la misión salvadora de quienes advierten, con anticipación, que la aplicación de ciertas estrategias puede provocar una tragedia mayor.
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