Los rastros de Álvaro Yunque en el barrio de San Cristóbal
Cada vez que viajo en el 96 hasta la casa de un amigo que vive en el barrio de San Cristóbal con cuatro perros de distintas especies y edades, me bajo en la puerta de la casa donde vivió Álvaro Yunque. Un cartel con letras fileteadas lo anuncia de manera clara: "En este solar de Estados Unidos 1822 vivió entre 1896 y 1929 Álvaro Yunque (Arístides Gandolfi Herrero), poeta, narrador, periodista, autor teatral...". En los últimos grados de la escuela primaria, cuando leímos sus cuentos publicados por la editorial Plus Ultra quedamos conmovidos por esas historias de personas sencillas, en su mayoría niños y trabajadores golpeados por las vida, en las que soplaba una leve brisa de redención que añorábamos en las circunstancias concretas del mundo. No siempre se daban. Su libro Barcos de papel nos parecía un repertorio de las formas que la tristeza podía asumir durante la infancia y también de los modos de sobrellevarla. Leer los cuentos de Yunque era una especie de visita a un sitio habitado por almas afligidas a las que debíamos escuchar y consolar en silencio.
En el cuento "El libro robado", un maestro lleva al aula un libro tan maravilloso y entretenido que uno de sus alumnos no puede esperar el momento en que el docente decida a quién le va a regalar ese volumen codiciado por todos los chicos de la clase, y se lo roba. El maestro acusa a otro alumno del robo cuando encuentra el libro en su pupitre y el acusado, aunque sabe quién se llevó el bendito libro, calla y acepta la penitencia que le impone el docente con enojo. Todo en la historia apuntaba a una enseñanza moral, prevista no solo para los que la leíamos sino, en especial, para el maestro del cuento, que tarda en comprender por qué el compañero del chico que se apodera del libro no lo denuncia y prefiere soportar la penitencia. (En las escuelas del pasado, aprendimos mientras leíamos, se castigaba a los niños; en el cuento no lo dejan salir al recreo por una semana.) Nuestra compasión y sensibilidad ante las injusticias se moldeaba gracias a esas lecturas y, sin tener la menor noción de las teorías de la intertextualidad, las asociábamos con las vidas de santos que caían en nuestras manos. De más está decir que delatar a un compañero (tanto en la ficción como en la vida real) nos parecía el colmo de la miseria humana.
En la secundaria, Álvaro Yunque fue reemplazado por Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Julio Cortázar (a quien ya conocíamos por algunos cuentos de Bestiario). Si mencionábamos a Yunque, nuestra profesora bajaba la vista como si hubiéramos dicho algo impropio. Yunque había sido partidario del Partido Comunista y durante el gobierno de facto, que empezó cuando nosotros teníamos diez u once años y vestíamos guardapolvos blancos varias horas por día a la semana, había estado prohibido por el primer gobierno peronista y por los militares que tomaron el poder en 1976. No conservo ninguno de los ejemplares de Yunque pero en la próxima visita a una biblioteca pública voy a buscar su nombre en el "sistema" y volver ver la tipografía firme de esas ediciones. En Villa Lugano, una biblioteca infantil lleva su nombre.
Meses atrás, la firma de Yunque volvió, esta vez bajo la forma de un libro de poemas publicado por una editorial del barrio de Boedo. "Pensamos editar a Álvaro Yunque, un gran autor de la literatura argentina que si bien es recordado (y a veces también reeditado) solo lo es por su obra infantil –cuenta Gito Minore, editor del sello Clara Beter-. Su poesía tiene, para nosotros, muchísima fuerza, vitalidad y actualidad, y no es rescatada desde su muerte en 1982". A la hora de publicar Luces malas, la hija del escritor nacido en 1889 cedió los textos de primera mano. El libro tiene dos grupos de poemas: "Hombre esencial" es un conjunto de versos escritos cuando la dictadura lo exilió en el año 1945 y "Luces malas" reúne varios de sus últimos poemas escritos en plena dictadura de los años 70. "Por el compromiso y la belleza de su pluma, Yunque es uno de los autores esenciales del siglo XX que merecen nuevos carriles de circulación", dice Minore. El compromiso en las artes estuvo mal visto durante décadas y todavía hoy muchos desconfían de los pronunciamientos públicos de los escritores, que al menos yo siempre espero que estén de lado de los más vulnerables.
Bajo del 96 en la esquina de Estados Unidos y la avenida Entre Ríos, camino por las calles de San Cristóbal hasta llegar a la casa donde vive mi amigo con sus mascotas y en las caras de los chicos que piden algo de comer o unas monedas a cambio de un paquete de pañuelos de papel puedo imaginar los rostros que miraba Yunque en el barrio cuando tenía siete u ocho años. Otra vez, ante un nuevo contexto, con nuevas situaciones límite a las que otras formas de solidaridad y justicia deben interpretar y reparar, la realidad imita la literatura.