Los profetas del golpismo
Acechan las voces de quienes, en vez de defender a sus representados, solo temen perder sus privilegios, por primera vez en jaque
"Les queda poco tiempo", dijo Hugo Moyano. "El Gobierno va hacia una crisis segura que ayudaremos a desatar", afirmó Fernando Esteche. Enrique Senestrari, fiscal federal de Justicia Legítima, anheló la caída de Temer en Brasil para que se lo lleve "de la manito a Macri". Hebe de Bonafini quiere que la actual administración nacional se caiga a pedazos. Raúl Zaffaroni desea que el Presidente se vaya lo antes posible. Luis Barrionuevo amenaza: "De la Rúa y Alfonsín atacaron a los gremios y no terminaron su mandato". Y Fernando Espinoza advierte que "si explota el conurbano, salta Macri y a la gobernadora [Vidal] le va a costar".
Los profetas del golpismo se van turnando, y sus profecías, acumulándose. Tienen la piel sensibilizada y por eso convocan a marchas y paros. Ahora aparecen con frecuencia en expedientes judiciales que los involucran en gigantescos negociados. La mayoría teme perder poder y privilegios. Algunos, incluso, podrán verse privados de su libertad. Otros ya se encuentran entre rejas pregonando una inocencia difícil de fundamentar. Esa situación los aterroriza y los unifica en el espanto. Juntos entonan por estas horas la misma melodía destituyente. Aunque lo hacen en diferentes tonos, suenan muy parecido. Parten de la misma base: el desconocimiento de la voluntad popular, la provocación y el ataque artero a las reglas de la democracia. No han cejado en su propósito de reescribir a su antojo la historia.
El fenómeno no es nuevo. A lo largo de nuestro pasado político, hubo innumerables voces destituyentes. Algunas concretaron sus arengas furiosas en rupturas constitucionales, ya sea porque encabezaron esos movimientos o porque fueron fusibles imprescindibles para que estos pudieran materializarse.
No es inocente la referencia de Barrionuevo a los gobiernos de Alfonsín y De la Rúa. Tampoco fue ingenuo ni inofensivo que Cristina Kirchner se negara a traspasar los atributos del mando. Hay quienes no reconocen como legítimo a nada ni a nadie que no sintonice con sus pretensiones. Hablan de hegemonía ajena porque se ven impedidos de ejercer su dominio mafioso. Bajo esa lente autoritaria, fatigan hasta la Constitución nacional. Si no les sirve, la desconocen o buscan reformarla. En ese vamos por todo no hay leyes que respetar ni tiempos que esperar.
Lamentablemente, son pocas las voces condenatorias de la verborragia golpista. Tal vez porque consideran que, dado quiénes son los que promueven caídas y fomentan el caos, no merecen demasiada atención. Sin embargo, el silencio es pernicioso. Como ha dicho Martin Luther King: "No le temo a la maldad de los malvados, sino al silencio de los honestos" .
Por aceptar la mala praxis administrativa se enquistaron la corrupción y la pobreza; por hacer la vista gorda con el crimen organizado, el narcotráfico se enseñoreó en vastas zonas de nuestro territorio y la droga dejó de transitarlo para producirse en él; por no respetar la independencia de poderes, hay jueces que hacen política y que apañando a corruptos permitieron que reinara la impunidad, y dirigentes políticos y legisladores que solo piensan en la próxima elección y no en el bien común.
Lo más grave que puede pasarnos es acostumbrarnos a lo peor y no reaccionar ante los estímulos. Hay un golpismo que acecha. Sería un gravísimo error no advertir su peligrosa capacidad de daño.