Los perejiles de Juan sin tierra
"Estamos muy plantados, de guapos no nos van a sacar", aseveró Juan Grabois en los albores de la intrusión en los campos de la familia Etchevehere en Santa Elena, Entre Ríos.
Tres errores: no estaban muy plantados los miembros del llamado proyecto Artigas. Salieron de inmediato, como corresponde, tras la decisión judicial de restituir el bien a los dueños.
Juan "sin tierra" Grabois, desde lejos, no pareció estar muy plantado. Cedió, frente a la "abominable oligarquía", su imaginario y efímero Ducado de Normandía vernáculo, lejos también del Rey inglés Juan sin tierra, que lo perdió realmente frente a los normandos en 1204.
Tampoco los plantines de perejil estaban bien plantados.
"Es un plan Marshall Criollo lo que le proponemos a la Argentina para reconstruirla", afirmó el señor Grabois en el lanzamiento de la idea junto a Gerardo Martínez, Pablo Moyano y otros destacados referentes de la patria sindical sin antecedentes prácticos, ni demostrada comprensión, del Plan Marshall original, promotor del libre comercio y la eliminación de barreras arancelarias. Europa se favoreció del European Recovery Program (ERP), impulsado por el General George Marshall.
La "reconstrucción nacional" a base de plantines de perejil mal plantados por personas incapaces de manejar con destreza las herramientas manuales del campo, son un frustrante inicio de la experiencia. Lejos del Marshall, cerca de la parodia.
Plantines plantados por usurpadores en tierras inaptas para hacerlo, remite a otra acepción del término perejil que quizás Juan "sin tierra" Grabois conozca por relatos familiares de época, generados en la agrupación Guardia de Hierro, de raigambre peronista-nacionalista, con aroma de derechas, donde Roberto, su padre, fue un destacado dirigente.
Definición lunfarda, patrimonio cultural de la calle, que define al perejil como alguien que se deja instrumentar por otro, los guardianes les decían perejiles confundidos llegados al peronismo de la mano de los "zurdos" a los miembros de montoneros en los años 70 (que siempre vuelven).
De atropello y sin pudor, Grabois se abre paso entre azorados funcionarios de este, su gobierno, aunque se haga el distraído, mientras maneja miles de millones del presupuesto nacional. El Juan sin tierra autóctono, gerencia pobreza y millones a discreción.
Nos intenta adocenar en la categoría de perejiles. Quizás nos cree parte de un país dócil, de rebaño fácil instrumentado por otros. Compone con ingredientes usados a su antojo, una suerte de ensalada nacional y popular donde mezcla sindicalistas, piqueteros y funcionarios nacionales que le responden.
Se para en el banquito de la pseudo moral revolucionaria -colocado en las Lomas de San Isidro parodiando Sierra Maestra- y desde ese anacrónico pedestal, invoca al Papa, mientras la Iglesia local reivindica la propiedad privada, se apoya en Donda, Carpinetti, y otros pernoctantes en propiedades ajenas. Aprovecha el péndulo discursivo del Presidente Fernández que avala desalojos desgarradores en Guernica, pero ve con simpatía el programa al perejil cocinado por Grabois.
En nombre de Artigas, discursea un amasijo informe que promete destinos de grandeza que llevarán a millones de argentinos al paraíso de la equidad, donde los ricos serán pobres y los pobres también. Un Edén soñado por este señor que alienta tomas y expropiaciones. Lejos del Marshall, cerca de la sarasa.
Me pregunto a estas alturas del delirio graboiseano: ¿De qué lado de la azada enterrada sin destreza campesina en tierras de Santa Marta estaba el perejil? ¿En los plantines exhaustos o manejando el mango de la azada? Grabois tiene la respuesta. Aun así le pido, señor, no nos tome por perejiles.
Es un intento estéril que Argentina no merece. Artigas tampoco quien, según nos dijo días atrás el expresidente Julio María Sanguinetti, "está tergiversado en la versión kirchnerista de la historia".
Directora del Instituto Latinoamericano Paz y Ciudadanía (ILAPyC)