Los peligros detrás de la propuesta de ampliar la coalición opositora
La incorporación de políticos de otros sectores amenaza con vaciar de contenido y coherencia a Juntos por el Cambio y confunde a la ciudadanía
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El precandidato a presidente Horacio Rodríguez Larreta, secundado por el radical Gerardo Morales, propuso a Juntos por el Cambio la incorporación de referentes políticos como el peronista Juan Schiaretti, el liberal José Luis Espert o Margarita Stolbizer, con el “único objetivo” de que esta incorporación “garantice el cambio en la Argentina”.
El rechazo de una parte importante de la sociedad y del ala más dura de la coalición, representada por dirigentes de la talla de Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Ricardo López Murphy, encendió todo tipo de alarmas. Sin duda la propuesta es una movida peligrosa que amenaza con vaciar de contenido y coherencia a la coalición opositora. Ya se vio que derivó en crisis que restan más que suman y confunden a la ciudanía en vista de las elecciones que se avecinan.
La gran pregunta es por qué a esta altura, algunos dirigentes de Juntos por el Cambio insisten en incorporar referentes con una trayectoria de acciones divergentes a la línea adoptada por la coalición y quiénes realmente se benefician con estas incorporaciones.
Como ciudadanos tenemos que estar conscientes que el deterioro y las divisiones a las que ha llegado nuestro país se pueden equiparar a los efectos de una verdadera guerra sin cuartel entre el continuismo de las malas prácticas que han contaminado la política por años y la verdadera intención de transformación positiva.
Pero al igual que en las guerras modernas, el panorama es confuso, los contendientes se mimetizan y los continuistas se disfrazan de transformadores, sobre todo en un momento político en que el peronismo-kirchnerismo tiene asegurada una fuerte derrota electoral a nivel nacional y muchos de sus artífices quieren dejar de ser parte del fracaso. La sociedad ve con estupor que los “Corleones” se disfrazan de “Mandelas” para salvar sus propios intereses.
Los argumentos detrás de la propuesta larretista, volcados en el documento denominado “El cambio total que los argentinos necesitamos exige una nueva mayoría”, no escapan a esta situación.
El precandidato presidencial plantea como imprescindible para el cambio total lograr esa nueva mayoría incorporando a la coalición sea dirigentes cercanos al oficialismo o aquellos que con sus actos reiterados terminan siendo funcionales a él.
Particularmente preocupante fue la intención de incorporar a Juan Schiaretti, gobernador peronista de Córdoba, quien ha sido un exponente de la continuidad de un modelo en retroceso, que lleva cerca de 25 años en el poder. Visto en perspectiva se trata de un paradigma de la vieja política que va en sentido contrario de los principios que la sociedad reclama a Juntos por el Cambio y que la coalición proclama, en su auto percibido rol de pilar de la transformación de la Argentina que vendrá.
Una ciudadanía cada vez más informada tiene en cuenta que los legisladores alineados con Schiaretti han sido claves en dar apoyo a las propuestas del kirchnerismo en temas fundamentales como la moratoria previsional sin aportes o el impuesto a la riqueza, así como también en la decisión de recortar los fondos para CABA. Además, es importante notar que el oficialismo cordobés se encuentra en evidente retirada, y ha perdido varios de sus bastiones en las elecciones municipales del pasado domingo. Junto con estas cuestiones de fondo cuenta la oportunidad de la fallida propuesta larretista solo unos pocos días antes de las elecciones de Córdoba.
Ante el contundente rechazo que casi rozó en escándalo, Schiaretti, sugestivamente declaró que no pertenece ni pertenecerá a Juntos por el Cambio y que pretende un “Frente de frentes”.
Cuando el Jefe de Gobierno de CABA habla de una “una nueva mayoría con los que se comparten valores”, no se trata simplemente de constituir una coalición electoral para vencer al kirchnerismo y luego ver qué sucede. Eso sería altamente irresponsable y hasta contraproducente. Basta tener en cuenta el fracaso de la Alianza que llevó al gobierno al presidente De la Rúa en 1999 y terminó en desastre en 2001, sin mencionar las nefastas consecuencias posteriores, con el surgimiento del peronismo kirchnerista.
Las bases de una coalición de gobierno van mucho más allá del proceso electoral. Requieren una visión común y un conjunto de conceptos básicos pactados, coherentes, que se deben respaldar con reputación y compromiso sostenido. Nada de eso garantiza esta clase de propuestas inconvenientes.
La gobernabilidad es imprescindible para el país, pero se puede lograr a posteriori de maneras alternativas, sin convertir Juntos por el Cambio en una coalición de fuerzas divergentes e inmanejable.
En este orden de cosas, muchos nos hemos preguntado si las fuertes diferencias podrían superarse con un pacto político al estilo de los Pactos de la Moncloa en España. Estos fueron acuerdos alcanzados en 1977, en un momento crucial de la transición posfranquista, con el objetivo de superar la crisis económica y sentar las bases de un sistema democrático sólido. Implicaron la colaboración y el compromiso de buena fe de actores con posiciones ideológicas antagónicas, quienes privilegiaron el interés común sobre sus diferencias. Pero la Argentina de hoy no es España de los 70. España salía de un orden autoritario que había restado libertades individuales, ni la corrupción ni el profundo deterioro de los valores elementales estaban a la orden del día. Esa conciencia moral fue lo que permitió el diálogo de buena fe.
La Argentina, luego de tantos años de kirchnerismo, parte del extremo opuesto, el de la anomia y falta de valores. La tarea de los líderes es hoy la reconstrucción del tejido social y de las instituciones. Así podemos afirmar que la grieta que divide a los argentinos no es política o ideológica como algunos la presentan, sino profundamente moral.
En este contexto es que aparecen políticos de alto perfil hablando de cerrar la grieta, cuando en realidad no se debe cerrar. Los honestos deben gobernar y los deshonestos que han tarifado la política para su conveniencia deben estar fuera del poder y eventualmente pagando por sus acciones. Esa es la “normalidad” que necesitan los argentinos. Las genuinas mayorías indispensables para realizar las transformaciones en nuestro país deben surgir no de componendas entre dirigentes políticos desgastados, sino de la presentación a la sociedad de un programa sólido, transparente y coherente, basado en la verdad. Aquellos que lo hagan recibirán sin lugar a dudas el firme acompañamiento de la ciudadanía.
Presidente de la Fundación Iniciativa Republicana