Los olvidados
Pocas veces como en estos días la gente, los sujetos de la historia, los ciudadanos, les votantes, el pueblo, o como quiera llamarse a las personas, han estado más ausentes e indiferentes frente al melodramático anuncio de la fórmula presidencial de los Fernández y Fernández por parte del nuevo y exótico partido político "Frente Patriótico", sea lo que sea que el pomposo nombre signifique.
Esta ausencia, sólo contrarrestada por el pequeño grupo de fanáticos de la multiprocesada ex presidenta en las redes sociales y sus habituales voceros en los medios de prensa, no debería llamar la atención. Hace mucho tiempo ya que los argentinos se han hastiado de los acuerdos que hacen sus políticos a sus espaldas. Dos personas que no dudaron en detestarse públicamente hasta ayer hoy se arrojan flores. O uno de los Fernández mentía antes o miente ahora. O lo que es aún peor, los Fernández mintieron siempre y su palabra hoy carece de cualquier valor.
Pero no es esto lo más llamativo del asunto. Al fin y al cabo, nada hay de novedoso en que algunos políticos mientan. El problema está en otra parte. Detrás del nuevo engendro persiste una visión arcaica de nuestra sociedad. Una idea según la cual la gente puede ser arriada como ganado electoral hacia las urnas. Una noción obsoleta de la identidad cultural contemporánea de los ciudadanos y ciudadanas que imagina que detrás de los nombres propios se tienen votos atados a mayorías históricas que han dejado de existir hace rato. Esa mirada, nostálgica y reaccionaria no aprendió nada de lo que sucedió en 2015 y 2017. Porque en esa oportunidad el ganador no fue Mauricio Macri. Tampoco María Eugenia Vidal u Horacio Rodríguez Larreta. Ni siquiera ganó Cambiemos. En aquellas elecciones, al igual que en las próximas, van a triunfar hombres y mujeres libres y autónomos, capaces de decidir con independencia de toda tutela, dueños de sus vidas, de sus ideas y, lo que es aún más importante, de su futuro.