Los impactos psicológicos de una cuarentena sin fin
El paso del tiempo en cuarentena va suscitando distintos estados de ánimo, pensamientos y sensaciones. Hay fenómenos que están ocurriendo en el mundo que tienen implicancias psicológicas.
Un enfoque psicosocial, que relaciona el espacio de lo social con el psiquismo individual, nos informa que, tal vez por primera vez en la historia, toda la humanidad es impactada por un mensaje con tema único que predomina en todos los medios con mucha intensidad emocional, constante y repetido. Cuando la mente es impactada de esta forma constante e intensa se producen reacciones a semejante estímulo. Una respuesta posible a esta circunstancia es la saturación.
Frente a esta saturación desbordante, la mente se cierra en modo defensivo perdiendo interés y sensibilidad al mensaje. "Basta de esto" podría ser una expresión del fastidio suscitado. Por otro lado, la insistencia del mensaje conectado a connotaciones negativas, "asustantes", puede generar reacciones de ansiedad, angustia, y a veces, pánico.
La prolongación de la cuarentena, evidentemente imprescindible, genera con todo un cierto desgaste en la forma de adaptarse a ella. Si los malos humores y climas emocionales negativos en las familias no encuentran una adecuada elaboración y canalización, es posible esperar situaciones críticas, muchas de ellas descargadas a través del aumento de la hostilidad y la violencia.
La prolongación de la cuarentena, evidentemente imprescindible, genera con todo un cierto desgaste en la forma de adaptarse a ella
El sistema elegido para ayudar a mantener el confinamiento consiste en prever semanas de cuarentena con fecha a término.Esto produce un doble efecto en el psiquismo, por un lado la esperanza y el deseo de salir y retomar actividades que para muchos se hacen indispensables con el correr del tiempo, y por el otro lado la frustración y la decepción cuando ese fin no se produce como era esperado.
Probablemente esta estrategia, poner fechas, sea preferida a señalar que realmente no se sabe cuánto puede durar la necesidad de aislamiento. Esa estrategia produce una sensación de certeza que pareciera mejor que someter a la mente a la vivencia de incertidumbre.
La incertidumbre es un sentimiento complejo. Se corresponde con un estado de la mente en que esta se enfrenta con una variedad de escenarios posibles o imaginarios que comparten la característica de ser amenazadores y que se suceden uno tras otro, sin que ninguno permanezca suficientemente en la conciencia como para que la mente pueda organizar defensas instrumentales.
"¿Cuánto durará la pandemia?", "¿Cuáles son efectivamente los mecanismos para combatirla?", "¿Habrá o no vacunas?", "¿Serán suficientes para todo el mundo?", "¿Llegará en tiempo y forma?", "¿Hay o habrá fármaco capaz de curarla?","¿Qué pasará con los distintos sectores de la economía?", "¿Cuántos quedaremos sin trabajo?", "¿Hasta cuando dependeremos de nuestras reservas?", "¿Cuánto durarán?"
Cada una de estas preguntas corresponden a escenas que se construyen en la mente y que suscitan ansiedades y temores. La mente se encuentra, entonces, con una variedad de escenarios, cada uno con sus preguntas, a las que es imposible responder con certeza.
Cada cabeza (Individuo), o grupo de cabezas (familia, equipo de trabajo, grupo de dirigentes, etcétera) intentará dar su aporte con la idea de llegar a alguna certidumbre. La realidad demuestra, con su variabilidad, que lo que hoy es certeza, mañana cambia y se desmiente.
Lo que parecía cierto y ya no lo es frustra, desilusiona y genera, nuevamente, desde ansiedad hasta pánico. El trabajar con nuestra mente estos sentimientos tan intensos y volver a recuperar una cierta tranquilidad y un cierto equilibrio no es tarea fácil.
Nuestra personalidad individual con sus características propias y únicas funcionará como pueda ante estos cambios. Aquí, la presencia y la palabra del otro cobra una importancia fundamental. Si tenemos la posibilidad de compartir, de comunicar, de sentirnos acompañados, nuestras respuestas serán de un tipo más reflexivas y adecuadas. Si, por el contrario, nos sentimos solos y aislados, seremos campo fértil para la angustia y la desesperación. (En lenguaje popular, "Darse máquina" o "hacerse el bocho".)
En algunas personas o grupos puede darse una cierta ambivalencia respecto de la cuarentena. Si bien su prolongación se torna grave y amenazadora, para otros la cuarentena significó cambios rotundos en sus ordenamientos de vida cotidianos.
Sobre todo a aquellos que pudieron mantener el trabajo desde su casa se les presentó un ordenamiento de horarios absolutamente distinto. No había que correr para tomar el tren o el colectivo, podían acomodarse las citas a horas distintas y, desde ya, la prohibición de traslado significaba un ahorro de tiempo considerable. Es probable que estos cambios lleven a modificaciones en la estructura de muchos equipos de trabajo. Para estas personas la cuarentena ha sido una posibilidad de aprender nuevos desempeños y aprovechamiento del tiempo.
En este tiempo de angustias podemos apelar a las definiciones de Avicena (siglo X), hoy perfectamente aplicables: "La imaginación es la mitad de la enfermedad. La tranquilidad es la mitad del remedio. Y la paciencia es el comienzo de la cura".
El autor es psicólogo clínico y especialista en adultos y familia