Los grandes museos del mundo, ante una reivindicación histórica
En Europa y Estados Unidos crecen los reclamos por identificar las piezas robadas por el régimen nazi u obtenidas a través de la violencia en la era colonial
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Los visitantes van ingresando al Ala Africana del Humboldt Forum de Berlín, un inmenso museo que abrió en 2021 en la reconstrucción neobarroca del que fuera el Palacio Real de la ciudad. El montaje de la sala es como en cualquier museo: objetos en vitrinas o colgados en paneles blancos, una “exhibición etnológica” de invaluables obras de arte procedentes de los rincones más remotos del mundo.
Pero esta exhibición es diferente, porque quizá sea la última vez que en Berlín puedan verse los “bronces de Benín”, decenas de intrincadas esculturas y placas de metal que se remontan al siglo XIII. Desde julio de 2021, esos objetos -o “artefactos”, como los llama la etnografía- ya no pertenecen a Alemania. Forman parte de un acervo que Alemania ha comenzado a repatriar a Nigeria, un proceso que arrancó en diciembre con la devolución de 20 bronces de Benín. La exhibición del Humboldt Forum no solo cuenta la historia de esos objetos, sino también la historia de su robo en 1897, cuando las fuerzas británicas saquearon la ciudad de Benín y se llevaron todo lo que había en el palacio real del Reino de Benín, en el sudoeste de la actual Nigeria.
Hay diagramas que explican que esos bronces fueron adquiridos a comerciantes europeos, y fotos que muestran a los soldados británicos posando triunfalmente sobre un botín de objetos robados. En la sala, los turistas se detienen a mirar videos de académicos, artistas, curadores alemanes y nigerianos, y representantes de la familia real en la ciudad de Benín, discutiendo el significado de la restitución de esos objetos.
Los bronces de Benín están en el ojo de la tormenta de un creciente reclamo para que los museos de Occidente se hagan responsables de la forma en que obtuvieron los objetos apropiados durante la era colonial o saqueados por los nazis y otras fuerzas invasoras a lo largo de la historia. Para los amantes de los museos, la dimensión ética de ir a ver objetos robados se ha vuelto imposible de ignorar. Los museos de Occidente son grandes atracciones turísticas que arrastran a viajeros de todo el mundo. Pero, ¿qué responsabilidad nos cabe cuando pagamos una entrada para ver obras que según los críticos fueron robadas? ¿Habría que repensar drásticamente nuestra concepción de lo que es hoy un museo etnográfico?
Los bronces de Benín están en el ojo de la tormenta de un creciente reclamo para que los museos de Occidente se hagan responsables de la forma en que obtuvieron los objetos apropiados durante la era colonial o saqueados por los nazis y otras fuerzas invasoras a lo largo de la historia.
“En los últimos años se ha producido un gran cambio de consciencia”, dice Gilbert Lupfer, de la Fundación Arte Alemán Perdido, la base de datos más grande del mundo para buscar arte robado por los nazis. “Cada vez son más los visitantes de los museos que cuestionan el tema de la procedencia.”
Cambio de paradigma
Los museos de Europa y Estados Unidos se resistieron durante mucho tiempo a los reclamos de repatriación, argumentando que los objetos de África, Asia y otros lugares fueron obtenidos legalmente, que estaban más seguros donde estaban, y que el paso del tiempo y los turbulentos cambios del mundo hacían imposible identificar a sus legítimos propietarios.
Pero en los últimos años, la balanza se inclinó hacia el otro lado. “Me parece que se produjo un gran cambio”, dice Geoffrey Robertson, experto británico-australiano en restitución, abogado de derechos humanos, y autor del libro ¿Quién es el dueño de la historia?. “En cierto sentido, el cambio comenzó cuando el presidente Macron dijo que el arte indígena, gran parte del cual se encuentra en los museos occidentales, debería volver a África”, dice Robertson en referencia a la promesa que hizo el presidente francés Emmanuel Macron en 2017 de devolver las posesiones saqueadas que se encuentran en Francia.
En 2021, los gobiernos de Alemania, Holanda y Bélgica anunciaron planes para identificar los objetos de sus museos que fueron saqueados durante la era colonial y comenzar el proceso de restitución. Al menos 16 museos de Estados Unidos han anunciado su participación en el proceso de repatriación de los bronces de Benin que tienen en sus colecciones, incluidos el Instituto Smithsoniano, el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, y cinco más dicen estar dispuestos a hacerlo si se lo piden.
Pero el escrutinio público no se limita al saqueo de la época colonial. Muchas instituciones están reevaluando su manejo de las obras de arte que se cree fueron robadas por los nazis, quienes saquearon bienes culturales de todos los territorios que ocuparon, particularmente de los judíos, acumulando cientos de miles de objetos. Muchos de esos objetos terminaron en casas de subastas y museos. Según los Archivos Nacionales de Estados Unidos, los nazis saquearon más del 20% de todo el arte europeo.
El año pasado, el estado de Nueva York aprobó una ley que exige que los museos identifiquen las obras de arte robadas por los nazis con carteles “colocados de manera destacada” junto a esas obras. En febrero pasado, la decisión de un comité en los Países Bajos de devolver un Kandinsky a la familia de una mujer judía que probablemente era su propietaria antes del Holocausto es la decisión más reciente de ese país a favor de la restitución.
Y este año, los descendientes de un coleccionista judío alemán presentaron una demanda contra la Fundación Solomon R. Guggenheim por la propiedad de una obra maestra de Picasso que el coleccionista vendió después de huir de la Alemania nazi, argumentando que la venta se realizó bajo coacción.
Lupfer dice que en los últimos 10 o 12 años, los profesionales de los museos de Alemania han pasado de luchar para retener las obras en disputa “a reconocer que es ética, política y socialmente necesario restituirlas”.
Lupfer dice que en los últimos 10 o 12 años, los profesionales de los museos de Alemania han pasado de luchar para retener las obras en disputa “a reconocer que es ética, política y socialmente necesario restituirlas”.
Eso no implica que todos ya hayan llegado a la misma conclusión. El Museo Leopold de Viena, que se creó a partir de la colección privada de Rudolf y Elisabeth Leopold, está envuelto en una controversia desde hace años por obras saqueadas por los nazis. En 1998, el fiscal de distrito de Manhattan intimó al Museo de Arte Moderno de Nueva York para que retuviera dos pinturas de Egon Schiele que estaban en préstamo por el Museo Leopold, tras una investigación del diario The New York Times que reveló que la propiedad de los cuadros estaba en disputa. Y en 2008, un estudio independiente reveló que numerosas obras de arte del Leopold habían pertenecido a personas perseguidas por los nazis.
Después de años de litigio en los tribunales, el museo llegó a un acuerdo con los herederos de los propietarios originales de 11 obras de arte, incluido uno de los dos cuadros de Schiele incautados en Nueva York.
A través de un comunicado, el director del Leopold, Hans-Peter Wipplinger, recalcó que desde sus inicios el museo ha priorizado la investigación sobre la procedencia de sus obras, y en 2003 le encargó la tarea a un investigador interno, cuyo trabajo fue complementado por el panel de expertos independientes a partir de 2008.
“Para fines de 2020, los investigadores independientes concluyeron su investigación sobre la colección principal del Museo Leopold”, señaló Wipplinger, y agregó que “no han podido identificar más obras de la colección del Museo Leopold con un historial de confiscación durante la época del nacionalsocialismo. Si en el futuro se identifican más obras robadas, señala el comunicado, la Fundación Privada del Museo Leopold buscará e implementará “una solución justa y ecuánime”.
Controversias
Ninguna institución ha enfrentado más controversias sobre sus adquisiciones coloniales que el Museo Británico, el primer museo público nacional que abarcó todos los campos del conocimiento desde su fundación, en 1753. En el Museo Británico están alojados alrededor de ocho millones de objetos, muchos de los cuales fueron obtenidos durante los siglos de dominio del Imperio Británico.
“Yo describo al Museo Británico como el mayor receptor de objetos robados del mundo”, dice Robertson, en cuyo libro se explaya sobre la resistencia del museo a devolver el botín del saqueo colonial. “Los turistas deben tener en cuenta que gran parte de los artefactos étnicos interesantes exhibidos son lisa y llanamente robados, y por lo general a punta de pistola.”
Las filas para ingresar al Museo Británico suelen serpentear alrededor de la cuadra. El museo suele estar repleto de visitantes que acuden a ver las maravillas de la civilización humana, incluida la Piedra de Rosetta, sacada de Egipto por los británicos en 1802, y los tesoros de jade del Palacio de Verano de Pekín, saqueado por las fuerzas británicas y francesas en 1860.
Los visitantes se agolpan en las salas griegas para ver lo que probablemente sea la propiedad más disputada del museo, los Mármoles del Partenón, o Mármoles de Elgin, como a veces se les llama, en honor al aristócrata británico que los sacó de la Acrópolis de Atenas a principios del siglo XIX. Esos mármoles, una colección de esculturas griegas clásicas que datan del siglo V a. C., han sido objeto de críticas públicas casi desde el momento en que se los llevaron: en 1811, Lord Byron escribió un poema sobre su traslado.
Aunque el Museo Británico está en conversaciones con las autoridades griegas desde hace más de 30 años, el museo no da el brazo a torcer, con el argumento de que Lord Elgin compró los mármoles legítimamente a representantes del Imperio Otomano, que por entonces ocupaba Grecia. Los defensores de la restitución responden que los otomanos eran invasores que no podían vender legítimamente el patrimonio del país.
Desde un principio los museos basaron su defensa en tecnicismos legales, presentando recibos de venta de los artículos en disputa o documentos que declaran que fueron entregados legalmente, pero los críticos dicen que eran formalidades que servían para encubrir la coerción y el robo.
En su resistencia a la repatriación, la institución suele avalarse en la Ley del Museo Británico de 1963, que prohíbe que sus autoridades enajenen elementos de la colección, salvo en circunstancias excepcionales. El Parlamento británico tendría que modificar esa ley, pero algunos expertos en restitución argumentan que la normativa es lo suficientemente vaga como para dar margen de maniobra a las autoridades del museo.
Uno de los principales argumentos en contra de la repatriación es que en el Museo Británico, una de las grandes atracciones del mundo, cualquiera puede ver los logros de la humanidad en un solo lugar. Pero el creciente consenso es que ese atractivo no debe darse a expensas del saqueo cultural. Mientras tanto, hay nuevos proyectos, como el Museo Edo de Arte de África Occidental, en Nigeria, donde se albergarán las obras de arte repatriadas del Benín histórico, que están reformulando el concepto de lo que debería ser un museo etnográfico.
El Museo Edo es un vasto complejo situado en el sitio arqueológico de la Benín histórica, concebido por el arquitecto ghanés-británico David Adjaye como “una especie de abstracción de cómo se veía antiguamente la ciudad de Benin”. Se trata de un proyecto arqueológico conjunto con el Museo Británico que incluirá un centro de investigación, colecciones de artefactos y objetos de arte, jardines de selva tropical y una sala donde artesanos contemporáneos pueden vender su producción. El edificio principal del museo será una réplica del antiguo Palacio de Benin, donde los visitantes podrán ver bronces repatriados y aprender sobre la historia del colonialismo.
“Se podrá recorrer un área donde la naturaleza será como en aquellos tiempos, y hasta se podrán ver los fosos y muros de la antigua ciudad”, dice Phillip Ihenacho, un financista nigeriano que preside el fideicomiso que maneja el proyecto, que comenzará con una apertura escalonada a partir del año que viene. “Pero también servirá para que los visitantes se enteren de que no se trata de una antigua civilización muerta: la tradición de la artesanía siguió existiendo y se transmitió de generación en generación hasta nuestros días.”
Traducción de Jaime Arrambide
2023, año de novedosas aperturas
En medio de la discusión sobre la función de los museos, durante 2023 se sucederán, en distintas partes del mundo, inauguraciones cuyo denominador común promete ser la espectacularidad y la apuesta por impulsar nuevos circuitos. Uno de los más esperados es el Gran Museo Egipcio de El Cairo, cuya apertura estaba prevista para 2020 pero se pospuso hasta este año. Otro que despierta gran expectativa es el Museo Internacional Afroamericano de Charleston, en Estados Unidos, que se abocará a la trágica historia del tráfico esclavista de los siglos XVIII y XIX. Se espera que abra sus puertas durante el verano boreal.
A finales de año llegará el momento del Museo de Robótica e Inteligencia Artificial de Seúl: un espacio realizado en parte por robots, que buscará ubicarse a la vanguardia del mundo tecnológico y cultural.
Por otra parte, y además de las ampliaciones y restauraciones encaradas por instituciones célebres como la Galería Nacional de retratos de Londres o el Museo de Arte Moderno de Estambul, en París se aguarda la apertura de la Maison Gaingsbourg, emplazada en la que fuera la casa del celebrado músico francés.