Los feudos no solo corrompen sino que también matan
Cristina Kirchner pretende perpetuar su fuerza cambiándole el nombre; en el Chaco se repite un patrón criminal
- 4 minutos de lectura'
Karl Marx, en una reiterada cita, opina que ciertos acontecimientos primero suceden como tragedia y después se repiten como farsa. Algo así sucede con la sigla UP, contra la que Juan Domingo Perón solía despotricar porque escondía el nombre de una poderosa agencia de noticias, la United Press International. Es que dicha empresa periodística multinacional formaba parte esencial de lo que el líder justicialista identificaba con “consorcios y cadenas de diarios” enemigos, “verdaderas centrales de información” complotadas contra gobiernos populares.
Ahora UP es Unión por la Patria, el desgajamiento del Frente de Todos, imprescindible para desprenderse del lastre que significa para el kirchnerismo puro el presidente Alberto Fernández, quien, sin embargo, con sus permanentes molestias de baja intensidad, se apuró en autopercibirse, no obstante, como cofundador del flamante espacio del sector dominante del oficialismo junto con Cristina Kirchner, si bien es público y notorio que alienta la lista disidente que encabeza Daniel Scioli.
“Unión por la Patria” es un nombre que también trae reminiscencias antagónicas, por un lado del guerrillero Enrique Gorriarán Merlo (por su Movimiento Todos por la Patria) y por el otro, del carapintada Aldo Rico (y todas sus consignas patrioteras en distintas etapas de su vida, incluso cuando fue aliado del duhaldismo, como intendente de San Miguel, o como ministro de seguridad del gobernador bonaerense y justicialista Carlos Ruckauf). Ambas vertientes, aunque aparentemente distantes, tienen el denominador común de sus posturas militaristas, otra coincidencia con el fundador del PJ, primero coronel y después general de la Nación. “Todo tiene que ver con todo”, no se cansa de repetir Cristina Kirchner. Sus incondicionales seguidores también tienen una idea fija: “militar” lo que la jefa mande. “Cuando uno tiene la responsabilidad de gobernar, debe tratar de que haya la menor conflictividad posible”, dijo el viernes, como si ella en sus períodos presidenciales, y en el actual como vice, fuera un dechado de amor y paz hacia propios y ajenos.
Se le atribuye a Mark Twain la frase “la historia no se repite, pero rima”. Otra cita que adquiere pavorosa actualidad ante el horrendo crimen de Cecilia Strzyzowski, en Chaco, que por sus implicancias políticas –los principales acusados figuran en la boleta del oficialismo de esa provincia– teñirá los resultados de los comicios que se llevarán a cabo hoy en ese distrito.
Llama la atención que ciertos programas de C5N, en horario central, no toquen el tema o limiten la cobertura solo a aspectos policiales y judiciales, sin mayores menciones políticas. El activo Twitter de Cynthia García, conductora de un programa diario en la AM 750 y panelista de Duro de domar, registra en los últimos días infinidad de mensajes sobre Jujuy, pero ni uno solo sobre el caso que tiene en vilo al país.
El cruel asesinato de Cecilia “rima”, entre otros, con el de María Soledad Morales, en Catamarca (1990); con los de Leyla Nazar y Patricia Villalba, en Santiago del Estero (2003) y con el de Paulina Lebbos, en Tucumán (2006). Hay un patrón que se repite: quien se eterniza en el poder no solo corrompe y se corrompe, sino que se termina adueñando de todo, incluso de las vidas. Impera la ley de la selva, donde queda naturalizado que el depredador (amo y señor de la comarca) tiene el derecho de cosificar a las personas, tomarlas como presas y hacer con ellas lo que se le ocurra, hasta matarlas y pretender, no obstante, regodearse en su impunidad y que todo siga igual.
Este nuevo crimen debe alentar a la Corte Suprema de Justicia a ahondar el camino que inició al revisar los procesos eleccionarios de San Juan y Tucumán con el fin de cortar los intentos de continuismo en el poder, pero que con Formosa (el caso más flagrante ya que Gildo Insfrán manda, primero como vicegobernador, desde 1987) parece flaquear.
Poder que se perpetúa no solo se vuelve mortífero, tarde o temprano, sino que termina distorsionando la voluntad electoral de los votantes bajo su esfera.
El contraste entre cómo se vota, desde 1983, en el plano nacional y a nivel regional da la pauta de esa anomalía. La alternancia en las fuerzas políticas que llegan a la Casa Rosada es una constante que solo intentaron quebrar precisamente candidatos provenientes de feudos provinciales, como el menemismo, de La Rioja, y el kirchnerismo, de Santa Cruz. Pero, aun así, ambas corrientes políticas debieron abandonar el poder central (en 1999, el menemismo, y en 2015, el kirchnerismo (aunque actualmente cursa su cuarto gobierno).
¿No es raro que en provincias donde la calidad de vida deja tanto que desear no haya recambios? Remover esas fuerzas enquistadas es una asignatura pendiente de la democracia.