Los enigmas de un hipotético gobierno de Milei
A los interrogantes que genera la propuesta dolarizadora, se suman aquellos sobre los niveles de institucionalidad y gobernabilidad de una eventual gestión del líder libertario
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Algunas veces, las explicaciones acerca de acontecimientos políticos inesperados, como el reciente triunfo de Javier Milei en las PASO, pueden resultar notablemente más simples cuando se busca la respuesta en los protagonistas del fenómeno, que no son otros que los electores. Diego tiene 38 años, trabaja desde hace muchos años en una estación de servicio en la ciudad de Buenos Aires y, en los últimos meses, no oculta sus simpatías por el líder libertario. El domingo último no dudó en votarlo. Cuando se le pregunta por los motivos que lo llevaron a apoyar a Milei en las urnas, ofrece una respuesta convincente: “Ya probamos con el kirchnerismo y el macrismo, y no nos fue bien. Hay que darle la oportunidad a otro, a alguien nuevo”.
La motivación de ese ciudadano encaja con la propia explicación que ofrece el candidato presidencial de La Libertad Avanza: “La solución no puede estar en manos del problema. Los políticos son el problema, sean de buenos o malos modales. Mi enemigo es la casta empobrecedora. Somos los argentinos de bien contra los que arruinaron la Argentina”.
Es indudable que buena parte de la culpa de que Milei se impusiera en 16 de los 24 distritos del país y de que la ola libertaria tiñera de violeta la mayor parte del mapa político es de la coalición gobernante peronista, que no solo fracasó en su declamado objetivo de redistribuir el ingreso, sino que logró empobrecer a todos los sectores sociales en mayor o menor medida, y de modo especial a los grupos más vulnerables de la población, aquellos que tienen menos defensas frente al cáncer de la inflación.
Como ha señalado el analista político Andrés Malamud, el Gobierno insiste en su discurso de que “el Estado te salva”, mientras cada vez más gente entiende que “el Estado te caga”, porque “molesta” y se convierte en “una mochila de plomo” para la mayoría de los argentinos.
Quienes curiosamente se llenaron la boca hablando de la importancia del papel del Estado terminaron consagrando la ausencia de éste frente a algunas de las principales preocupaciones de la sociedad, como la inseguridad. Su relato sobre el Estado de Bienestar terminó por derrumbarse con los propios ejemplos de privilegios que ofrecieron sus mentores. Mientras los jubilados perciben mensualmente menos de 200 mil pesos, la vicepresidenta no se priva de recibir dos haberes jubilatorios que superan en conjunto los 9 millones de pesos. El falso paternalismo del Gobierno asegura que cuida a la población, pero se libera a miles de delincuentes con el pretexto de la pandemia. Y, en medio de la inundación de la víspera, se viralizaban imágenes de un hospital de Quilmes cayéndose a pedazos, junto a otras que mostraban a la intendenta de ese partido, Mayra Mendoza, internada por una operación en el Hospital Austral de Pilar, que es privado.
Las contradicciones intrínsecas entre el relato kirchnerista y la realidad, junto a la gravedad de la situación socioeconómica, explican que Unión por la Patria haya perdido más de 6 millones de votos respecto de elecciones presidenciales de 2019, que definieron la llegada de Alberto Fernández al poder, al tiempo que una coalición peronista unida haya quedado por primera vez relegada a un tercer puesto en una elección nacional.
Pero Milei interpretó hábilmente que el fastidio social no era exclusivamente con el kirchnerismo, sino con toda la dirigencia política. Identificó así a su principal enemigo como la “casta política” y fue eso lo que le permitió, a juicio de especialistas en campañas electorales, que los votos que iba perdiendo el kirchnerismo no fueran a Juntos por el Cambio, sino a La Libertad Avanza. Su segundo gran enemigo no es otro que el peso, del que todos los argentinos parecen en estas horas querer desprenderse como si les quemara las manos.
No estaba en los planes de casi nadie que Juntos por el Cambio, sumados los apoyos a Patricia Bullrich y a Horacio Rodríguez Larreta, sufriera una merma de votos tan grande como la que experimentó. Entre las elecciones legislativas de 2021 y las recientes PASO, cayó desde el 43% hasta el 28%.
Desde luego, el hecho de que entre la fuerza que el domingo último obtuvo el primer puesto (La Libertad Avanza, con el 30,04%) y la que terminó tercera (Unión por la Patria, con el 27,27%) haya apenas algo menos de tres puntos de distancia, y la circunstancia de que falten nada menos que 64 días hasta las elecciones generales, obligan a la cautela a la hora de los pronósticos electorales. Cualquier escenario sería factible.
Sin embargo, el asesor político ecuatoriano Jaime Durán Barba sostiene que el 30% que obtuvo en las PASO se ha convertido en el piso de Milei y que todo lleva a pensar que tenderá a crecer, por cuanto cuando la gente vota a quien presume ganador difícilmente modifica su voto.
Esta visión se contrapone con la de quienes estiman que el voto a Milei en las PASO pudo haber sido parcialmente testimonial en votantes que quisieron emitir una señal de castigo y de bronca ante la dirigencia política tradicional, pero que, cumplido su cometido, podrían cambiar su intención de voto ante una instancia electoral más decisiva como la que se vendrá el 22 de octubre.
Lo cierto es que Milei está a solo tres puntos porcentuales de asegurarse un lugar en el hipotético ballottage y, en el otro extremo, la carrera electoral se hace cuesta arriba para Sergio Massa, por el simple hecho de que, de aquí a octubre, la economía solo podría empeorar.
Hay, sin embargo, un nuevo desafío para Milei. Si hasta las PASO no pagó costos por sus errores, a partir de ahora todos los ojos se posarán en sus declaraciones, sus actos y sus gestos.
Algunas contradicciones ya están a la vista: en materia económica, el grado de rapidez con que se buscaría poner en marcha la propuesta dolarizadora ya ha provocado discrepancias públicas entre el candidato de La Libertad Avanza y alguno de los economistas que lo asesoran. No menos confusión causó la propuesta del postulante presidencial para rescatar el equivalente a la deuda en Leliq mediante la intervención de un fondo de inversiones de alto riesgo. Y en política exterior, surgió una diferencia entre Milei y su hipotética canciller, Diana Mondino, a la hora de hablar de las relaciones con China. El postulante presidencial dijo a la agencia Bloomberg que “no promovería las relaciones con comunistas: ni con Venezuela, ni con Cuba, ni con Nicaragua, ni con China” y señaló que, en todo caso, “serán socios comerciales del sector privado”. Pero durante una charla ofrecida ayer en el Club Francés de Buenos Aires, Mondino relativizó esos dichos y hasta sugirió que el líder libertario era un “big mouth” (“bocón”, en inglés), para explicar que “lo que no vamos a aceptar es firmar acuerdos que no sean transparentes, oscuros, basados en el secretismo, como los que negoció Massa” con China.
La mayor inquietud que despierta una posible llegada de Milei a la presidencia de la Nación guarda relación con la institucionalidad y la gobernabilidad. En tal sentido, si se tiene en cuenta que, proyectando hacia octubre el resultado de las PASO, podría llegar a tener ocho senadores nacionales y no más de 40 diputados nacionales, es lícito preguntarse de qué manera obtendrá las mayorías parlamentarias necesarias para sancionar las profundas reformas que impulsa. ¿Buscará alcanzar consensos con otras fuerzas políticas? ¿O acaso estará dispuesto a recurrir a plebiscitos o a decretos de necesidad y urgencia, cuya utilización siempre es foco de controversias y, con frecuencia, de abusos de poder?
No es esta una cuestión menor en momentos en que la Argentina ocupa uno de los puestos más bajos en el Latinobarómetro 2023, cuando se consulta a la ciudadanía acerca de su nivel de satisfacción con la democracia y con el funcionamiento de los partidos políticos. El 61% de los argentinos se declara “no muy satisfecho” o “nada satisfecho” con la democracia, en tanto que el 76% expresa que los partidos no funcionan bien.
Aun así, los encuestados de nuestro país muestran la mayor oposición en América Latina a que se implemente un gobierno no democrático: el 38% se expresa de acuerdo con la afirmación “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”. Si bien el porcentaje es relativamente elevado, es el más bajo en comparación con los restantes 16 países de la región estudiados y se ubica por debajo del promedio de Latinoamérica, que se ubicó en un alarmante 54%.
Jugar con las necesidades de una sociedad desesperada por un milagro ha sido en distintos países de América Latina fuente de conflictos institucionales o de la emergencia de nuevas formas de populismo alejadas de los principios republicanos. De ahí que, junto a la presentación de un programa integral para dar solución a los problemas económicos del país, resulte de vital importancia para el robustecimiento de las instituciones el compromiso de los candidatos presidenciales para respetar la división de poderes y la independencia de la Justicia.