Los dilemas del lenguaje inclusivo
Más allá de la discusión de género, la irrupción del todes supone unas cuantas dificultades lingüísticas
Ya hace tiempo que las agitaciones del género sacuden la conciencia lingüística de los hispanohablantes. En España no se vacila en decir la médico o la juez, que tanto nos escandalizan en estas orillas; sin embargo, una corriente opuesta ha reaccionado ante semejantes dislates, que conducen a expresiones tan extrañas como "la ministro estaba embarazada". Pero la tal reacción ha conducido en movimiento pendular hacia innovaciones como "la miembra", "la portavoza", que por alguna razón desafinan tanto o más que los ejemplos anteriores. En nuestro país se dio en su tiempo el debate presidente-presidenta, que se zanjó a favor de la segunda opción, la más natural, teniendo en cuenta que quienes aceptaron sin pestañear a las sirvientas no podrían oponerse luego -salvo por razones clasistas o machistas- a las presidentas.
Actualmente nos desvela la regla del todes, nacida al calor del bienvenido movimiento feminista, al que me honro en pertenecer. Desde mi perspectiva de lingüista, me interesa el debate desde varios puntos de vista. En primer lugar, porque la mayor parte de las innovaciones que aparecen en las lenguas son cambios en la pronunciación o en el léxico -los cambios morfológicos o sintácticos se dan más raramente, y en general se dan al comienzo como errores desde el punto de vista de la gramática ortodoxa: "si venía le diría".
En la línea de la concientización feminista, con todo, se han dado ejemplos exitosos en nuestro país. Recuerdo al adolescente que gritó "¡ídola!" en uno de los últimos conciertos de Libertad Lamarque: la eximia actriz, severa, no dudó en reprimirlo públicamente por su incorrección. Pero ídola y genia, productos espontáneos de la imaginación adolescente, prosperaron y se asentaron, simplemente porque existía y existe, afortunadamente, gran claridad en nuestra sociedad con respecto al hecho de que el carisma o el talento no son propiedades monopolizadas por varones.
Con la regla del todes parece ocurrir algo diferente. Surgida en el contexto de la disputa feminista, se ha vuelto también una suerte de consigna estipulada como identificación en defensa de principios igualitarios, y ha adquirido con velocidad un volumen sorprendente entre los grupos jóvenes, si bien, según creo, no hay todavía estadísticas relevantes al caso, y sería prematuro confirmar su futuro.
Hay claramente una voluntad antiacadémica y sedicente progresista que respalda esta actitud. Por eso es interesante lo que ocurre, aunque puede sospecharse que ciertas dificultades laterales no dejarán de aparecer. En mi caso, por ejemplo, no me están claras las reglas de implementación del todes, en particular con respecto a la extensión con que se aplicarían.
Si bien podríamos decir les chiques tomaron las calles, les diputades votaron por el aborto, qué diríamos de un titular como Les asesines sometieron al público, Les delincuentes se multiplican en ese barrio, Les criminales están en todas partes -porque es obvio que mujeres asesinas, criminales y delincuentes existen en todas estas actividades y situaciones, y ellas también deben estar comprendidas en el lenguaje inclusivo mediante el integrador e innovador artículo les. ¿Qué nos parecen les prostitutes? (Ellos también deben ser incluidos, recordémoslo. ¡La ley es igualitaria!) ¿Y qué tal les polítiques? Les obreres, les maestres, les alumnes no suenan demasiado bien. Les farmaceutas, les poetas y les víctimas tampoco; no nos atreveremos, eso espero, a farmaceutes, poetes y víctimes). ¿Deberemos suprimir los actores y las actrices -expresiones arcaicas, presumo- por les actores? ¿Debemos decir les artistas o les artistes? Poco a poco siento que se me enreda la lengua.
Confieso que la perplejidad me va derrotando: temo abrir la boca y pronunciar algún desatino, genérico o sexual. Hace mucho tiempo un suizo genial, Ferdinand de Saussure, observó que la lengua se comportaba como el juego de ajedrez: el moverse de una sola pieza transformaba todo el tablero. En este caso, la regla del todes aplicada con la debida coherencia gramatical encuentra curiosos efectos en el sistema de las concordancias. ¿Qué pasa, por ejemplo, con los adjetivos y demostrativos que se acoplan a las normas inclusivas? Vamos todes muy amables, muy felices, pero con todes muy contentes algunos (¡algunes!) empiezan a frenar. ¿Diremos: En el mundo del deporte, les tenistes son les más cares? ¿Les niñes eran todes muy lindes? ¿Les periodistes son muy peligroses? Reconozcamos: aquí, nosotres no estamos del todo (¿tode?) segures.
(Observemos que el imperialismo de lo masculino no implica sólo a los plurales, sino también al neutro. Para guardar coherencia, acaso, "Perseguimos lo absoluto" -ostentoso masculino disfrazado de neutro- debería traducirse "Perseguimos le absolute", el cual, rimando con farabute, parece relativizar drásticamente el absolutismo perseguido).
Con todo, ciertos recintos de la lengua permanecerán incólumes, y mantendrán la bienaventurada diferencia: los obispos y los generales, los tenientes y los verdugos no perderán su masculinidad con un incómodo les anticipatorio. Lo mismo ocurrirá, así lo espero, con las coristas, las pitonisas o las sirenas, quienes permanecerán inalterables en su deliciosa femineidad.
Y así, acaso, mientras algunes estén descontentes, otres se sentirán satisfeches.