Los dilemas de Milei (II): ¿cómo implementar una agenda de reformas que requieren cambios constitucionales?
Varios colaboradores de La Libertad Avanza reconocen que algunos de los principales ejes del programa de gobierno libertario son imposibles de concretar en el corto o aun el mediano plazo
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Para el gran Julio María Sanguinetti, Javier Milei, a quien considera una expresión de un electorado heterogéneo pero unido por un fuerte enojo más que un fenómeno ideológico, propone “una fantasía revolucionaria irrealizable”. A juzgar por el contenido de la propuesta programática que La Libertad Avanza presentó ante la Justicia Electoral, parece estar en lo correcto en algunos de sus aspectos medulares, en especial en materia tributaria y en las áreas de salud y educación. Tal vez por eso, varios de sus principales y más acreditados colaboradores, como Diana Mondino o Carlos Rodríguez, reconocen que algunos de los principales ejes del programa de gobierno libertario son imposibles de implementar en el corto o aun en el mediano plazo: el célebre teorema de Baglini explica este giro discursivo, prematuro considerando que la elección general se celebrará el 22 de octubre y que el resultado de las PASO significa mucho, pero no cambia nada. Hablando de volantazos pragmáticos: Milei era hincha de Boca, pero quedó “decepcionado” cuando Daniel Angelici despidió a Julio Falcioni y a partir de entonces se considera “neutral”. El riesgo de mezclar personas con instituciones.
Pasado el vendaval mediático que se extendió por dos largas semanas luego de su inesperada performance del 13 de agosto, Milei ordenó un repliegue con la parcial excepción de la ciudad de Buenos Aires, donde hizo una elección mediocre y pretende respaldar a su candidato a jefe de gobierno, el financista Ramiro Marra. Sergio Massa apura sus cuestionadas medidas paliativas luego de la dura devaluación del lunes 14 (el decreto reglamentario habla de una “aceleración inflacionaria inesperada”, cuando todo el mundo, incluido el Gobierno, se resistía a sincerar parcialmente el tipo de cambio oficial porque esa sería la consecuencia). Patricia Bullrich sube al ring a Carlos Melconian, que hace tiempo viene elaborando un plan económico integral desde la Fundación Mediterránea. Justo en este momento Milei cede el centro del escenario y espera los embates, confiado en que la dinámica electoral lo favorece. En un mes comenzarán los debates televisivos y ahí no podrá eludir los cuestionamientos, de forma y de fondo, que acumulan sus propuestas, más allá de la dolarización.
A propósito, de acuerdo con un sondeo reciente de D’Alessio IROL-Berensztein, solo el 25% considera que es deseable y posible dolarizar, un 19% indica que es deseable pero no posible y un 50% se expresa de forma negativa en ambos casos (el 6% restante no sabe o no contesta). Conviene analizar otros de los temas más polémicos de la plataforma libertaria para evaluar su factibilidad y los potenciales impactos de una visión transformacional, ambiciosa y disruptiva.
El propio Milei se refirió a un plan a 35 años, una especie de “larga marcha” con secuencias y ritmos específicos. Esto supone una continuidad programática inédita para un país como la Argentina, que siempre careció de consensos sobre cuestiones elementales en materia de reglas económicas y políticas. O incluso algo más utópico: un extenso ciclo político hegemonizado por Milei y sus eventuales sucesores. La alternancia en el poder fue una de las características salientes en estas cuatro décadas de democracia. Más: los líderes internacionales en los que se referencia, como Jair Bolsonaro o Donald Trump, fracasaron a la hora de lograr sus reelecciones. Tal vez el economista argentino aspire a que se cumpla la máxima de “la tercera es la vencida”, en el hipotético caso de que logre la victoria en este turno electoral. Suponer que el país tolerará un unicato libertario remite a la misma ingenuidad que caracterizó a otro proceso autopercibido “revolucionario”: el liderado por el general Juan Carlos Onganía luego del golpe de Estado de 1966, con su planificación en secuencias “económica, social y política”. Esa fantasía se desvaneció con el Cordobazo, el 29 de mayo de 1969. Al año siguiente, asumió Roberto Levingston y poco tiempo después Alejandro Lanusse, el hombre fuerte de esa época.
Al margen de esta inconsistente planificación temporal, muchas de sus propuestas requieren una reforma de la Constitución Nacional o, por lo menos, de algunos de los principales criterios que caracterizaron la gestión pública en la Argentina desde el regreso de la democracia, como el federalismo o el principio de subsidiariedad. La idea de que la mayor parte de los ingresos que obtendrá el Estado ante un eventual gobierno de Milei provendrían de concesiones y regalías ligadas a explotaciones de recursos naturales (como minería y energía) choca con el hecho de que nuestra carta magna especifica que estos pertenecen a las provincias y no al Estado nacional. Modificar este statu quo no solo representaría costos enormes, sino que además pondría al flamante gobierno de Milei en un aprieto. ¿Podría obtener los apoyos necesarios para convocar una convención constituyente, en especial cuando la iniciativa consiste en buena medida en quitar dinero a las provincias, vulnerando su autonomía? ¿Aprobaría el próximo Congreso la necesidad de una reforma con esos objetivos? El recorte de las atribuciones provinciales propuesto en el programa de LLA abarcaría al menos otras dos dimensiones claves de la política pública: la educación, a través de los ya famosos vouchers, y la salud, para la que se plantea un modelo de arancelamiento. ¿Resignarán las provincias la administración de esas áreas?
Su concepción de restricción de los derechos provinciales entra en flagrante contradicción con la estrategia llevada a cabo nada menos que por Trump. El movimiento conservador de Estados Unidos desarrolló su doctrina de defender la autonomía de los estados provinciales desde el New Deal de FDR en la década de 1930 y luego lo reforzó con el objetivo de revertir el fallo Roe versus Wade, de 1973, que habilitaba la despenalización del aborto. Para lograrlo, el expresidente estadounidense designó de manera paulatina jueces afines en la Corte Suprema, al tiempo que se realizaba un trabajo puntual y meticuloso en cada uno de los estados para generar precedentes en esta cuestión.
El énfasis que pone el programa de LLA en el pensamiento liberal y el principio de tolerancia a las minorías y hacia los que piensan distinto, también consagrado en nuestra Constitución, tampoco se visualiza en el comportamiento cotidiano del líder del espacio: Milei suele tener una postura agresiva y hasta degradante con quienes no concuerdan con él, incluidos ataques sistemáticos a la prensa. La pirotecnia verbal abarca a múltiples dirigentes de la oposición, tanto aquellos con los que estuvo históricamente enfrentado como –y particularmente– con quienes mantuvo algún tipo de cercanía y que con el tiempo se transformaron en enemigos por haber cuestionado sus formas y criticado su intolerancia, como Ricardo López Murphy.
También llama la atención la distancia y la ecuanimidad que Milei intenta establecer respecto de la judicialización de los casos de corrupción que involucran a funcionarios del kirchnerismo. Si bien declara que la burocracia estatal involucrada en la vida privada de los ciudadanos para acotar la libertad y la creatividad de la sociedad es la fuente principal de corrupción y se muestra como un férreo respetuoso del principio de presunción de inocencia, se resiste a condenar los casos, incluso aquellos que fueron probados en primera instancia. ¿Se vincula esto con su reivindicación del menemismo como intento de estabilización y modernización capitalista?